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"¿Cómo se puede reducir el riesgo de inundación a través de medidas basadas en la naturaleza?" Esta es la pregunta que ha intentado responder la Cátedra del Tajo UCLM-Soliss en su última comunicación y que apunta a la puesta en marcha de acciones que "potencien la infiltración" del agua en el terreno para mitigar efectos devastadores como los de la DANA que sacudió el pasado 29 de noviembre a Valencia y zonas de Castilla-La Mancha como Letur (Albacete) y Mira (Cuenca).

Los componentes de esta Cátedra reconocen que el origen del problema radica en que "las sociedades modernas, en su afán urbanizador, han ido ocupando espacios que eran de los ríos y de los arroyos" y que "de vez en cuando reclaman" este espacio.

De ahí, que en un momento de "emergencia de cambio climático" con cada vez más episodios extremos de lluvias, crean necesario "preparar el territorio para un mayor número de periodos extremos, mayores periodos de sequía y de lluvia, quizás más cortos, pero también más intensos".

Según defienden, estas soluciones basadas en la naturaleza permiten preparar el terreno para episodios de lluvias extremas ralentizado la circulación del agua de lluvia a través de acciones que "potencien su infiltración en el terreno" y evitar así el daño que produce la escorrentía de grandes cantidades de agua en superficie.

Ciudades más permeables

En el ámbito urbano, estiman necesario hacer las ciudades "más permeables" con la creación de más zonas verdes, la sustitución de pavimentos impermeables por otros capaces de drenar y el aprovechamiento del agua que recogen los tejados o patios particulares, lo que permite reducir el agua que circula en superficie y en las redes de alcantarillado.

Uno de las necesidades que señala la Cátedra del Tajo es la recuperación de los cursos fluviales en el interior de las ciudades porque "no es el río el que atraviesa el municipio, sino las viviendas y servicios comunes los que se encuentran ocupando su espacio". En este punto, señalan la "falsa sensación de seguridad" que pueden producir las canalizaciones porque ante un volumen de lluvias extraordinario, pueden ser incapaces de encauzar las riadas, con lo que el agua desborda con mayor velocidad y capacidad destructiva.

"Con el fin de proteger a la población, es más conveniente reubicar a la población residente en zonas inundables, así como escuelas o centros médicos y deportivos, en zonas más seguras", una solución que apuntan puede ser la más rentable a largo plazo.

Barro

Además de las actuaciones que atañen directamente a los núcleos poblacionales, recuerdan que el agua que inunda estas zonas, normalmente, proviene de la escorrentía generada en las zonas rurales adyacentes, de las cabeceras y partes altas de ríos y arroyos.

La acción de las lluvias en zonas desprovistas de vegetación, hace que se pierda suelo fértil y que el agua, incapaz de ser retenida e infiltrada, arrastre ese suelo que llega a la zona de la inundación en forma de barro. 

Para mitigarlo, plantean actuar aguas arriba de las poblaciones para evitar la pérdida de suelo en las tierras cultivadas y yermas y que el agua llegue a las zonas urbanas en tanta cantidad y velocidad que sea capaz de generar desastres.

En este sentido, proponen recuperar las lindes con vegetación entre parcelas que puedan actuar como pequeñas zonas de retención e infiltración de agua, además de reparar la vegetación ribereña autóctona en los cursos de agua, ya que genera un efecto positivo en la ralentización de la avenida y en su infiltración.

Del mismo modo, creen capital "recuperar el trazado natural de ríos y arroyos" para favorecer cursos sinuosos que ralentizan y favorecen la infiltración, y que se renuncie a cultivar en zonas de alta pendiente.

Respecto a las infraestructuras de comunicación como caminos, carreteras, autovías y vías de tren, la Cátedra del Tajo ha advertido que en algunos casos funcionan como pequeñas presas que pueden tener consecuencias muy dañinas.