Siempre nos quedará Joaquín. Su ejemplo y su mensaje de esperanza. Su talante de ver una oportunidad en un mazazo de salud. La increíble entereza con la que se enfrenta a su nueva situación vital desde que, en la noche del 17 al 18 de septiembre, en la duermevela de la madrugada, con la carga acumulada del trabajo y la tensión, Joaquín Romera sufrió un grave episodio de salud que cambió su vida y su forma de pensar y de sentir. Su manera de afrontar su día a día y de mirarlo todo: la familia, los amigos, el trabajo, la política, la fe. Un ictus cerebral dejó paralizada una mitad de Joaquín, actualmente en fase de recuperación, pero mantuvo intactos su cabeza y su corazón y quiere contarlo para dejar un mensaje rotundo: "La vida es maravillosa y cada segundo cuenta". Y una idea con carga de profundidad: siempre que sea posible hay que convertir las crisis en nuevas oportunidades. Sólo lamenta una cosa, no haber podido tocar el piano desde entonces, una de sus grandes aficiones junto con la guitarra y la fotografía.
A lo largo de nuestra conversación, reposada, tranquila, dando sabor y textura a cada palabra, en su despacho oficial, luminoso y moderno de la Diputación de Toledo, Joaquín Romera va atravesando visiblemente varios estados de ánimo, mascullando sensaciones. Recorre sus emociones con intensidad y la charla pasa de ser una entrevista a convertirse en una fascinación: reflexiona, ríe, bulle su mirada ora serena ora burbujeante, se emociona y pausa los silencios, le asalta el brillo en los ojos y siempre vuelve a su nueva palabra favorita: alegría. Alegría y vitalidad. Joaquín se ha abonado a la felicidad de vivir cada momento y a la paradoja de haber encontrado esta nueva luz que, a sus 49 años y después de casi medio año en el hospital, del 18 de septiembre de 2023 al 23 de febrero de 2024, le ha sobrevenido en forma de entusiasmo existencial y una nueva perspectiva para afrontarlo todo en las peripecias de la vida.
Con la muerte pisando los talones, Joaquín Romera da el protagonismo fundamental a su familia. Casado y con dos hijos de 11 y 8 años, este hombre luminoso lo mira todo ya de otra manera y cree que su mensaje puede dar esperanza y levantar a mucha gente. Se ha convertido en un optimista irremediable. Los días previos al ictus que lo ha cambiado todo fueron especialmente duros y tremendos para el vicepresidente de la Diputación: la DANA de aquel dramático domingo 3 de septiembre impactó de una manera trágica en muchos pueblos de la provincia de Toledo y Romera llevaba dos semanas batallando a tiempo completo contra los destrozos de la naturaleza y el sufrimiento de los afectados, un día y otro día y otro día, y eso probablemente hizo herida en su corazón y en salud. Resultó demasiado duro incluso para un empresario como él, acostumbrado a batallar desde los 18 años y con una larga carrera política. La zona cero particular de Joaquín Romera fue Yunclillos, donde su coche desapareció por las lluvias torrenciales, pero su intenso recorrido por toda la provincia, especialmente La Sagra, golpeó su fortaleza: "Fue tremendamente duro, pero no vi a nadie derramar una sola lágrima, para mí fue un ejemplo de vida", recuerda de aquellos días terribles.
Pregunta. Joaquín, ¿cómo recuerda la noche del ictus, aquel 18 de septiembre?
Respuesta. Las dos semanas previas fueron tremendas por la DANA. Habíamos llegado al gobierno de la Diputación en julio y el 3 de septiembre lo que ocurrió fue dramático. Vimos panoramas dantescos. Creamos rápidamente un comité de crisis y nos echamos toda esta situación a las costillas. Actuamos con mucha urgencia para atender a decenas de pueblos afectados y eso te genera mucho trabajo, mucha tensión y al final, cuando estaba todo más o menos en marcha, quiso Dios, yo soy una persona muy católica, ponerme a prueba y me dijo, aquí tienes un ictus, para que lo superes y vivas con él. Y así fue. La noche del 17 al 18 de septiembre. Yo había estado todo el día y el fin de semana anterior con una actividad bastante importante. Llegué a casa y ocurrió una cosa que te puede ocurrir, por ejemplo, cuando estás cambiando una bombilla. Y lo que ocurrió fue que sentí un calambrazo, un calambrazo que me recorrió el cuerpo de arriba a abajo. Fue una venita o una arteria que me estalló en la cabeza. Te recorre el cuerpo de arriba a abajo y automáticamente dices, ¿qué ha pasado?
