Este miércoles, 16 de marzo, se inaugurará la escultura 'La victoria de la unidad', una obra que rendirá homenaje a los fallecidos por la COVID-19 en la capital conquense y que ha sido elaborada por el herrero José Luis Martínez.

La parroquia de San Julián es la propulsora de esta obra en homenaje a los fallecidos por la pandemia, que tendrá lugar el miércoles a partir de las 20.00 horas, en la propia rotonda de la Estrella, en la Ronda Oeste de la capital, donde quedará instalada dicha obra. Además, esta rotonda será el inicio del nuevo vial que conectará la ciudad con el nuevo hospital.

La instalación de esta escultura en recuerdo de los fallecidos y del esfuerzo colectivo realizado ante la crisis sanitaria trata de una iniciativa popular puesta en marcha por la parroquia de San Julián del próximo barrio de Fuente del Oro, a la que se ha sumado el Obispado de Cuenca, así como las administraciones como el Ayuntamiento de Cuenca, la Junta de Comunidades y la Diputación Provincial y entidades como la Junta de Cofradías o CEOE-Cepyme Cuenca.

El objetivo, como recordaba el Ayuntamiento, es erigir un monumento que simbolice la unidad de la ciudadanía conquense frente a la pandemia sanitaria, el agradecimiento colectivo a todas las personas que lucharon y luchan en primera línea contra el virus y el recuerdo a los que lamentablemente han fallecido a causa de esta enfermedad.

Monumento

El monumento, que se inaugura coincidiendo con el segundo aniversario del primer día laborable en el que los españoles tuvieron que estar confinados, lo ha ejecutado el escultor conquense José Luis Martínez, conocido también como 'El Herrero de San Antón', a quien corresponden otras obras de arte público en las calles conquenses como el Don Quijote del Centro Cultural Aguirre y el Monumento a las Turbas de San Antón.

Consta de dos partes bien diferenciadas. La primera es una plataforma donde queda reflejada la ciudad mediante dos recursos narrativos: las piedras de las Hoces pulidas por las historia y las ventanas desde las que "se asoman esas manos que cada día a las ocho de la tarde aplaudían a los que se enfrentaban a la pandemia en primera línea".

En esta zona se ha querido simbolizar, "a esa gente que trabaja en la sanidad, incluyendo a los que aun pasando aparentemente desapercibidos formaban parte de esa lucha sin cuartel".

También a los trabajadores de las administraciones públicas y de las fuerzas de seguridad (bomberos, policías y otros en el que no dejan de evocar a los docentes), al personal del comercio que propició el acceso a los servicios básicos y a todos los que sufrieron pérdidas y paro. Y, por supuesto, "a toda la gente que supo confinarse porque es lo único que podía hacer y que, sin salir de su hogar, ha logrado salvar muchas vidas".

En un lateral de esta plataforma hay un lazo negro en memoria a todas las víctimas mortales y de sus familias. Pequeños puntos configurarán este espacio, para que por ellos entre la luz para los fallecidos. El objetivo es que, por las tardes, la obra esté alumbrada con varios focos estratégicamente situados.

En la segunda parte, la que ocupará la parte superior hay varias figuras de estructura esquemática. Una de ellas es una persona enferma asistida por un médico para, tras superar la COVID-19, reencontrarse con su familia.

Un niño, de puntillas, intenta unirse a la escena. La frontera entre dolencia y sanación, entre hospital y domicilio, la marca un arco de color gris que rompe con la unidad cromática del resto del monumento, dominada por el marrón del acero corten. Las dimensiones del conjunto son 7 metros de base, 3 de ancho y, aproximadamente, 6 de alto. Ocupará aproximadamente la mitad de la rotonda.