Tuvo que ser a golpe de tragedia, cuando el 16 de julio de 2005 en España cambió el modo de enfrentarse a los incendios forestales. Ese día, una fogata hecha por unos excursionistas en una zona de barbacoas de La Riba de Saelices (Guadalajara), en pleno Parque Natural del Alto Tajo, dio inicio a una catástrofe humana y natural que se llevó por delante 11 vidas y calcinó 13.000 hectáreas de terreno de alto valor ecológico. Aquel impactante incendio, del que hoy se cumplen 17 años, puso sobre la mesa la necesidad de trabajar en la prevención y la creación de instrumentos ágiles para luchar contra grandes catástrofes naturales. De ahí que a partir de entonces se prohiciera hacer fuego al aire libre en los meses de mayor riesgo y se pusiera en marcha la creación de la Unidad Militar de Emergencias (UME).
Y es que si algo falló en aquellos fatídicos días en la provincia de Guadalajara fueron la previsión y la capacidad de reacción. Sobre las 14:30 horas de aquel 16 de julio, sábado como hoy, un grupo de excursionistas madrileños que salían de visitar la Cueva de Casares -en el término municipal de Riba de Saelices- encendieron dos de las barbacoas instaladas en un área recreativa de las inmediaciones, algo que estaba permitido. Una chispa surgida de la fogata cayó en el campo adyacente y no tardó en prender el rastrojo. El intenso viento que soplaba aquel día avivó las llamas que en pocos minutos llegaron al Valle de los Milagros dando inicio al desastre.
Apenas quince minutos después, un satélite de teledetección al que tenía acceso la Universidad de Valladolid detectaba el incendio, que en esos momentos emitía una potencia calorífica de 166 megavatios, el equivalente a la producida por una central nuclear de primera generación. La fuerza del viento y las altas temperaturas enardecieron la tremenda lengua de fuego que se desplazaba por las copas de los pinos quemando la superficie equivalente a diez estadios de fútbol cada 20 segundos.
En un primer momento, el protocolo de actuación movilizó al retén con motobomba de Mazarete con el apoyo de un helicóptero. Poco después el Ministerio de Medio Ambiente mandó al lugar dos hidroaviones, aunque uno de ellos tuvo que marcharse para prestar apoyo en otro incendio declarado en Zaragoza. Por si esto fuera poco, el helicóptero Kamov que trabajaba en el terreno perdía hasta en dos ocasiones el bambi (la cesta con la que recoge y esparce agua) y tuvo retirarse de las labores de extinción.
La falta de una respuesta rápida y medianamente contundente, unida a las condiciones climáticas, fueron el caldo de cultivo perfecto para que el desastre se consumara. Esa misma noche, los vecinos de algunos pueblos como Mazarete, Anquela, Tobillos y Ciruelos del Pinar tuvieron que ser evacuados ante la proximidad de las llamas a sus municipios mientras sus vecino luchaban con todo lo que tenían a mano para alejar el fuego de sus casas.
El domingo 17, con el incendio avanzando sin control, llegaría la tragedia. Entre los retenes de la provincia de Guadalajara que fueron movilizados se encontraba el de Cogolludo, encargado de proteger Santa María del Espino. En torno a las cuatro de la tarde, la expedición compuesta por Alberto Cemillán, Jesús Jubrias, José Ródenas, Manuel Mantecas, Mercedes Vives, Sergio Casado, Marcos Martínez, Jorge César Martínez, Luis Solano y Julio Ramos a las órdenes de Pedro Almansailla, jefe del retén se puso en marcha hacia el frente del fuego. A ellos se les unió Jesús Abad, funcionario del ayuntamiento de Arcos de Jalón (Soria) que había acudido a colaborar en las tareas con el camión autobomba de su localidad.
Al llegar a las inmediaciones del cerro del Otero se dispusieron a subir a la cima, donde dos lenguas de fuego les sorpendieron sin margen para la maniobra. El único superviviente de la tragedia fue Jesús Abad, que algo rezagado del grupo sufrió un vuelco cuando intentaba huir de las llamas que le salvó la vida.
Tuvo que ser con esta catástrofe sobre la mesa cuando tanto el Ministerio de Medio Ambiente como la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha crearan un mando único y movilizaran todos sus recursos, dando el incendio por controlado cinco días después de que se iniciara y por extinguido el 2 de agosto. Además de las 11 vidas del retén de Cogolludo, las llamas se habían llevado por delante 13.000 hectáreas de pinar, monte bajo y campos agrícolas, 3.000 de ellas dentro del parque natural del Alto Tajo.
