Una espectacular bola de fuego cruzó el cielo nocturno en la noche del 2 de abril, a las 21:28 (hora local peninsular española). Su brillo fue superior al de la Luna llena. Este bólido, que sobrevoló Madrid y Castilla-La Mancha, pudo ser observado por multitud de testigos que se hicieron eco del fenómeno en redes sociales. De hecho, fue tan brillante que pudo verse desde toda la Península. También fue grabado por los detectores que la Red de Bólidos y Meteoros del Suroeste de Europa (Red SWEMN) opera en el Complejo Astronómico de La Hita (Toledo).
Estos detectores trabajan en el marco del Proyecto SMART, que se coordina desde el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) con el objetivo de monitorizar continuamente el cielo para registrar y estudiar el impacto contra la atmósfera terrestre de rocas procedentes de distintos objetos del Sistema Solar. También ha sido grabada por los detectores que este mismo proyecto de investigación tiene instalados en los observatorios de Calar Alto, Sierra Nevada, Sevilla, La Sagra (Granada) y Huelva.
Esta bola de fuego ha sido analizada por el investigador responsable del Proyecto SMART, el astrofísico José María Madiedo del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). Este análisis ha permitido determinar que la roca que originó este fenómeno entró en la atmósfera terrestre a una velocidad de unos 49 mil kilómetros por hora y procedía de un asteroide. Estas rocas que se cruzan con la órbita de la Tierra reciben el nombre de "meteoroides".
El brusco rozamiento de la roca con la atmósfera a esta enorme velocidad hizo que la roca (el meteoroide) se volviese incandescente, generándose así una bola de fuego que se inició a una altitud de unos 88 km sobre la localidad de Torrejón de Velasco (sur de la Comunidad de Madrid). Desde allí avanzó en dirección suroeste y se extinguió a una altitud de unos 24 km sobre la localidad de Argés (provincia de Toledo). La bola de fuego recorrió una distancia total en la atmósfera de unos 78 kilómetros. El análisis preliminar del evento indica que la roca no se destruyó completamente en la atmósfera: una parte de ella habría sobrevivido, cayendo al suelo en forma de meteorito en la provincia de Toledo.