P. ¿Le despertó ese calambrazo?
R. No, ya estaba despierto. Gracias a Dios estaba despierto. Si hubiera estado dormido, tal vez me hubiese despertado o tal vez no. Estaba despierto y fui consciente de todo. De lo contrario, quien sabe si hoy podría estar aquí hablando contigo.
P. ¿Y con la perspectiva de hoy piensa que esta actividad frenética por la DANA tuvo una incidencia directa en este episodio de salud?
R. Yo lo que sí creo es que estaba trabajando mucho. Tengo la virtud de trabajar y trabajar y me gusta mucho el servico público. Y yo no veía riesgos para mi salud, aunque tengo que decir que yo en aquel momento estaba con mucho peso. Pesaba 120 kilos y ahora peso 85, he perdido 35 kilos. Yo pesaba muchísimo y el estrés se queda por dentro, no te da voces, no te da golpes, no te grita... Si me preguntas si esto influyó, ahora te puedo decir que tal vez sí. Si yo sé que me va a dar un ictus haciendo lo que hice, quizás no hubiese puesto tanta empeño, no. No, pero sobre todo porque ves lo que has podido perder, porque en realidad, después de todo este episodio, no he perdido nada.
P. ¿Eso siente, que no ha perdido nada?
R. O sea, las limitaciones que me quedan son superables, muy superables. Lo peor hubiese sido haber fallecido, que estuve a puntito de morir, estuve una semana en la UVI. Yo no sabía cómo estaba de malo. Pero si lo hubiese sabido, no hubiese estado tanto tiempo trabajando, hubiese mandado a gente, me hubiese quedado en casa, hubiese empezado una dieta, hubiese empezado a andar, a hacer ejercicio. No soy una persona de fumar, ni de beber, ni de hacer nada raro. O sea, que al final soy una persona normal, el típico español, gordito, bajito, simpático, que le gusta mucho su ciudad y su provincia y que se dedica a ellas.
"No lo vi venir, pero tal vez mi cuerpo sí me envió alguna señal"
P. ¿Y no hubo ningún aviso de salud en los días previos que indicase lo que podía pasar? ¿no sentía agotamiento o estrés? ¿alguna mala sensación que le pidiera parar?
R. Al contrario, me cargué, me cargué más. Te puedo decir que el fin de semana que me dio, que me dio un domingo por la noche, yo el viernes había recorrido tres pueblos por la tarde, el sábado había recorrido cinco pueblos y el domingo estuve en un pueblo por la mañana, en Madrid, luego en otro pueblo, acabé en mi casa a la una y media de la mañana y en media hora me había dado el ictus. No lo vi venir, no tuve más allá de un dolor de cabeza normal. Pero he pasado mucho tiempo pensando en el hospital y quizás si es verdad que unas semanas antes sí tenía presión en la cabeza, tenía dolor de cabeza, pero entonces pensé que era un dolor de cabeza normal. Con la perspectiva de hoy, tal vez ese dolor me estaba enviando alguna señal. Creo que ahora mismo la gente tiene que pensar muy mucho en los factores de riesgo que pueden tener estas cosas. Estas son las cosas que te vienen como un cataclismo. Entonces te puede venir por estrés, ansiedad, hipertensión, obesidad, fumar, beber, drogarte... Te puede venir por 14 causas, según te dicen los médicos.
P. ¿La genética es una de ellas?
R. Genéticamente, a mi padre le dio hace 20 años un ictus. Yo era propenso. Eso fue lo que me enseñó y me sirvió para mi caso. El haber tenido cerca de casa un ictus, como yo ahora mismo estoy hablándote a ti de él con toda naturalidad, me hizo saber lo que me estaba pasando. Si yo no tengo ese ligero conocimiento o esa visualización de lo que era un ictus, pues lo mismo no estaba aquí con vosotros. Porque a mí me hubiese dado un calambrazo y ya está, ¿vale? No se mueve la pierna, no se mueve el brazo, pero te echas las sábanas por encima y de nuevo a dormir. Porque además me llegó la somnolencia típica del ictus. Entonces al final tuve ese conocimiento de saber un poquito de qué va esto y desperté a mi mujer para decirle que me estaba dando un ictus.
