Si es lo que yo digo. Por lo que sea, los caminos de Emiliano García-Page y Paco Núñez son vidas paralelas. Nunca se tocan. Y me temo que el único momento en el que van a ponerse realmente de acuerdo en esta legislatura va a ser cuando, a mitad de año, disparen el número de diputados en las Cortes de Castilla-La Mancha y se autoconcedan el triple salto acrobático de pasar de los 33 escaños actuales al número mágico de 59, cifra que no sé sabe muy bien por qué y que me está pareciendo una escalera al cielo. Sobre todo para los agraciados que consigan hacerse hueco a codazos.
El subidón, en fin, lo están dosificando en pildoritas anestesiantes de posología frecuente y dentro de poco el 59 va a empezar a sonarnos como la mejor receta posible. O sea, que parece una obviedad que cuando los políticos hablan de mejorarse a sí mismos todo fluye con más sentido y es mucho más fácil. Ande yo caliente y duérmase a la gente. Y por esa vía Page y Núñez llevan meses negociando discretísimamente y todo parece ir yendo como la seda. Empiezo a sonarme a mí misma como muy populista, pero no entiendo la necesidad de habilitar más políticos: no sin antes tener más médicos y más profesores, un suponer. ¿Demagogia? Pues claro: que levante el dedo el que no.
En esta comedia el papel del malo se lo han dejado a ese chico tan majo que es José Luis García Gascón, jefecito regional de lo que queda de Podemos, que se ha quedado corto, el hombre, tirando con pólvora del Rey (rey republicano, eso sí) y ha pedido subir el listón hasta los… 100 diputados, que es una cifra redonda que no se le ocurre a cualquiera. Empezando a negociar yo pediría 200 o 250, que para bajar siempre hay tiempo, y así hasta yo misma podría llegar a tener escaño en Gilitos como presidenta del Club de los Almendritas Saladas, que es una sociedad secreta de lo más refinada y aportaría mucho picante al sistema. No sabe usted lo lista que soy. Este Gascón se merece ser eurodiputado en las elecciones de junio y seguramente pensando en eso le ha incluido Irene Montero en su lista. Que por supuesto también lo es.
El caso es que este fin de semana Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo han coincidido de fiesta en Galicia, pero Page y Núñez tampoco se han visto las meigas. Siempre distantes y fríos. Page estaba volviendo de China y el hombre sufrió lo suyo por no poder reunirse con Sánchez, que estaban ambos locos por verse, aunque Núñez tuvo más suerte y se hizo el selfie de familia con Feijóo y todo el PP de Castilla-La Mancha, que no faltó casi nadie. Miren la apelotonada foto y verán.
Es decir, todos contentos: Sánchez porque no tuvo que cruzarse con Page, Page por la misma razón que Sánchez en viceversa, Feijóo porque mantiene a todo el PP como una piña en torno a lo suyo y Núñez, el bueno de Paconúñez, porque cada vez que da la mano a Feijóo y se hacen la foto se siente feliz y confirmado en su liderazgo en Castilla-La Mancha, que ahora mismo parece ser su principal objetivo. Le quedan poco más de tres años para ser presidente.
O sea, que todo fluye por su natural y hasta Isabel Rodríguez, la ministra manchega de la Vivienda, ha encontrado hueco en la nueva ejecutiva federal sanchista, que se lo merece y es el mejor sitio político ahora mismo para vivir calentito. En Isabel empiezan y acaban todos los nombres del PSOE de Castilla-La Mancha que se han colocado a la sombra del líder, que es alargada y extenuada de tentáculos imposibles. Felicidades a la ministra y que siga el festín. Page seguirá expulsado del paraíso y ese tren sólo avanza en una única dirección. La de este lado del muro.