Virginia Muñoz es ingeniera industrial, trabaja como project manager para el sector de la construcción en Edimburgo y ha sido la encargada de reformar uno de los ascensores del Palacio de Holyrood, la residencia de la reina Isabel II en Escocia.
Esta remodelación se llevó a cabo en 2019, cuando trabajaba como responsable de proyectos en OTIS Elevator Company, una conocida empresa dedicada a la fabricación, instalación y mantenimiento de ascensores y escaleras mecánicas. Su misión, modernizar aquellos que se habían quedado obsoletos o incorporar nuevos elementos a petición del cliente.
En el caso de Holyrood, recuerda que el modelo era "bastante antiguo" y la Casa Real pidió a la compañía cambiar la caja, la maquinaria, los railes y los tirantes, un proyecto que duró alrededor de cinco o seis meses. "Yo organicé la fabricación, también llevaba toda la gestión de la producción y tenía que ir dos veces por semana a supervisar las obras", señala.
Control especial y protocolo
Según cuenta, nada más llegar al palacio todo el equipo tuvo que pasar una serie de controles para que comprobasen que ningún operario tenía antecedentes. "Nos pidieron los datos personales para chequear que todo estaba bien y que no teníamos ningún asunto pendiente con la justicia", explica. Una vez dentro, los representantes de la reina supervisaban constantemente todos los detalles.
Además, si Isabel II acudía al palacio por cualquier motivo, había que seguir un protocolo de emergencia en el que "la construcción se paraba y teníamos que irnos". Algo que no llegó a ocurrir.
Todos los detalles
Respecto al ascensor, este situaba en la parte de las estancias, era utilizado por el personal y tenía una calidad superior. "Todos los elementos eran de latón -una aleación de cobre y zinc-, dorados y de tipo espejo. Con capacidad para ocho personas aproximadamente", indica.
Sin embargo, a pesar de ser un encargo muy especial, resultó algo "accidentado". "Nos pidieron que reutilizáramos los llamadores, pero la empresa que se encargaba de la retirada del material antiguo se llevó por error el de la planta baja, que no volvió a aparecer", cuenta Virginia, que tuvo que pedir que le aprobasen uno nuevo para construirlo y montarlo. Pero ese no fue el único contratiempo.
"El ascensor se fabricó en Francia y también tuvimos problemas con el envío. Una de las piezas se quedó en el camión que descargaba y, después de parar en Edimburgo, se iba a Irlanda del Norte. No nos dimos cuenta de que faltaba hasta que lo tuvimos que instalar y tuvieron que mandarla en barco", recuerda.
"Menos mal que al final salió todo bien, pero nos llevamos unos cuantos sustos tremendos", concluye.