Algunos de los escasos vecinos que quedan en los pequeños pueblecitos de la Sierra Norte de Guadalajara o del Señorío de Molina en Guadalajara en los meses duros del invierno, dedicados a alguno de los pocos oficios que aún permanecen vivos en estas comarcas como la ganadería, agricultura, forjado, restauración, o ya jubilados, soportan estoicamente el frío de cada año porque para ellos "no es nada" a comparación con el que pasaban años atrás.
"Nosotros no tenemos frío. No sé como la gente pasa tanto cuando vienen aquí", ha afirmado Alberto, un ganadero de la zona, en declaraciones a Europa Press. Curtido por el clima, se sonríe cuando ve a los turistas ateridos de frío mientras disfrutan de un paisaje bello pero solitario, el del Parque Natural del la Sierra Norte, donde está uno de los hayedos más meridionales de Europa.
Alberto ha admitido que siente nostalgia de los tiempos en que había más población; la despoblación ha hecho mella en una comarca en la que algunas ocasiones se registran las temperaturas más bajas de España en municipios como Cantalojas, Majaelrayo o Sigüenza, así como en la comarca del Señorío de Molina.
El frío es sanísimo
Por su parte, la localidad de Checa está en las zonas altas de esta comarca, un pequeño municipio que estos días alcanzaba los -13 grados. A su alcalde, Jesús Alba, le molesta que se ponga a esta comarca siempre como ejemplo de fríos infernales porque "si somos pocos, aún vendrán menos si escuchan esto". "Diciendo que hace tanto frío, al final asustan y la gente se echa para atrás y no viene porque piensa que aquí no se puede vivir", ha señalado Alba, alcalde y herrero de profesión.
"Toda la vida ha hecho frío y el frío es sanísimo, se te quita hasta el resfriado", apostilla, convencido de que este mismo día darse una vuelta por los pinares de Checa "quita el constipado a cualquiera", tras señalar que la temperatura de estos días no se puede comparar a otros años. Según recuerda, hace varios años en Checa estuvieron una semana entera con 17 ó 18 grados bajo cero y con nieve y "no es una barbaridad, toda la vida se ha estado". "Yo paso más frío en Valencia un día que haga diez grados por esa humedad que te cala los huesos que aquí", ha señalado, tras afirmar que siempre que no haya viento "se lleva muy bien".
Para Alba está claro que el frío que hace en estas zonas altas de Molina "es necesario y sano y no se hiela nadie". Además, ha asegurado que una vez que se baja de 5 bajo cero, ya casi ni se nota siempre que no haya aire, aunque ha reconocido que trabajar en el exterior no se puede, entre otras razones porque si hay que hacer uso del agua, está helada. En todo caso, ha manifestado que las casas ya suelen estar también preparadas hoy en día para los duros meses de invierno.
Tanto él como Alberto comparten el amor por esta tierra. Alberto tiene cabras y va sobreviviendo con otros trabajos; está convencido de que "vivir en el campo es salud y también el frío; sólo hace falta acostumbrarse". "Hace apenas unas décadas hacía más frío y no teníamos el ropaje que se tiene ahora con pluma y todo y no nos ha pasado nunca nada, ahora todo el mundo coge catarros", señala por su parte Juan, otro vecino, ataviado apenas con una camisa de franela puesta y una especie de poncho enganchado con varios botones que ni siquiera lleva ajustado para que le de más abrigo.
Pero lo cierto es que, desde hace años, en esta tierra las cabezas ganaderas se han ido reduciendo, las familias se han ido a pueblos mayores o la ciudad y trabajos como el de pastor ha quedado apenas reducido a un oficio que realiza el inmigrante. "Es el único que ahora aguanta esto, es un oficio duro y solitario", afirma por su parte Cipri, apicultor convencido de que como no se de más apoyo al mundo rural, se hará difícil su continuidad y "desaparecerá del todo". Muchos de ellos piden a las administraciones compromiso y apoyo para poder seguir en su tierra y con lo que les gusta hacer.