P. ¿Cómo fue ese momento clave?
R. Yo a mi mujer la llamo y le digo, Estela, llama al 112, me está dando un ictus. Y llamó también a mi médico. Tengo un médico, que además ha sido de toda la familia, Felipe Madruga, que apareció en cosa de 10 minutos en casa. En un cuarto de hora aparecieron las emergencias. Y recuerdo prácticamente todo hasta que entré al hospital. Yo era perfectamente consciente de lo que me estaba pasando, y con la mitad del cuerpo paralizado. En ese momento intenté ponerme en pie, como haría cualquier persona, y como tenía la mitad del cuerpo muerta, me caía el suelo. O sea, yo antes de que llegasen las emergencias, cuando intenté incorporarme, me caía el suelo. Entonces en ese momento, había que prepararse para irse al hospital. Pero prepararse con la frialdad que te estoy contando. Decirle a mi mujer, ponme una almohada, no me levantes, me está dando un ictus, vísteme que nos vamos al hospital. Me montaron en una silla de ruedas porque no entran las camillas ahora en casa. Te sacan a la calle, te montan en una camilla y en una UVI. Vomitas un par de veces, que fui consciente. Y entras en el hospital como en las películas.
"Lo primero que hice al despertar fue pedir el móvil, mi cerebro seguía con su ritmo"
P. ¿Y qué pasa entonces, qué recuerda?
R. Me han contado que me pusieron algo para sedarme. Pero entré al hospital y en ese momento ya no soy consciente hasta que despierto en la UVI. Era el 18 de septiembre, ya por la mañana. Dice mi mujer que subió a verme a la UVI a las 5 de la mañana y que lo primero que hice fue pedir el móvil. Claro. Digamos que el trabajo en el cerebro seguía funcionando. Estaba, claro. La cabeza seguía pensando, dame el móvil que tengo que llamar, dame el teléfono. O sea, y eso me pasó además durante varios días en la UVI. Me pasó que yo, la actividad que tenía, pletórica, continuaba. No era consciente... El cerebro funciona por sí mismo. Tiene su propio ritmo. Y yo no era consciente, así que pedía el móvil, que tengo que seguir. Y tráeme el ordenador, que yo tengo que seguir, que tengo que llamar, que tengo que hablar.
P. Su cabeza seguía en ebullición...
R. Sí, yo tenía mi agenda programada, era lunes y tenía muchas cosas que hacer. Pero al final yo tenía en la puerta del hospital, esperando, a la gente con la que trabajaba. Mi mujer les dijo que estaba con un ictus y que no iba a ir a trabajar. Tenía aquí a la gente esperando, para ellos tuvo que ser dramático, yo lo vi en primera persona y ellos me han emocionado porque son gente gente con la que trabajo, pero al final son amigos. Y son personas que te quieren. O gente en la casa, con la que simplemente te cruzas un buenos días, o qué tal te está tu familia, gente que se rompe a llorar porque no has llegado ese día. Y las noticias entonces no eran muy alentadoras... Claro, se paró todo. Yo tenía una agenda programada y todo se paró.
Los dantescos y terribles días de la DANA del 3 de septiembre que arrasó los pueblos de Toledo
Aquel fue el momento terrible pocas semanas después de arrancar la legislatura para Joaquín Romera, vicepresidente de la Diputación de Toledo. La DANA del 3 de septiembre arrasó con lluvias torrenciales muchos pueblos de la provincia y todo cambió de pronto en el gobierno de la institución provincial que preside la popular Conchi Cedillo. Hubo que crear con la máxima urgencia un comité de crisis y preparar los primeros dispositivos de emergencia para ayudar a tantas personas afectadas. Posteriormente se aprobaron 10 millones de euros en ayudas directas. Fueron días incansables de total actividad para Romera, que se volcó absolutamente en la crisis provocada por el temporal y perdió su coche en Yunclillos, además de vivir situaciones trágicas y ver el agua con dos metros de altura. En toda la zona de La Sagra, el vicepresidente de la Diputación vivió escenas que él mismo define como "dantescas", días cargados de sufrimiento de la gente y pueblos arrasados. Romera llegó a ver la autovía A-42 "completamente desaparecida, como si fueras a la guerra, estallando todo y cayendo piedras del tamaño de mi cabeza". Su testimonio es brutal y aquelló fue la antesala del ictus que sufrió en la noche del 17 al 18 de septiembre. No lo vio venir, pero en aquellas semanas previas a esta crisis de salud, Romera vio casas destruidas, gente encerrada dentro y personas mayores a las que hubo que sacar casi desnudas del temporal. "Me acuerdo de una señora de 85 años cuando la sacamos y se agarró al único recuerdo que le quedaba de sus padres", cuenta Romera. "Si no me agarro a él, no tengo nada", dijo la mujer en medio del desastre. Hubo que trabajar a contrarreloj, contratando medios privados de urgencia, buscando máquinas de limpieza y brigadas, arreglando todos los destrozos. Un caos y una terrible experiencia. "Fue tremendamente duro, pero no vi a nadie derramar una sola lágrima, para mí fue un ejemplo de vida", afirma Romera emocionado. Vivió en primera persona todo eso entre el 3 y el 17 de septiembre. Y en la madrugada del 18 todo cambió en su vida para siempre.