Unos días después, el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero visitó la zona justo después de aterrizar de un viaje oficial a China para anunciar la creación de la Unidad Militar de Emergencias (UME), que nació oficialmente el 7 de octubre de ese mismo año.
Consecuencias políticas
El incendio provocó un profundo terremoto en el Gobierno regional que presidía José María Barreda, sucesor un año antes de José Bono por la marcha de éste al Ministerio de Defensa. La que era consejera de Medio Ambiente, Rosario Arévalo, dimitió y la delegada del Gobierno Carmen Valmorisco fue cesada y sustituida por el hasta entonces portavoz y consejero de Presidencia Máximo Díaz-Cano. En aquel movimiento ganaron peso el actual presidente Emiliano García-Page, que volvía a ocupar la Portavocía y una de las dos Vicepresidencias que se crearon (la otra fue para otro 'histórico' de la etapa de Bono, Fernando Lamata) y la entrada en el Gabinete del actual vicepresidente José Luis Martínez Guijarro como nuevo titular de Medio Ambiente. También se incorporarían al Ejecutivo la exministra Magadalena Valerio como consejera de Trabajo y Empleo, y Blanca Calvo en Cultura.
Diecisiete años después, al frente de la lucha contra el fuego en Castilla-La Mancha se sitúa un guadalajareño, el consejero de Desarrollo Sostenible José Luis Escudero, quien constata que "además de la creación de la UME" a partir de entonces "se alcanzó un amplio consenso a nivel nacional para avanzar en la implantación de modelos de dispositivos con carreras profesionales, estabilidad laboral y mayor grado de formación y tecnificación." Siguiendo está línea, reconoce que también se avanzó en "planificación y coordinación entre todas las administraciones: regional, provinciales a través de las diputaciones, ayuntamientos y estatal."
A partir de ese momento, también se avanzó en inversión y dotaciones capaces de afrontar emergencias de este calado. "Nosotros en Castilla-La Mancha disponemos de un dispositivo potente, especializado y muy eficaz del que nos sentimos especialmente orgullosos, que en periodo de alto riesgo como en estos meses se compone de casi 3.000 personas y que cuenta con unos 250 medios terrestres y aéreos," explica el consejero, quien detalla que el coste en todo su conjunto ha sido este año de "95 millones de euros."
Dentro de ese cambio de paradigma, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha creó la empresa pública Geacam, "un instrumento para desarrollar el dispositivo de prevención y extinción de incendios forestales que tenemos actualmente y que es reconocido por su capacidad y eficacia más allá de los límites de nuestra región."
Más allá de los recursos, Escudero pone el acento en "la sensibilización y la concienciación" de la sociedad como grandes armas en esta lucha porque "9 de cada 10 incendios forestales se deben a la acción del ser humano y son evitables, como el que originó el de la Riba de Saelices."
Un único condenado
En 2012 la audiencia provincial de Guadalajara condenaba al excursionista que inició el fuego a dos años de cárcel y una indemnización 10.640.971,14 euros para la Junta de Castilla-La Mancha por un delito de incendio forestal cometido por imprudencia grave. En aquel banquillo no se sentó ningún responsable político. En un primer momento fueron imputados varios cargos públicos, entre ellos la consejera Rosario Arévalo, aunque durante la fase de instrucción todos ellos fueron exonerados.
Consumada la fatalidad ambiental, llegó el momento de retirar toda la madera y comenzar las labores de restauración para evitar la erosión y propiciar las mejores condiciones posibles para la implantación de la regeneración de la cubierta forestal de forma natural.
"El tipo de pino que hay en la zona y los robles, son especies adaptadas al fuego y suelen responder muy bien a este tipo de agresiones, de tal modo que pasado este tiempo, todo aquel que es ajeno a ese territorio, no es capaz de identificar que esa zona se vio afectada por un incendio, dicho lo cual, esa primera fase se puede decir que fue un éxito," sostiene el consejero castellano-manchego.
Actualmente, explica que las tareas se centran en "el acondicionamiento de las espesuras de pino y roble para que la masa forestal se desarrolle en las mejores condiciones posibles."
Un monumento en recuerdo a los 11 de Cogolludo
Como cada año, los 11 fallecidos serán recordados en el monumento que se levantó en su memoria en Cogolludo, a escasos metros de donde el retén tiene su sede. Un monolito que mantiene viva la memoria de Pedro, Alberto, Jesús, José, Manuel, Mercedes, Sergio, Marcos, Jorge César, Luis y Julio, grandes símbolos de la lucha contra el fuego en nuestro país.