No sé si la gente está muy despistada en España o soy yo que voy frisando los treinta y me hago mayor. Pero empiezo a hartarme de las identidades nacionales que afloran en el ruedo ibérico, cada vez más chico el terruño, y que me están pareciendo una penosa contaminación ambiental de los viejunos separatismos. La caverna se hace hueco en el siglo XXI. A Pedro Sánchez, ese hombre, le puedo perdonar que se vaya de concierto en el Falcon, o que no se acuerde de cómo se llaman la mitad de sus ministros, pero jamás recibirá indulgencia por haber puesto de moda a estos tipos de Puigdemont, el fugado españolísimo más famoso de Europa. Todos quieren ya beberse la copa en el reservado.
El caso es que hemos tenido dos sobresaltos a bote pronto de identidades patrias castellano-manchegas, que es el bucle del rizo del rizo. Nuestro prohombre en el Palacio de Fuensalidad, el bueno de Emiliano García-Page, se desgañita contra las identidades que quieren comer aparte y ahora se encuentra en la mesa de su despacho con un revuelo de gentes que se sienten muy de su pueblo (hasta aquí todo bien) y (aquí viene lo chungo) reivindican el hecho diferencial, el habla y las quintaesencias históricas. Toma ración. Me suena todo como a sobadísimo y decimonónico, más revenido que una galleta del año pasado o el traje del alguacil. Con cariño lo digo, ¿eh?
Debe ser cosa de la globalización, que ha dicho Page, pero el caso es que un minúsculo nacionalismo, o lo que sea, nos ronda la vida por esta Castilla-La Mancha nuestra. Dicho con todo respeto a los promotores de la cosa, que no quiero yo más líos. Son dos las heroicas, ya digo: el colectivo Valor Manchego que reivindica la "identidad manchega", el habla, la bandera y el territorio, y la Mesa por Talavera de la Reina que quiere igualar la ciudad a las capitales de la región y, en definitiva, aunque no lo dicen abiertamente, crear la sexta provincia de Castilla-La Mancha o algo parecido que siempre anduvo rondando a los talaveranos. Insisto: respeto total, pero no sé si el horno está para estos bollos o es tan sólo una moda. Entiendo (faltaría más) que hablemos de igualdad, de derechos, de infraestructuras y de buenos servicios públicos, pero no de identidades, hechos diferenciales, territorios y banderías, que de todo eso ya tenemos bastante. Y que conste: soy talaverana y, por supuesto, quiero mucho a mi tierra.
O sea, que vayamos al grano y no a la paja. Por ejemplo, un tipo que siempre apunta y dispara con contundencia y al centro de la diana: Manuel Madruga, secretario general de Fedeto, la patronal toledana. Me viene llamando la atención lo clarito y lo bien que habla y cómo canta las cuarenta a todo político-gestor que se precie. Es un tipo duro que lo dice todo muy bien. A propósito de la DANA que tanto afectó a la gente y los pueblos en la provincia de Toledo, Madruga es el tío más combativo y está denunciando la falta de ayudas, la no adopción de medidas y todo lo que queda por hacer y, probablemente, nunca se hará. Y ojo cómo se ha puesto con la Confederación Hidrográfica del Tajo: ha dicho que los ayuntamientos y comunidades la tienen "pánico" y que si no toma medidas puede haber muertos en una nueva DANA en Toledo y eso puede ser "homicidio por imprudencia". Clarinete y ojo al dato, que es estremecedor.
Aunque lo más aleccionador de la semana es comprobar como la alcaldesa popular Ana Guarinos y el exalcalde socialista Alberto Rojo se están tirando Guadalajara a la cabeza y con qué ímpetu y ganas se lanzan todo tipo de acusaciones. Instructivo total: la esencia de la política bien entendida. Guarinos pega un subidón histórico al IBI de los guadalajareños y le echa la culpa a Rojo por su "agujero" de nueve millones, y en el otro lado del ring Rojo llama "catastrazo" a lo de Guarinos y dice que lo del agujero es un invento y una mentira de la alcaldesa. Una imagen preciosa. La gente mira el combate entre el asombro y la hilaridad, y luego se afloja el bolsillo, que la cosa de las arcas municipales se ha puesto muy malita. Que los den un premio de algo.
Y en esas andamos, tan entretenidos y perplejos, cuando me encuentro de pronto con la foto feliz del día, que me libera de todos los males y me da un subidón de alegría: el nuevo y "guapérrimo" look de la periodista toledana Sara Carbonero, que es el amor platónico de mis días de instituto y la influencer (vaya palabro) eternamente de moda en España. Un lujo nacional y castellano-manchego. La foto difundida por Sara es una preciosidad, como su nuevo corte de pelo que está volviendo locos a sus fans y es tan moderno y al día. Ya anda siendo viral. En un mundo tan raro y guerrero, las noticias bonitas da gusto darlas. Sara, que te queremos y amén.