P. ¿Su vida corrió peligro real en algún momento?
R. A mí me trasladan mi mujer y mi médico que les piden rezar para que no os tengamos que llamar esta noche. Cuando me subieron a la UVI. Rezar para que no os llamemos. Y a mi mujer le dijeron que iba a quedar con daños irreversibles. Entonces, hubo un riesgo, un par de días, donde toda la gente cercana lo sabía. Y ahora soy consciente, porque según venían a verme a la UVI eran caras de funeral. La gente estaba descompuesta. O sea, la familia y los amigos... descompuestos. Eso lo interioricé cuando yo llegué a mi hospital de rehabilitación y ya me contaron lo que había pasado. Y yo al final empecé a decir... Claro. Es que mi mujer parecía, pues eso, que estaba ante los últimos días de su marido. Y mis padres igual.
P. ¿Usted fue consciente de eso en aquel momento? ¿supo que se podía morir?
R. Yo si me hubiese muerto, me hubiese muerto muy feliz. Sin ningún tipo de dolor. Y sin ningún tipo de sentimiento. O sea, sentimiento de que me estoy muriendo a Dios. Digamos, estaba tan a gusto... Porque me dio el ictus y ya está. Pero claro, lo que había en la cabeza no era dolor, no era sangre, no era una herida, no era una fractura. Digamos que podía hablar con dificultad. Digamos que me podía haber muerto, sí. Porque tenía prácticamente una pelota de golf encima, dentro de la cabeza. Pero ese sentimiento de que me podía morir lo tuve después, cuando estaba en rehabilitación, y sí, me costó.
P. ¿Y en qué momento fue eso?
R. Un mes después. A mí un mes después me dicen lo que tenía en la cabeza. Me dicen las posibilidades de vivir que hubiese tenido. Que con un tipo de derrame como el mío, era prácticamente al 50% se vive y al 50% se fallece. Y después... De los que viven de la lesión como la mía, se recuperan un 30%. Es decir, he entrado en la lotería de la suerte de que he vivido y encima me estoy recuperando. Yo tuve un tratamiento lógicamente durante todo mi período psicológico. Y me ayudó mucho porque cuando empiezas a ser consciente, pides explicaciones a tus médicos, a tus amigos, a tus padres, a tu mujer. De que me cuenten todo lo que ha pasado. Yo hasta entonces estaba en una nube. Me estaba recuperando, conseguía mover una pierna, movía un dedo. Oye, pues ya está, está funcionando. Pero cuando te dicen eso, te vuelve otra vez a la cruda realidad. Y entonces es cuando dices... Madre mía, que has podido no estar aquí. Y entonces es cuando empiezas a tomar la perspectiva que tengo ahora. La perspectiva de que lo que me ha ocurrido... Se podía haber aliviado o no haber pasado si hubiese tomado las medidas. Y que ahora soy consciente de ello y quiero transmitírselo a todo el mundo. O sea, que te puede pasar esto, que no te enteras y te corta la vida de raíz.
P. ¿Cree que pudo haber hecho algo que no hizo para evitar lo sucedido?
R. Claro, claro. Yo empiezo en una maratón de trabajo con la precampaña electoral, en Navidad del año 22. Y ahí ya comienza un no parar, un no parar, un no parar. Y entonces dedicas mucho tiempo, como es mi obligación. Al partido, a preparar las listas de los pueblos, a conseguir un hito histórico, que es hacer listas en todos los pueblos y ganar 105 pueblos. Ganar unas elecciones con Carlos Velázquez en Toledo, que fue muy importante, que creo que además es la punta de lanza de todo este impasse que ha tenido el PP en estas elecciones. Y luego, pues ya está. Llegas aquí, te haces cargo de una Diputación con un equipo de diputados magnífico y nuevo, con mucha ilusión, apoyando a una presidenta que es magnífica. Y dejas a tu familia. Y entonces ahora te das cuenta de que has dedicado muchas cosas, mucho tiempo a tu obligación. Pero mi obligación era vivir. La obligación de todos es vivir.
