Solo los más viejos del lugar recuerdan a Toledo tan triste como lo está ahora. En tiempos de paz, nunca antes la ciudad había pasado por un bache tan profundo como el que está provocando la pandemia de coronavirus. En lo sanitario, en lo económico y en lo anímico.

El comentario en la capital de Castilla-La Mancha es unánime. Todos los vecinos que pasean por el Casco Histórico vuelven a sus casas con la misma sensación: "¡Qué pena!". Y es que el COVID-19 ha dejado a la zona histórica de la ciudad sin el bullicio de los turistas y sin la vida que se genera en torno a los organismos oficiales, algo a lo que se había acostumbrado durante décadas y décadas.

El repentino y bestial bajonazo en la afluencia de público ha provocado, como es lógico, el cierre (temporal en algunos casos y definitivo en otros) de numerosos negocios del Casco, sobre todo aquellos que dependen directamente del turismo, como las tiendas de artesanía o de souvenirs. Los bares y restaurantes también están sufriendo para mantenerse. Otros muchos, con esfuerzo e ilusión, recuerdan a todos que, pese a las circunstancias, siguen tan abiertos como siempre, prestando servicio.

Los 10.000 habitantes de la zona antigua de Toledo insisten ahora, más que nunca, en la importancia de mantener vivo el barrio, de hacerlo más habitable. Ellos son los que quedan cuando todo lo demás no está, tal y como ha podido fotografiar Óscar Huertas, reportero gráfico de EL DIGITAL, durante el recorrido por el Casco que ha realizado este viernes 30 de octubre por la mañana.

Toledo está triste pero ya queda un día menos para que vuelva a ser lo que siempre ha sido. O algo incluso mejor.