Ya se sabía pero desde anoche está sellado y rubricado. Y punto. Agustina “Tita” García, alcaldesa socialista de mi adorada Talavera, es la número uno, la favorita, la preferida del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. La niña de sus ojos. No lo disimula, sino todo lo contrario: lo ventila por las cuatro las esquinas, lo airea por todas partes. Se nota, se siente. Tengo la impresión de que ningún otro alcalde o alcaldesa, ni de Talavera ni de ninguna otra parte, ha recibido tanto apoyo político e institucional de Page como Tita, y eso es un mérito compartido que, supongo, provocará sanas envidias. Sólo Tita García tiene esa sonrisa embaucadora que, además, le está dando tan bien en las encuestas, y eso por algún sitio se tiene que notar. Existe así como una ebullición talaverana.

El caso es que a Page sólo le falta firmar ante notario para certificarlo. Este lunes por la tarde el presidente se fue a Talavera para apoyar la presentación de la candidatura de Tita a la reelección y allí lo dejó claro, por si había alguna duda: si ambos ganas sus plazas en las elecciones del 28 de mayo, el primer baile de Page se lo pedirá a la alcaldesa talaverana, con la que quiere celebrar la primerita su hipotética victoria electoral. Y por supuesto, ella se lo concederá, faltaría más, siempre con permiso del candidato popular, el bueno de José Julián Gregorio, que también tendrá sus opciones en la noche electoral y no es bueno pasar el rodillo antes de tiempo. En esa misma presentación, Page recordó que a su alcaldesa del alma “nadie la llama Agustina”, pero ahí se encontró con la réplica de la propia Tita: “¡Mi madre!”, dijo en voz alta desde la primera fila. Y si lo dice una madre, eso va a misa.

O sea, que el 28-M está en la cabeza y el corazón de toda la clase política de Castilla-La Mancha. Tal vez lo único que queda ya en este momento. Es agotador. Por cierto, que Blanca Fernández, mi consejera favorita del Gobierno de Page, tuvo el otro día un sutil fallo argumental en su última ofensiva dialéctica contra el candidato del PP a la Presidencia de la Junta, Paco Núñez. Hay que fijarse, pero ahí está, retorciendo un poco las palabras. Alertó Blanca de los, a su juicio, dañinos efectos sobre los castellano-manchegos de un “gobierno débil” de Núñez “condicionado” por Vox, y en el propio hilo del argumento está la trampa: muchos pensarán que será mejor, entonces, un “gobierno fuerte” de Núñez “no condicionado” ni por el partido de Santiago Abascal ni por nadie. O sea. Ya sabemos que la portavoz de Page lo que pedía, en realidad, era un gobierno “fuerte” de Page, pero también sabemos que las ideas vuelan y las carga el diablo. Cada uno piensa e interpreta lo que le da la gana. A Núñez, por cierto, le ha llamado Susana Griso en Antena 3 literalmente el “niño bonito de Génova”, ella sabrá porqué.

Y en estas andábamos cuando asistimos estos días a la demolición total de Ciudadanos en Castilla-La Mancha, el último destrozo que quedaba antes del funeral del 28-M. La guerra de Albacete, todos contra todos, y Carmen Picazo, la doble candidata, con cara de póker y casi fuera ya de cualquier futurible político después de las elecciones. Si el PSOE y Page siguen con fuerza y con poder en la región, tal vez se recuperen antiguos nombres de Ciudadanos como David Muñoz o Vicente Casañ, pero Picazo lleva todas las cartas para quedarse fuera de un hipotético reparto. La política es un mundo apasionante, sobre todo para mirarlo desde fuera. Y asombrarse del espectáculo humano. Visto por dentro, sin embargo, es un pequeño infierno de pasiones, lealtades, traiciones y juegos de poder del que es mejor salirse cuanto antes. Hazme caso, Picazo.