Carmen Sánchez García estaría satisfecha de la restauración de la vivienda que dejó en herencia al Museo de Prado tras su muerte en julio de 2016. La fundadora del madrileño colegio Nervión dispuso en su testamento legar una casa torre situada en la toledana Cuesta del Can y 800.000 euros en efectivo para que la pinacoteca destinase el dinero a la “compra y restauración de cuadros”.
El edificio, construido sobre un pequeño solar de 70 metros cuadrados, lejos de languidecer y caer en el olvido se ha convertido en el nuevo hogar de Sandra Rey de Viñas y Ramón Guzmán.
Son dos enamorados del Casco histórico, que han apostado por seguir viviendo en el entorno de San Miguel el Alto pese al riesgo de turistificación y gentrificación, la paulatina desaparición del comercio tradicional y las dificultades de aparcamiento y de accesibilidad.
Una decisión con “un punto de romanticismo”
“En nuestra decisión puede haber un punto de romanticismo. Para mí el Casco histórico representa la esencia de la ciudad. Y lo que me apetece seguir viviendo en el corazón de la ciudad”, subraya Ramón Guzmán, que añade que la “tranquilidad del barrio y el ambiente vecinal” los animó a descartar otras opciones en zonas como Santa Teresa o de Buenavista cuando la vivienda que todavía habitan a escasos metros de la Cuesta del Can se les quedó pequeña y que no piensan convertir en piso turístico.
“Cuando nos traslademos, nuestra vivienda de la calle Recogidas se la alquilaremos a alguien que quiera residir en el Casco. Nos han llegado ofertas para alquilarlo al precio que estipulemos para a su vez comercializarlo a través de plataformas como Airbnb, pero las hemos rechazado. Quiero hacer barrio”, subraya Ramón.
La aventura para volver a dar vida a este inmueble no ha sido un camino de rosas. La andadura comenzó en 2018 cuando la Sociedad Mercantil Estatal de Gestión Inmobiliaria de Patrimonio (SEGIPSA), dependiente del Ministerio de Hacienda, convocó una subasta pública para monetizar esta parte del legado que Carmen Sánchez realizó a la pinacoteca. Sandra y Ramón realizaron una oferta a sobre cerrado que resultó la ganadora.
A partir de ahí, todo se complicó. “Cuando en 2020 íbamos a empezar a hacer las obras estalló la pandemia del Covid, que nos obligó a parar. Y cuando volvimos a reactivar el proyecto en 2022 estalló la guerra de Ucrania que ha supuesto un encarecimiento de los materiales”, recuerda Guzmán, que ha tenido que esperar seis años en hacer realidad un sueño al que ha destinado su tiempo y su patrimonio.
Más ayudas públicas
Un esfuerzo que debería estar acompañado de más facilidades para poder construir en el Casco. “A las licencias de obra en el Casco se les debería aplicar algún tipo de descuento. O no tener que pagar por la renovación. También se podría bonificar de alguna manera el Impuesto de Bienes Inmuebles”, explica Ramón Guzmán, que también considera que las administraciones deberían volcarse en facilitar el aparcamiento a los residentes en el Casco con más plazas de garaje a precios más económicos.
Pero no sólo es necesario implementar nuevas líneas de ayudas, sino simplificar los trámites burocráticos y el papeleo.
“Para solicitar las ayudas de accesibilidad y de mejora energética que concede la Junta de Comunidades hemos tenido que contratar a un gestor para que tramite toda la documentación técnica que se requiere. No es fácil acceder para un ciudadano medio”, señala este toledano enamorado del Casco, que también considera que debería mejorar la fiscalidad de las ayudas, que tributan como renta adicional. Una situación que provoca que parte del dinero concedido haya luego que devolverlo vía IRPF.
“Una joya en el corazón del Casco”
Los obstáculos, sin embargo, ha merecido la pena, sobre todo viendo el resultado. Cuando uno llega la Cuesta del Can, una vía estrecha y empinada no espera que un inmueble que no tiene más de tres metros de fachada esconda una joya que reluce gracias al proyecto que firman Benjamín Juan y Jesús Gómez, que son el alma de ‘Arquitectos San Lorenzo 8’.
Su propuesta materializada por Construcciones Sánchez Horneros es una apuesta por la sostenibilidad, la funcionalidad, el respeto por el patrimonio y la puesta en valor de los oficios artesanos.
Pelea por cada centímetro
Uno de los primeros retos que hubo que superar fue el del espacio. Y es que las casas-torre, una tipología incluida en el Plan Especial del Casco, distribuyen su escasa edificabilidad en altura. “Hemos estado peleando por el centímetro realizando una auténtica labor de rescate de la superficie”, asegura Benjamín Juan que celebra junto a Ramón y Sandra “cada centímetro ganado a la escalera”.
