La ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, ha reconocido que a la política "le hace falta una copa de vino" porque, a veces, en torno al vino se pueden encontrar puntos de encuentro con los que piensan distinto. Así lo ha indicado tras ser nombrada 'Embajadora del vino' durante la celebración de la Feria Nacional del Vino (Fenavin) que se celebra en Ciudad Real.

Rodríguez, después de ser nombrada embajadora del vino, ha sido preguntada por la presentadora del acto, la periodista Olga Viza, sobre si a la política española le haría falta una copa de vino en estos momentos, y ella, no ha dudado en asegurar que sí.

Ha reconocido que una cosa que ha sucedido con la pandemia es que se acabaron los cócteles y los vinos que se servían al final de los actos. “Tenían una parte positiva, el hablar de otra manera, sin el atril, sin el enfrentamiento. A veces, ahí, se encontraban puntos de encuentro”.

Reconocimiento

La ministra portavoz del Gobierno se ha mostrado encantada de poder ser embajadora del vino, que, ha reconocido, "forma parte de la cultura de este país y de su historia".

Para Rodríguez es un orgullo compartir este reconocimiento con quienes también han sido nombrados en este acto el presidente fundador de la Asociación Española de Fabricantes de Marroquinería (ASEFMA), Félix Bellido; la escritora, periodista y presentadora de Mediaset España, Sandra Barneda; el actor Moisés Rodríguez; y el periodista de TVE y el escritor y poeta, Benjamín Prado.

Rodríguez, ante un público que llenaba el Auditorio del Recinto Ferial de Ciudad Real, ha querido tener palabras de reconocimiento para aquellas personas que realizan política día a día más allá de la M-30, como alcaldes y concejales. También, ha recordado ante este auditorio, que su intención tras atender la llamada de Pedro Sánchez para formar parte del Gobierno de España, siempre ha sido y será el seguir trabajando "por hacer un país mejor".

Todos los galardonados han recibido un mandil de sumiller y un tastevin o catavinos, un instrumento empleado para probar los vinos cuya utilización se remonta a hace más de 200 años en Borgoña, tras ser desarrollado por los maestros bodegueros, quienes lo crearon para catar los vinos en los oscuros sótanos de las bodegas.