P. ¿Dejó a su familia un poco de lado por el trabajo?
R. No, no, no, para nada, uno vive teniendo a su gente al lado y disfrutar con ellos cada momento, pero yo estaba dedicado plenamente al trabajo. Y hay mucha gente que se dedica al trabajo y le dan estos palos. Te puede dar un infarto, te puede dar un ictus, te puede dar una trombosis. Yo, con un trabajo de 8 horas y 16 horas de descanso, haciendo deporte y estando con mi familia, seguro que no me hubiese dado este ictus. Antes de la vorágine hacía 10 kilómetros diarios, o más, con mi médico. Luego, dejas de hacerlo, tomas muchos cafés al día, tomas bebidas con mucho azúcar y eso no es bueno. Y yo, además, he tenido una tensión por las nubes, 16-11, con 120 kilos y estrés. Y medicado. Y campaña. Y elecciones. Y precampaña. Y Diputación. Y todo eso fue un tic tac, tic tac, que hizo ¡pum!
P. ¿Estos hábitos han cambiado ya?
R. Sí, ahora trato de comer bien y regularmente en casa. Mantengo una buena dieta y con una rutina que me he marcado de buenos hábitos. Tomo el café descafeinado, como mucha verdura y he roto todos los malos hábitos anteriores de comer mal y a deshoras, la nutrición es muy importante. Alimentarse bien es muy importante. Hay que procurar sentirse bien, no tener colesterol. Yo tenía unos hábitos bastante buenos y dejé de tenerlos, y empecé a coger peso, no andaba y dormía muy poco.
"El mayor apoyo que tengo es mi familia"
P. Y con todo esto, ¿en algún momento de este proceso usted ha pensado en dejar la política, abandonar la vida pública?
R. El mayor apoyo que yo tengo es mi familia y ellos saben que me ven disfrutar. Cuando yo doy el paso para volver a primera línea, lo hablo con mi mujer y ella ya sabe que estoy bien. Para mí la política es una vocación y aquellos que me conocen saben que desde los 18 años me llevo dedicando a esto y que es una suerte para mí estar en política y hacer este trabajo. Para mí la política es dedicarle mucho cariño a los pueblos, a la gente que nos necesita, a la atención a los demás. Pero después del ictus sí hubo un momento en el que yo hablé con Carlos Velázquez, el alcalde de Toledo y presidente provincial de mi partido, y se lo dije: dime si quieres que siga, porque yo entiendo que mi sitio lo puede ocupar otra persona. Y fui muy consciente de lo que me pasó y le dije a Carlos que si tenía que disponer de mi cargo para alguna otra persona, no me importaba, pero me dijo que continuara. Que yo había empezado con él y que seguiría con él. Pero bueno, al final también te digo una cosa, cada uno sabe sus limitaciones. Soy el primero que sé dónde puedo llegar, sé cuándo puedo hablar o no puedo hablar, sé cuándo puedo intervenir en público, o sé cuándo... Aquí hay muchas... En política al final hay muchas veces que la gente vive mucho más de lo que se ve que de lo que hace. Y yo soy más de hacer que de ver. ¿Sabes? Yo soy una persona en la que soy más de lo que se hace que de lo que se ve.
P. ¿Cómo han afrontado sus hijos esta situación?
R. Son dos niños que me han hecho ser más padre. Porque al dedicarte mucho tiempo a estar fuera de casa, mi mujer ha llevado todo el peso con ellos. Y ahora tengo que ser más padre. Y a ellos los noto, que al haber estado seis meses fuera de casa, se acercan más a mí, y eso es lo más grande. Gracias a la mujer que tengo, que es maravillosa, les explicó estando en el hospital mi situación. Mi mujer les dijo, a papá le ha dado... le ha salido un cardenal en la cabeza y se tiene que recuperar en el hospital porque no puede mover un lado. Digamos que se le explica con lenguaje de niños lo que yo tenía. Pero los niños ya me dicen que papá tenía un ictus. Son conscientes. Lo saben. Incluso cuando ellos han venido a verme y han visto que he ido mejorando, pues oye papá, pues ahora andas mejor. Ahora levantas la pierna. Ahora puedes bajar escalones. O sea, ellos van viendo. Son niños, la verdad son niños y al final se adaptan, se moldean o lo que sea. A mí me sorprende cómo le dan una normalidad tremenda al ictus de su padre y a la recuperación de su padre. Incluso te puedo contar que hay veces en las que estoy sentado en el sillón y se queda alguno conmigo y cuando me echo una cabezada y me despierto y veo que el que está conmigo es el otro, le pregunto: ¿Y tu hermano? Y me dice, es que nos estamos turnando para estar contigo, papá. Son dos niños muy pequeños. Son muy bonitos. Eso me gusta mucho.
