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‘Paz y bien’. El lema de las clarisas está muy presente en la actividad de la Asociación de Amigos de los Conventos de Toledo, entidad sin ánimo de lucro que no sólo busca preservar los edificios conventuales, guardianes de un legado histórico y artístico que merece ser protegido y celebrado, sino también garantizar la supervivencia de las comunidades religiosas dando respuesta a sus necesidades tanto personales como económicas y sociales.

Los conventos y monasterios han contribuido de modo decisivo a la formación de la estructura urbana y a la caracterización histórica de Toledo. Aunque hoy sólo quedan doce conventos activos en la ciudad -diez situados en el Casco y otros dos fuera de las murallas-, los historiadores calculan que en el siglo XVII la capital regional llegó a contar con medio centenar. De algunos de ellos sólo quedan vestigios o constancia documental de su existencia, otros permanecen intactos pero vacíos como los de Santa Úrsula, Santa Clara o las Capuchinas y otros ha sido rehabilitados para desarrollar usos institucionales, educativos o culturales.

El reto por la supervivencia de conventos y monasterios es tan monumental como el patrimonio material e inmaterial que atesoran. Pero no hacer nada y certificar su desaparición no es una alternativa. Al menos para, Francisco Rodríguez Márquez, actual coordinador de la asociación, que considera, tal vez por su formación militar, que ‘rendirse’ no es una opción. Este capitán de la brigada paracaidista, que luego realizó un máster en Recursos Humanos y montó una empresa de selección de personal, formación y consultoría en la que ha trabajado veinticinco años es una de las personas que acudió en noviembre del año pasado al Congreso Internacional ‘Conventos: situación actual y propuestas de futuro’, organizado por el Consorcio de Toledo, la Universidad de Castilla–La Mancha (UCLM) y la Universidad de Roma La Sapienza.

Conventos y monasterios atesoran un rico patrimonio material e inmaterial. Javier Longobardo

De la teoría a la acción

“El Congreso estuvo fenomenal y felicité a los organizadores, pero pensé que, si no hacíamos nada, el año que viene probablemente habría menos conventos. Eso fue la chispa”, recuerda Rodríguez Márquez que en este simposio conventual conoció a Raúl Muelas, vicario para la Vida Consagrada, actual consiliario de la asociación. “Me invitó a pasarme por su despacho. Recuerdo que esto fue un viernes; el martes nos vimos y ahí empezó todo”, señala el coordinador de la Asociación de Amigos de los Conventos de Toledo, que quedó formalmente constituida el 23 de enero de este año, coincidiendo con la celebración de San Ildefonso, patrón de la ciudad de Toledo, y que hoy cuenta ya con 250 socios.

Inspirados por esta llamada a la acción, el equipo inicial, compuesto por 10 personas y varios asesores permanentes o semipermanentes en materia patrimonial, sociosanitaria o legal, se comprometió a trabajar para implementar un modelo sostenible para los conventos que aún quedan abiertos. Un plan que combina actividades económicas y culturales con la preservación de la espiritualidad de los conventos. “Apoyamos a las monjas en todo lo que necesitan, pero siempre teniendo muy claro es que hemos nacido para ayudarlas, pero respetando su forma de vida. Y es que no hay que olvidar que algunas, como las Comendadoras de Santiago, tienen sus propios negocios y otras, como las Carmelitas, viven como Santa Teresa de Jesús y por no tener no tienen ni calefacción”, subraya Rodríguez.

La Asociación atiende a los 34 conventos que continúan abiertos en la archidiócesis. Su radio de acción se extiende desde Quintanar de la Orden a Siruela. Javier Longobardo

“Lo primero que hicimos fue un estudio de necesidades de los 34 conventos de clausura que aún siguen abiertos en la archidiócesis de Toledo. Nuestro radio de acción va desde Siruela a Quintanar de la Orden. Tras visitarlos, nos encontramos con todo tipo de carencias. Desde los que necesitaban ventiladores a aquellos que nos pidieron una amasadora porque hacen magdalenas, pasando por otros que requerían voluntarios para que las acompañaran al médico o que les leyeran porque ellas ya están ciegas y no pueden hacerlo”, explica Rodríguez, que señala que cada “convento y cada orden son un mundo”.

Teléfono de ayuda 24 horas

Para atender a todas las necesidades, la Asociación, que tiene su sede en el convento de Santa Clara, habilitó un teléfono al que las monjas pueden llamar las 24 horas del día. “Las hemos ayudado a llenar el depósito de gasóleo, a renovar ordenadores, a contar con firma electrónica, a solicitar ayudas a la dependencia a resolver trámites de extranjería”, señala el coordinador de la asociación, que subraya que la ayuda va más allá de los problemas cotidianos que muchas veces no saben cómo afrontar.

Imagen de Santa Clara. Javier Longobardo

El diagnóstico inicial guio la creación de proyectos diseñados no solo para atender las necesidades inmediatas, sino también para garantizar la sostenibilidad a largo plazo. “Cuando visitas los conventos te das cuenta de que las monjas están muy desatendidas. Esa, al menos es mi percepción. Con esto no quiero culpabilizar a nadie, pero creo que existe una desconexión entre las grandes ideas y lo que es el día a día”, asegura Rodríguez Márquez.

