El genio de la Moncloa se ha vuelto filósofo. Ya tiene Irene Lozano otro libro por escribir, más hondo si cabe. Ha dicho Pedro Sánchez en El País la frase del momento: “La única verdad es la realidad”. ¡Anda, cómo no habíamos caído antes! Y repite varias veces la tautología, como el que acaba de descubrir el mejor chiste del mundo y se lo cuenta a los cuñados y al resto de la oficina. Encantado de sí mismo y descojonándose. Atribuida a Aristóteles, la frase, en boca de Sánchez, se vuelve casi una blasfemia, mentar la soga en casa del ahorcado, la verdad del sumo hacedor de la mentira. La realidad como mentira que dibuja España. Maravillosamente asombroso: la Moncloa es un mundo paralelo venido de Marte.
No me extraña que Emiliano García-Page, a la vista del personaje, se haya vuelto un tío tan ácido y todos los días tenga que darle a Sánchez un cachete y estar cabreado. Venga y venga. La larga lista de sanchidades ha pillado ya tal querencia al infinito que mantenerse en la batalla a la contra, como Page cada lunes y cada martes, se ha convertido en un imponderable que no conduce a ningún sitio más allá de la melancolía y la reiteración. El presidente de Castilla-La Mancha tal vez debiera tomarse la vida antisanchista con otro sentido del humor y mirar a Rostro Impenetrable con los ojos de la compasión y la ternura. Y un poco de risa reparadora. Y esperar luego que a España se le pase pronto el constipado. "Con España no se juega", que escribió el propio Page en una pizarra el otro día, pero la verdad es que un poco sí. O incluso mucho, que se lo digan a Puchi.
Es decir, que entiendo bien a Page, pero no sé si van mereciendo la pena estos fuertes dolores de cabeza. Sobre todo si, ahí solitos en la azotea, no los lleva el presidente de la Junta un paso más allá y monta una buena fiesta de verdad fuera del Palacio de Fuensalida. De las que hacen época y nadie quiere perderse. Todo lo demás no deja de ser un espectáculo pirotécnico que, aunque muy entretenido, viene a dar un poco la razón a Paco Núñez, el jefe regional del PP, cuando le suelta a Page eso de que es un “falso profeta” con latinajos de escasa utilidad. Me malicio pensando que el presidente castellano-manchego se ha ido a China con una buena corte para descansar de Sánchez y pensar si conviene dar el salto definitivo que la mitad de los españoles está esperando, diría que un poco ansiosamente.
Que, por supuesto, va a ser que no. “Ir pá ná”. Así que lo del “laberinto sin salida” al que, según Page, nos ha llevado el sanchismo, o sea el régimen, se queda sólo en una frasecita de Pepito Grillo que hasta el bueno de Feijóo ya está poniendo en almoneda. El otro día en su encierro toledano de tres días, el presidente nacional del PP miraba al Palacio de Fuensalida cuando pronunció esta frase en forma de pescozón: “Conviene practicar lo que predicamos porque los dobles mensajes no valen nada”. El amigo Feijóo y su química con Page empiezan a tambalearse. O a lo mejor no y venga otra ronda.
El caso es que, sea como sea, Feijóo se llevó el sábado a Paco Núñez y Carlos Velázquez, el alcalde de Toledo y amigo invisible de Milagros Tolón, y todos se comieron un cocido en tres vuelcos en la Venta de Aires, tan ricamente. Hay fotos y testigos que ha publicado este periódico. La ocasión hizo feliz a mi admirada Cuca Díaz de la Cuerda, propietaria y gerente de uno de los restaurantes más famosos de Toledo. Y de mayor éxito. La cita de Tolón me sirve para preguntarme qué pensará la delegada de la frase aristotélica: o sea, en términos sanchistas, ¿la única verdad es la mentira o es la mentira la única verdad? Vaya, me estoy liando. Así no se puede gobernar, que dice Yolanda Díaz, la prodigiosa vicepresidenta de lo que sea.
Por cierto, el otro día reseñé la química imposible de Tolón y Velázquez y ahora me envían un recadito al oído desde la Plaza del Ayuntamiento de Toledo. "Mójese usted, querida", me sueltan: "¿Y tú de quién eres?". Y a una, que ya ha hecho mil guardias en garitas mucho peores, se lo ponen a huevo. ¿Yo? Yo soy de un carajillo bien cargado nada más levantarme y dos celtas cortos entre pecho y espalda. El resto del día sólo puede ir mejorando.