La intervención no ha sido fácil debido también a los cinco niveles que presentaba el inmueble que han sido transformados en tres plantas. En total 150 metros cuadrados construidos y algo más de 110 útiles, distribuidos en dos dormitorios con baño, un vestíbulo de entrada con un pequeño aseo, un comedor de verano o de invitados y un salón comedor en el que está integrada la cocina.
A todas estas estancias hay que sumarle un patio interior y una terraza en la que, aprovechando el hueco de la escalera primigenia, se ha logrado sacar un estudio con unas vistas impresionantes. Para facilitar la accesibilidad, la vivienda cuenta con un elevador.
La casa, que mantenía la estructura de una reforma realizada en la década de los cincuenta o los sesenta, escondía en su interior muros andalusíes datados en el siglo X-XI que han sido rehabilitados, integrándolos en un gran salón social, que da a un patio que hará las delicias de los nuevos propietarios de la vivienda y de sus invitados.
La rehabilitación del inmueble también ha permitido descubrir un aljibe excavado en roca. Estos restos, ahora visibles en la planta inferior, no eran conocidos al abordar el proyecto, pero han sido recuperados gracias a la ayuda del Consorcio y a la asistencia arqueológica de Rafael Caballero. Su puesta en valor lleva el sello de Alcaén Restaura. “Saber incorporar los restos que aparecen en una rehabilitación aporta valor y singularidad al resultado”, subraya Benjamín Juan.
Eficiencia energética y vistas 360 grados
La reforma también ha tenido en cuenta la eficiencia energética. La vivienda cuenta con un sistema de climatización por aerotermia, una tecnología limpia diseñada para aportar calefacción en invierno, refrigeración en verano y agua caliente todo el año extrayendo la energía ambiental contenida en el aire mediante un ciclo termodinámico. Además, la carpintería exterior es de madera, material que lamentablemente se está perdiendo en el Casco.
Y si espectacular es el trabajo realizado en el interior de la vivienda, las vistas que ofrece la terraza son impagables. Desde la azotea se puede contemplar la Catedral, tocar casi con la mano el Alcázar o las torres de las iglesias de San Miguel o San Justo, disfrutar de la panorámica del Valle o contemplar la inmensa mole que alberga el Seminario Mayor.
Otro de los aspectos que destaca en esta intervención es el cuidado de los pequeños detalles. Desde luces escondidas que crean un espacio acogedor y elegante a soluciones originales realizadas por maestros artesanos que han contribuido a ganar espacio donde apenas no lo había. Especialmente brillante es el trabajo artesanal de carpintería realizado por ‘Decedro Carpinteros’ o por ‘Forja Toledo’, que diseñó la barandilla de la escalera que da acceso a la terraza de la vivienda para que Lola, la bichón maltés de Ramón y Sandra’ no se cuele entre las barras y se caiga.
Una rehabilitación que hace honor a un legado
Una actuación, en definitiva, que recupera un inmueble del Casco histórico, pero que también hace honor a la última voluntad de Carmen Sánchez, una licenciada en Historia apasionada por el arte y mecenas del Museo del Prado.
Entre las pinturas adquiridas gracias al legado de esta ‘amiga’ del Museo destaca ‘Alegoría de la Templanza’ de Alonso Berruguete. Se trata de la obra de mayor relevancia del conjunto, por cuanto se trata de uno de los artistas españoles más brillantes del siglo XVI. También destaca el ‘Autorretrato de Pedro de Campaña’, uno de los mejores trabajos de este pintor flamenco, y ‘Mujer en el baño’, puesto que apenas se conservan obras de François Clouet o de su taller en España.
Asimismo, resultan de especial relevancia los cuadros de Eduardo Rosales, Mariano Fortuny y María Blanchard, por el prestigio que lograron sus respectivos autores. Por último, la herencia permitió adquirir obras de otros artistas como Mariana de la Cueva y Gabriel Antonio Corvoysier.
Cerrar el círculo
A buen seguro, el dinero aportado en la subasta por Ramón y Sandra contribuyó a la compra de algunas de estas obras, que ahora podremos disfrutar todos y que forman parte del patrimonio nacional.
Quién sabe si las antigüedades que ahora colecciona Ramón, ente ellas cámaras de fotografía, radios, magnetófonos de cinta abierta, estilográficas o libros que lucen en una vitrina, realizada aprovechando el hueco de la escalera de su nuevo hogar, pasarán a formar parte de la colección de algún museo. Sería una bonita manera de cerrar el círculo.