A Isabel Rodríguez, la mancheguísima portavoz del sanchismo, se le pone carita de póker, sonrisa impostada, cuando le preguntan los periodistas por las arremetidas encadenadas contra Pedro Sánchez del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, que además es su líder territorial. Y se queda silente o se pone a hablar del tiempo y la Navidad. No sabe, no contesta, sin reparo. Se escabulle, se desvía, se escapa por las esquinas, pero no hay periodista, por muy tesonero que sea, que haya encontrado respuesta de la exalcaldesa de Puertollano a las espectaculares cositas de Page. Lo tiene difícil tirando a imposible.
Hay que ser piadosos. Yo entiendo el problema moral y de conciencia que tienen los socialistas de Castilla-La Mancha, e Isabel Rodríguez lo es, entre el infierno y el cielo, un jefe y el otro, lo que dicen su corazón y su cabeza y lo que dictan el sillón y la moqueta oficial, que probablemente son cosas contrarias y generadoras de intensas turbulencias y conflictos internos dentro de uno. La difícil convivencia con uno mismo: a todo el mundo nos pasa. Pero también está claro que no se puede estar con Sánchez y Page a la vez: son antagónicos, piensan lo contrario de casi todo, parecen de partidos rivales y llevan toda la pinta de tenerse una gran antipatía mutua. Lo del pasado martes de Page es lo nunca visto en el PSOE: tremendo, impresionante, demoledor y sin precedentes. Ese puente ya se ha roto del todo.
Y así anda Isabel Rodríguez, la pobre, con el corazón partío entre el presidente del que es portavoz en la Moncloa y su líder territorial en Castilla-La Mancha, que andan cada vez más a la greña. Toma, zasca, zumba, y España tambaleándose entre las risas de los separatistas, que viven su momento de gloria. Así que, las ruedas de prensa del Consejo de Ministros deben haberse convertido en su suplicio para la portavoz, que nerviosea de forma cada vez más evidente con un rictus que traspasa la procesión que lleva por dentro. Sabemos al menos que, piense lo que piense, la portavoz del Gobierno defiende y apoya todas las decisiones de ese Gobierno, incluidas las peores, que son tantas ya y que tanto escandalizan a Page. El cisma político, ético y de conciencia provocado en el PSOE es una obviedad.
Algo parecido a lo de Isabel Rodríguez, con sus matices, les pasa a los nueve diputados socialistas de Castilla-La Mancha: pese a lo que dice el presidente de la Junta, con el que probablemente están muy de acuerdo (vamos, seguro), votan luego a favor de todas las humillantes reformas del sanchismo, en modo manu militari y más prietas las filas que nunca. Eso lo da el sistema parlamentario y la disciplina de voto en España, pero a García-Page esta enorme contradicción le estará llevando por el camino de la amargura, sobre todo porque, más allá del enorme protagonismo político que estas escaramuzas le dan, ya es difícil disimularlo y se va dando mucho el cante. La muy contundente carta de urgencia que este jueves por la noche le envió Paco Núñez al presidente de Castilla-La Mancha, evidenciado esta debilidad, es muy dura y pone el dedo en la llaga, por mucho que la respuesta del número dos de Page, el diputado Sergio Gutiérrez, sea también demoledora contra el líder regional del PP y lo explique todo muy bien explicado, por cierto.
Misiva contra misiva, golpe por golpe, broca monumental por correo, estas no son precisamente las cartas a los Reyes Magos, sino una más o menos penosa puesta en escena de la insostenible situación por la que atraviesa España con un Sánchez humillado y rendido ante el separatismo y una sociedad española trágica y tristemente polarizada y posiblemente más enfrentada que nunca en los últimos cuarenta años. Muy doloroso. Ese va a ser el legado del sanchismo a los españoles: habernos dividido en canal y haber elevado la tensión política hasta límites indecentes, como se vio este jueves en el bronco y repugnante pleno del Congreso. Así que, en fin, disculpen el desahogo: Arrecia España y Sánchez está al mando. ¿Qué puede salir mal?