El acusado de matar a su mujer, Cristina Martín, aquejada de la enfermedad de Menier, en febrero de 2017 en la localidad toledana de Mora, ha admitido este lunes que la apuñaló y ha dicho que está "arrepentido" y que "ojalá pudiera dar marcha atrás" a lo ocurrido ese fatídico día.
Tras tres horas para la constitución del jurado popular, la Audiencia provincial de Toledo ha acogido la primera sesión de la vista oral contra el acusado, para quien el fiscal pide prisión permanente revisable, que se ha negado a responder a las preguntas del Ministerio Fiscal y de las acusaciones particulares y popular y sólo ha respondido al interrogatorio de su letrado.
A preguntas del presidente de la Sala al inicio de la sesión, el acusado ha reconocido que es "culpable" del asesinato, que no está de acuerdo con las indemnizaciones que se le piden y que no ha sabido responder si llevó a cabo el asesinato con alevosía.
En su relato, solo a preguntas de las defensa, ha señalado que conoció a la víctima por un chat de Internet y ha dicho que decidieron casarse porque "nos queríamos, y yo sigo queriendo a mi mujer pese a lo crea o diga la gente" y, de hecho, cuando tuvo lugar el asesinato el matrimonio ya llevaba casado más de diez años.
Ha confirmado que conocía el estado de la enfermedad de Cristina porque se lo explicaron los médicos en una ocasión y que ese estado era evidente pero que "en casa hacía vida normal dentro de sus límites" y que, aunque "no es que fuera corriendo", daba "paseítos" incluso sola y que jugaba con la hija de ambos, la que ha dicho que tuvieron porque les hacía "ilusión" tener un hijo.
Respecto al estado de su esposa, ha incidido en que ella quería caminar y se esforzaba por no perder movilidad, hasta el punto de que ha opinado que desde que la conoció hasta el final "progresó muchísimo".
En relación al negocio familiar, el procesado ha explicado que cogió la empresa de su suegro cuando éste se jubiló pero "no estaba tan saneada como dicen", ha resaltado, y ha subrayado que el padre de su mujer le "exigía y obligaba" que le diera créditos a sus "amigos y conocidos" pero que él no disponía de ese dinero y por eso "las deudas se fueron incrementando".
"No fue culpa mía", ha aseverado, al tiempo que ha agregado que esta situación le provocó que se le fuera haciendo "una bola en la cabeza" que desembocó en una "depresión aguda" por la que estuvo en varias ocasiones en centros hospitalarios como la clínica López Ibor en Madrid o el Hospital provincial de Toledo.
No ha reconocido de manera clara que intentara suicidarse o que su intención en varios episodios ocurridos fuera quitarse la vida, pero sí ha asegurado que en dos ocasiones se tomó una caja de pastillas -una de ellas en un hotel tras desaparecer unos días de la vivienda familiar- y que en un momento determinado decidió dejar de tomar la medicación prescrita porque se veía "adormecido y como si estuviera drogado".
Tampoco ha querido echar la culpa de su depresión a su suegro, que tuvo que retomar el trabajo en la empresa cuando el acusado se encontraba enfermo, si bien ha remarcado que la contabilidad no la llevaba él sino el padre de su esposa y que no recuerda si antes de la depresión había o no deudas.
También a preguntas de su letrado, ha negado que experimentara ira hacia las mujeres de la familia, especialmente hacia su esposa, pero sí ha indicado que "en una convivencia siempre hay alguna tontería o discusión pero no al límite que dicen", y ha asegurado que en ningún momento insultó a su mujer ni a su suegra ni a su cuñada y que tan sólo discutió una vez con su suegro pero que el motivo era la empresa.
Del día de los hechos, ha concretado que no recuerda el detonante de la discusión con su mujer pero que no fue porque entrara en la habitación donde él se hallaba y lo despertara, como sostienen las acusaciones, sino que más bien se debía a un riña cuyo motivo era si la niña podía irse o no con su familia a comprar a Madrid.
Además, ha especificado que en la habitación donde estaba "despierto, mirando al techo" no había Internet ni televisión ni disponía de teléfono móvil, que Cristina llegó hasta la misma caminando y que su madre llegó después, a quien ha dicho que en ningún momento empujó ni tocó cuando quiso defender a su hija porque "era como mi segunda madre".
Después de apuñalar a la víctima, el acusado ha relatado que estuvo deambulando "loco perdido de acá para allá" y acabó en la habitación donde le encontraron los agentes a los que ofreció sus muñecas para que le pusieran las esposas, ha dicho.
En la segunda sesión del juicio, que continúa este martes a partir de las 9:30 horas, en la Audiencia provincial de Toledo, ofrecerá su testimonio la familia de la víctima.