Una monja de las Comendadoras de Santiago tiende la ropa. Javier Longobardo

Lavandería en Santa Isabel

El primero de los proyectos acometidos fue la puesta en marcha de una lavandería industrial en el convento de Santa Isabel. La lavandería existía, pero dejó de funcionar porque las monjas, debido a su edad, no podían seguir con la actividad. Ahora el espacio y la maquinaria han sido alquilados a un matrimonio. “La asociación realizó un pequeño apoyo a las personas que ahora explotan un negocio que parece que ya ha cogido velocidad de crucero”, señala Rodríguez, que explica que la filosofía pasa por lograr que los conventos “tengan ingresos estables que hagan sostenible su actividad y no supongan la pérdida de propiedad de los conventos”.

No es la única aportación realizada por la asociación. Por ejemplo, también han elaborado un plan de marketing, para la guardería de las Comendadoras de Santiago. “Las llevamos a una guardería de última generación para que conocieran como trabaja ahora el sector y les hemos cambiado la imagen”, explica que el coordinador de la Asociación. En este mismo convento se ha puesto en marcha la iniciativa ‘Pucheros en los conventos’.

Los voluntarios de la Asociación hacen visitas guiadas por el convento de Santa Clara. El claustro de los Laureles es parada obligada. Javier Longobardo

 Inspirado en modelos que ya funcionan en conventos de esta misma orden como el de Granada, las Comendadoras de Santiago han empezado a ofrecer comidas como preparadas por ellas para grupos de entre 20 y 40 personas. Y puede haber mejor plan que visitar el convento y degustar un cocido o un guiso en el patio de la Mona, un extraordinario conjunto arquitectónico del siglo XVI, en que destaca las cerámicas que lo revisten. Para disfrutar de este plan que suma arte y gastronomía hay que llamar al 633112845, que es el teléfono de la Asociación de Amigos de los Conventos de Toledo.

El radio de acción de la asociación no se limita al Casco histórico de Toledo, donde se concentra el mayor número de conventos. También se han volcado con las carmelitas de Consuegra incluso antes de que estuvieran aprobados sus estatutos. El año pasado les ayudaron a vender sus roscones. “De ochenta pasaron a vender 250”, explica Francisco Rodríguez que espera que este año, que cuentan con una receta mejorada sean muchos más.

Vistas del Hospital de Tavera desde el convento de Santa Clara. Javier Longobardo

Venta de dulces en 'Puy du Fou'

Precisamente, los dulces conventuales son uno de los tesoros gastronómicos más apreciados ya que están elaborados con ingredientes de primera calidad, con mucho mimo y siguiendo recetas tradicionales que son un secreto. Pero muchas veces, se encuentran con el hándicap de la comercialización. En este ámbito también se ha volcado la Asociación de Amigos de los Conventos de Toledo.  De hecho, treinta y tres de sus voluntarios se encuentran estos días vendiendo las exquisiteces elaboradas por las monjas en ‘Puy du Fou’, por el que cada día pasan miles de visitantes.

La Asociación de Amigos de los Conventos de Toledo tiene su sede en el convento de Santa Clara. Javier Longobardo

La logística detrás de esta operación ha sido compleja. Para ello la asociación ha organizado un almacén centralizado en un espacio que les han cedido los monjes del Monasterio de Monte Sión, que garantizar el suministro constante de productos, lo que permite maximizar las ventas.

A los proyectos ya en marcha hay que sumar otros en ciernes como el denominado ‘Huertos urbanos conventuales’. Este proyecto pretende reparcelar los huertos de los conventos que ya no utilicen las mojas para habilitar parcelas que puedan alquilar por 30 euros al mes. “Los arrendatarios pueden cultivar sus propios vegetales y hortalizas y los ingresos se destinan al mantenimiento de los conventos. Es una forma de revitalizar espacios que de otro modo estarían abandonados, manteniendo al mismo tiempo su conexión con la comunidad”, explica Rodríguez Márquez.

El taller denominado 'Briconvento' está recuperando bancos, sillas y pequeños muebles pertenecientes a los conventos. Javier Longobardo

En poco menos de un año, labor de la Asociación está logrando resultados tangibles, pero los retos son enormes. “No hemos recibido ni un euro de subvenciones. Todo lo que hacemos se financia con las cuotas de los socios y los ingresos generados por nuestras actividades”, señala su coordinador

Visitas, talleres y conciertos

Entre las actividades desarrolladas se encuentran las visitas guiadas al convento de San Clara -la Asociación está concluyendo un proyecto implementar audioguías mediante códigos QR que les permitirá no ser tan dependientes de los voluntarios-, micro conciertos, o talleres como el de jardinería y horticultura o el de bricolaje al que han bautizado con el nombre de ‘Briconventos’ en el que los participantes arreglan bancos, sillas y otros muebles pertenecientes al convento y que están en mal estado. La actividad que no solo beneficia a los ‘alumnos’, sino que también mejora el pequeño mobiliario de los espacios monásticos. Al catálogo de talleres se sumará en enero uno de encuadernación, que será impartido por Julián Montemayor, que fue encuadernador de la Diputación.

Taller de jardinería y horticultura en el convento de Santa Clara. Javier Longobardo

Cada taller, cada venta y cada visita guiada son un paso hacia la preservación en el que estos lugares sigan siendo parte esencial del paisaje cultural, urbanístico y antropológico de Toledo. “No sé si lo conseguiremos porque hay conventos en los que tan sólo quedan cinco o seis monjas, pero lo que tengo claro que es la Asociación va a hacer todo lo posible para que se mantengan”, concluye Francisco Rodríguez.