"Después del ictus, hablé con Carlos Velázquez y le dije que dispusiera de mi cargo"
P. Joaquín, en este momento, ¿cuál es la situación real de su salud y qué secuelas tiene?
R. Los neurólogos están siendo muy realistas conmigo y la lesión está en una zona donde ha tocado la parte motora y van a quedarme lesiones. No sabemos hasta dónde. En principio, la movilización del brazo izquierdo está muy complicada. Lo estoy recuperando, pero en la mano va a ser muy difícil que recupere la movilidad. Y andar, empiezo a caminar. Yo empecé a caminar con un bastón ortopédico. Ahora tengo un bastón normal de una punta. Subía escaleras y las bajaba con ayuda. Ahora lo hago yo solo. Subo rampas de maravilla. Físicamente, eso. Por otro lado, he trabajado mucho en logopedia porque sí que es verdad que te tengo paralizada la mitad de la cara. A lo mejor una pequeña parálisis ,e puede quedar, que me la aprecio yo o la gente que más me ve. Pero lo del brazo sí se te nota. En todo caso, estoy mucho mejor. Y luego, emocionalmente, estoy mucho más sensible. Yo creo que es una cosa habitual a quienes nos ocurren estas situaciones, que empatizamos mucho más, tratamos las cosas con más suavidad y ponemos mucho más cariño. Mucho más corazón.
P. ¿Qué significa eso en la vida real de cada día?
R. Pues que cada día voy saboreando momentos que te hacen recordar ese día. O sea, hay días en los que, a lo mejor, tengo que hacer dos o tres cosas que no me apetecen, porque hay que hacerlas, por obligación. Y hay cosas que las hago porque quiero. Ahora hago muchas más cosas porque quiero. Por ejemplo, tomarme un café contigo, estar aquí tranquilo, estar en esta entrevista. A lo mejor luego viene una persona a despachar una cosa de una obra y lo tengo que atender por obligación. Pero la empatía la pongo mucho más en momentos de estar tranquilos. En quedar con los compañeros, que no tengo que salir por la tarde, y reírnos un montón. Y hacer una reunión, que antes era mucho más seria, y darle un momento divertido. Yo ahora, a la gente que trabaja conmigo, y se ríen, les digo, que sean felices. Quiero que sean felices. Yo ahora mismo quiero estar rodeado de gente feliz y que está a gusto. Estuve a punto de morir, pero en realidad no he perdido nada y ahora cada momento es maravilloso.
P. La felicidad como bandera
R. Eso es. Yo quiero a mi lado a gente que esté feliz. Porque si ellos están felices, todo el mundo está a gusto. Crear un clima de felicidad y buen ambiente es maravilloso. Pero también es verdad que la cabra tira al monte y al final, en relación a la familia, pasas mucho tiempo fuera, pero ya sólo dedico al trabajo el tiempo real que necesito, no más. Yo ya me quito mucha agenda, le dedico mucho tiempo a los niños. Quiero estar pendiente de su día a día porque los momentos que pasan no vuelvo a vivirlos y son niños ahora, pero van a ser hombres dentro de poco tiempo. Entonces, sí, estar en casa con mi mujer, con mis padres y con los amigos, me gusta mucho, mucho, mucho.
Un político clave en el PP de Toledo
Joaquín Romera es un todoterreno de la política en el PP de la provincia de Toledo y un trabajador nato. Y un hombre clave en el entorno más cercano del presidente provincial del partido y alcalde de Toledo, Carlos Velázquez, que quiere a Romera siempre a su lado. Después del ictus, Romera puso su cargo a disposición de Velázquez, pero el alcalde no quiere prescindir de él en la medida de lo posible. Casado y con dos hijos de 11 y 8 años, Joaquín Romera ocupa actualmente el cargo de vicepresidente de la Diputación de Toledo y delegado de Asuntos Generales, Empleo y Promoción Turística en el equipo provincial de gobierno que preside, Conchi Cedillo, de la que asegura que es una "maravillosa presidenta". Para Carlos Velázquez tiene también una palabra carga de enigma y de sentido, y la recalca con intensidad: "Futuro". Afiliado al Partido Popular desde 1992, Romera tiene 49 años, es graduado en Gestión y Administración Pública por la Universidad de Castilla-La Mancha y tiene en la familia a su gran pasión. Vicesecretario de Organización del PP de Toledo de 2003 a 2007 y de 2021 hasta la actualidad, Joaquín Romera ha sido concejal de Toledo y Manzaneque, y actualmente lo es de Yunclillos. Es un apasionado de la música, lamenta que, desde el ictus, no ha podido volver a tocar el piano y se queda fascinado cuando habla de fotografía, otra de sus grandes aficiones. Tiene miles y miles de archivos fotográficos y presume de tener un equipo de fotografía de alta calidad. Una cosa dejó clara durante nuestra conversación: el servicio público es su gran vocación y está lleno de ideas. Su entusiasmo ahora, del 18 de septiembre para acá, ya parece ilimitado.
