Cuando Gemma Oliva Sánchez empezó a conducir ambulancias con 19 años en la provincia de Ciudad Real eran no más de cinco mujeres en ese puesto. Doce años después, Digamar Servicios, empresa concesionaria del servicio de ambulancias en Castilla-La Mancha, cuenta entre sus trabajadores con decenas de técnicas de emergencias sanitarias (TES) plenamente integradas en la plantilla, según la compañía.
Coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer, Digamar Servicios ha querido visibilizar el papel que desempeña la mujer en el sector de la sanidad y de los cuidados, una misión fundamental a la que Gemma, de 31 años, pone rostro. “Cuando yo empecé hace 12 años éramos solo cinco mujeres conduciendo ambulancias en el área de Ciudad Real y los pueblos de alrededor, pero ahora somos muchas”, explica esta joven natural de Malagón (Ciudad Real), que destaca que nunca ha notado diferencias de trato por el hecho de ser mujer.
“Ni por parte de mis compañeros ni en la empresa, todo lo contrario. He sido y sigo siendo una más del equipo. Donde sí se notaba diferencia era con los pacientes, porque siempre había alguno que decía si le iba a llevar al hospital una mujer o si le íbamos a tocar”, explica. En este sentido, asegura que con los años se han ido rompiendo muchos estereotipos y se han ido cambiando mentalidades, por lo que anima a cualquier mujer a desempeñar este tipo de trabajos.
"Muchas mujeres piensan que son puestos para hombres porque es cuestión de fuerza y no es así, es de maña. Yo hago exactamente lo mismo que mis compañeros varones. Somos capaces de desempeñar el puesto que queramos”, recalca esta joven que ha hecho de su oficio su vocación, durante diez años en el servicio de programado (ambulancia convencional) y desde hace un año y medio en el servicio de Urgencias de Digamar.
Un trabajo duro emocionalmente
Los técnicos de emergencias sanitarias se enfrentan diariamente con situaciones extraordinarias y eso es precisamente lo que a Gemma le resulta más difícil de su trabajo: “No son los turnos ni conducir, lo más duro son los accidentes, las víctimas, paradas cardiorrespiratorias o pacientes graves con los que sabes que tu trabajo es crucial". "Por eso lo damos todo, por salvar vidas. Trabajamos con personas", recuerda.
Precisamente, ese peso emocional se ha visto incrementado con la pandemia de coronavirus, en un año del que esta joven afirma que ha sido el peor de su vida. "Todo lo que atendíamos era COVID, había mucho trabajo y fue muy duro, porque además evitábamos ver a nuestros familiares para no contagiarlos, porque somos profesión esencial y de riesgo. Ha sido demoledor, pero con todo yo no me veo en otra cosa. Es mi trabajo, mi vocación y me da muchas satisfacciones”.