Celia, Monserrat o Francisco, los rostros del COVID-19 en Tomelloso: "Nos han mandado a una guerra sin armas"
A comienzos de marzo, localidades españolas como Tomelloso (Ciudad Real), Haro (La Rioja), Labastida (Álava), Igualada (Barcelona) o Valdemoro (Madrid) se convirtieron en símbolo del miedo y de la tragedia en un país conmocionado. Hoy, dos meses y medio después, tratan de recuperar la normalidad, con las heridas aún abiertas, el dolor en el recuerdo y el miedo a un rebrote.
En el corazón de La Mancha, con unos 36.000 habitantes, el primer caso de coronavirus en Tomelloso se detectó el 4 de marzo y el primero deceso por COVID-19 ocho días después. Desde entonces, el cementerio de la localidad ha contabilizado 184 enterramientos por coronavirus confirmados o sospechosos. Una situación "terrible, muy dura" que de un modo u otro ha afectado a todos los vecinos de la localidad, explica la alcaldesa, Inmaculada Jiménez.
"Ha sido una locura", resume la enfermeraCelia Menchén, quien a mediados de marzo pasó a atender pacientes de COVID en el Hospital de Tomelloso pese a que hasta ese momento estaba en consultas. Como otros muchos sanitarios, no puede evitar la metáfora bélica: "Eso es para vivirlo, parecía que estábamos en una guerra, sin poder ayudar a nadie, no daba tiempo, no había recursos, nada". "Nos han mandado a una guerra sin armas", lamenta.
"Ha sido muy duro ver a gente que fallecía sin poder despedirse de sus familiares", afirma Menchén, sometida a un miedo y a un estrés sin precedentes durante al menos un mes y medio. En su hospital, los peores días se vivieron a finales de marzo, si bien hasta primeros de mayo no se comenzó a notar cierto alivio.
Hoy, en fase 1 desde el pasado lunes, quedan alrededor de una decena de pacientes con COVID-19 y "poco a poco" va superando la situación, pero "hay gente que sigue con miedo, que no ha salido a pasear aunque ya se puede", mientras que otras personas "están empezando a retomar en la medida de lo posible la vida ordinaria".
El vecino que ya no está
Coincide en el diagnóstico con la alcaldesa, quien detecta que "la situación es más tranquila" y los tomelloseros van asimilando "la crueldad" de lo vivido, porque se van "dando cuenta" de que ya no está "el vecino con el que coincidían al comprar el pan o el dueño de la tienda" a la que solían acudir.
Van recuperando sus vidas "con temor y con fortaleza", y también "con prudencia y tranquilidad", para avanzar con paso firme."Tomelloso es una ciudad de emprendedores y luchadora. Juntos, unidos y fuertes vamos a salir", subraya Jiménez.
Próximamente, el Ayuntamiento hará un homenaje al personal sanitario, a todos los vecinos que han mostrado su solidaridad aportando lo que tenían para combatir la pandemia y a los fallecidos, para que "se recuerde la historia, terrible y trágica, que ha tocado vivir".
Uno de los supervivientes es el periodista Francisco Navarro, que estuvo ingresado un mes en el Hospital General de Tomelloso, al que llegó "con un pie prácticamente en la tumba". "Hay mucho dolor por tantos fallecimientos y por cómo se han producido", los vecinos "necesitan mensajes positivos para remontar esta situación", cuenta.
Y es que "el miedo bloquea" y hay que "controlar las emociones", asegura Monserrat Jiménez, una paciente inmunodeprimida afectada de cáncer que superó el coronavirus y que no dudó, pese a ser de alto riesgo, en entrar como voluntaria en la residencia de mayores privada de la Fundación Elder, una de las más afectadas del país, donde se encuentra su madre, para "sacarla adelante" y atender a otros que “solo te pedían que les dieras la mano”.