P. ¿Hay un antes y un después en su manera de ver la vida y decidir las prioridades?
R. Yo soy como soy, me tienen que echar de aquí, pero mi prioridad ahora mismo es recuperarme. Yo todos los días por la mañana lo primero que hago es ir a rehabilitación. Tengo un calendario muy intensivo de rehabilitación. Están trabajando conmigo gente magnífica. Y ellos se desvíen conmigo. Y a partir de ahí, me organizo el día. Lo primero es recuperarme porque sé que ahora soy una persona que tengo que vivir todavía muchos años. No vale un parche para estar sentado en un sillón. No, yo quiero andar. Yo quiero ser independiente. Yo quiero empezar a volver a conducir, coger un coche. Entonces, para eso tengo que trabajar mucho. Es lo primero. Luego, a partir de ahí, los días transcurren con tu familia, lógicamente, sacando todo el tiempo posible. Pero también le dedico mucho tiempo a esto, al partido y a la Diputación. Pero, bueno, lo dedico porque quiero. Y con muchas ganas. O sea, no con obligación. Soy una persona que, aunque me ha quedado una pequeña parálisis y que antes sonreía de otra forma, soy una persona muy positiva en todo. Muy positiva. Y ahora mucho más.
"Soy una persona muy positiva en todo, pero ahora mucho más"
P. ¿Se ha abonado usted entonces a la filosofía del carpe diem? Le he oído decir que "cada momento del día es maravilloso"...
R. Yo quiero hacer bandera de la fe. De la fe en Dios. Es uno de los pilares por los que yo estoy hoy aquí, y estoy como estoy, por la fe que me han inculcado mis padres, la fe que he aprendido, y la fe que nunca me va a fallar. Yo estoy hoy aquí por la fe y las ganas que tengo y las gracias. Decías tú esa frase, agradecer todos los días cuando te levantas y decir va a ser un día maravilloso. Hay que dar gracias de que hoy va a ser un día maravilloso. Y disfrutar de ese día, a lo mejor no como si se fuese a acabar, no como si no hubiera un mañana, pero disfrutarlo y saborear todo el día. Saborearlo todo, cada momento. Este momento lo estoy saboreando, lo he dicho antes, pero es que cuando venga otro, lo saboreo. Cada momento que tengo del día lo vivo con una intensidad tremenda.
P. ¿Y eso no le sucedía antes del ictus?
R. No. Yo era una máquina, una máquina, y ahora miro para atrás y te puedo contar que yo he llegado a casa y he hecho limpieza de cosas que guardaba y que no necesitaba para nada. He llegado y he empezado a priorizar lo que tengo. ¿Para qué tengo todo esto aquí guardado? Fuera, a tirarlo. No lo necesito. Es un cambio de ciclo. Igual que he tenido que cambiar el vestuario porque no he encontrado en el armario de casa ropa para mí. Es gracioso eso. Mi mujer me decía, ni de novios tienes ropa para ti. Yo he llegado a mi despacho, que era mi vida, que era donde yo organizaba todo y he priorizado lo que quiero tener. Y lo que no quiero tener lo he tirado todo. He empezado a tirar bolsas y cajas de cosas porque ¿de qué sirve muchas veces guardar cosas si el viaje que vamos a hacer todos no nos cabe nada? ¿De qué sirve coleccionar cosas? Yo ahora voy a vivir de otra forma.
P. Eso es profundo y muy significativo. ¿Tiene algo que ver con su fe?
R. Se tiene fe o no se tiene. Puede venir o se puede ir. Yo tuve también un momento muy importante cuando el covid, que lo pasé muy mal. Estuve 45 días con el covid en casa sin salir. Y ahí me agarré mucho a la fe. Y ahora me ha agarrado mucho. Esto que te voy a decir se lo dije al arzobispo, don Francisco Cerro, cuando me llamó para preguntarme cómo estaba. Cuando me estaba dando el ictus en uno de esos momentos de espera yo me puse a rezar un Padre Nuestro. Y entonces no fui egoísta porque la gente siempre pide milagros. Que me cure, que no me pase, que no sé qué. Simplemente le pedí que no me abandonase. Que estuviese a mi lado, saliese esto bien o saliese esto mal. Porque yo cuando te da el ictus y estás esperando que vengan las asistencias se te pasan por la cabeza muchísimas cosas. Muchísimas cosas porque al lado tienes a dos niños pequeñitos durmiendo. Y yo era consciente de que tenía a mis dos hijos y que mi mujer podía sacarme de casa y no volver yo a casa nunca más. Entonces en ese momento yo le pedí a Dios que no me abandonase. Que me diera fuerzas, que estuviese a mi lado. Al final la cosa transcurrió regular y le tengo que agradecer todo. Todo porque yo cada día me levantaba dándole gracias. Porque es maravilloso. Hay que hacer el bien, hay que ser positivos. Incluso en el hospital me presté a ir a hablar a la gente que venía con amputaciones o con problemas o que no superaban los que tenían porque les tenía que demostrar que lo más bonito que tenemos es la vida. No hay nada más bonito que la vida. Si no tenemos la vida no tenemos nada. Sin la vida no se tiene familia, no se tiene trabajo, no se tienen amigos.
"Estoy muy feliz, cada momento del día lo vivo con una intensidad tremenda"
P. Ha dado usted la vuelta al problema, saca una oportunidad de una crisis
R. Yo estoy super feliz. A lo mejor esta sensación de felicidad no la tenía antes, pero ahora soy muy feliz. A veces la gente se lastimiza contigo, pero cuándo me preguntan cómo estoy siempre dijo que estoy de maravilla. ¿Qué llego más tarde? No pasa nada, salgo antes. ¿Que me cuesta subir las escaleras? Pues subo tranquilo y tardo un poquito más. De todo dificultad que se me pueda poner yo hago un reto de vida.
P. Entonces, ¿hay algo positivo en todo lo que le ha ocurrido?
R. Sí, no hay nada negativo. Nada negativo, es todo positivo. Esto nos pasa por algo. Yo dentro de mi manifestación de fe te voy a decir una cosa, esta es la cruz que me toca llevar. Y la llevo con toda dignidad. Con sonrisa, con positivismo y dando testimonio de ello para que la gente sepa de verdad lo que es. Y vamos, ese testimonio lo tengo que llevar. En la fe vas a encontrar cosas maravillosas. Estando yo en el hospital llegó la enfermera que me ayudaba a cenar todos los días, estábamos los dos solos y me trajo una pulsera, me la puso y me dijo: el Cristo de las Maravillas te va a ayudar a salir de aquí. Yo estaba en la cama, no me podía levantar. Rezaré por tí, me dijo. Y yo la pasada semana, el día 23, me personé en Segurilla para sacar al Cristo de las Maravillas. Y no me he quitado la pulsera desde que me la dio. Y prometí volver. No soy una persona acérrima, pero tengo fe. Yo no soy nadie para demostrar que tenga fe, pero lo he absorbido como una esponja. Tienes suerte en la vida, me digo.
P. ¿Esta crisis de salud le ha demostrado la amistad de mucha gente?
R. He estado tan cerca de la muerte, parece ser que he estado tan cerca de la muerte y era tan duro lo que me pasaba, que una ha visto la cantidad de gente que se ha preocupado por ti. Mira, me quitaron el teléfono y me dan veinte días después del ictus y tenía mensajes de 502 personas distintas. Quinientas dos personas distintas. Mi padre, que es muy metódico y me está cuidando mucho y está muy cerca de mí, me trajo un cuaderno con todos los nombres y apellidos de toda la gente que había llamado para preguntar por mí, y eran en torno a 800 personas.
P. ¿Y eso qué significa para usted?
R. Me emociona porque algo habré hecho bien. Me abruma porque hay gente que conoces de la calle que ha preguntado por tí. Gente que fue al colegio con tus padres que ha preguntado por ti. Gente a la que también le ha dado un ictus y se me acerca a contarme Joaquín, he leído que te ha dado un ictus ¿Cómo estás? ¿Cómo no das testimonio yo de esto? Se puede saber de verdad que del ictus se sale, que del ictus se vive. Hay que luchar contra ello, hay que poner freno, que nos cuidemos todos porque hay mucha gente anónima que no puede dar este testimonio, el testimonio de que lo podemos sufrir todos, pero después se vive y es magnífico y se vive de maravilla.
P. Y después de todo esto, ¿qué es lo esencial, lo más importante que se lleva usted de lo que le ha pasado?
R. He recibido una oportunidad de vivir de una forma distinta. O sea, tengo dos cumpleaños: un 18 de septiembre y un 21 de octubre, dos cumpleaños que celebrar y que celebraré pero sobre todo lo que me ha pasado es que ahora valoro mucho más la vida y valoro mucho más a la gente. También te digo una cosa, igual que vuelvo con más empatía, vuelvo con menos filtro. Yo no soy nadie, no soy un superman, pero yo no veo en esto ningún problema, al contrario, todo esto son oportunidades.