Muchos piensan que solo son capaces unos cuántos, que qué envidia... Y no, todos podemos sacar la cabecita en situaciones difíciles e intentar ser fuertes, aunque aún no lo hayamos descubierto. Más que una capacidad, la resiliencia es una habilidad. Se puede aprender y se puede entrenar, pero antes hay que tener unas dosis de voluntad.
Quienes están acostumbrados y anclados en el victimismo, porque en algún momento sacaron (pero menos ahora, seguro) alguna recompensa como atención, evitación de afrontamiento; esos que practican constantemente dar pena, también podrían convertirse en personas positivas y fuertes si decidiesen salir de su zona de “confort”. Dar pena y hacerse la víctima llega a ser agotador para los demás hasta el punto de evitar a esas personas y yo, además, lo recomiendo. Le ponen pegas a todo y si siempre hay algo malo... ¡¡¡puuuuf!!!
En esta faceta del victimismo existe el protagonista “desvalido y frágil” y el cuidador o protector que, con sus conductas, refuerza cada vez más esa indefensión aprendida y en muchos casos indefensión manipuladora, consciente o inconscientemente (ya podríamos entrar en el terrenos de las personas tóxicas, envidiosas, malas...). Hay que dejar transcurrir la experiencia de los problemas que en cada edad aparezcan, típicos de la misma, y dejar probar a enfrentarse a ellos a la persona que los sufre. Eso es independiente de ayudarla, que es distinto a alejarla de la situación y/o resolvérsela.
La capacidad de ver el lado bueno de las cosas se aprende desde la infancia. Y todas las cosas malas que nos pasan y quedan por pasar, todas, tienen una gran dosis de aprendizaje para hacernos cada vez más fuertes, con nuestras propias armas mentales y fortalecer la autoestima. No sabemos nuestras capacidades hasta que no estamos ahí, viviendo el sufrimiento y plantándole cara con un lenguaje interno de “esto no puede conmigo”, “de ésta salgo sí o sí”, “seguro que puedo"... Luego ya se verá la estrategia del cómo, porque siempre hay un cómo, un por qué y un para ti. El autolenguaje es importantísimo. Esa forma de hablarnos inconsciente anticipando lo malo o lo posible es la que nos paraliza o la que nos impulsa. Y esa SE APRENDE.
La protección de los padres, de la pareja, etc. crea un aprendizaje y una sensación de inseguridad e incapacidad, de no valía, de no suficiencia que se mantiene en el tiempo haciendo a esas personas ansiosas, con la autoestima baja y posiblemente adoptando la victimización como forma de relacionarse con el mundo. Hay situaciones que nos presenta la vida en las que no podemos hacer nada o casi nada pero sí lo podemos hacer mentalmente por nosotros. La queja interna, el anticipar lo malo y similar, nos hunde, agrava aún más el ánimo ya difícil del momento, sin cambiar NADA.
Llorar no es señal de debilidad, es una necesidad a veces para liberarse de la angustia de la impotencia; llorar no es tirar la toalla, llorar es demostrar estar vivo y seguir, porque llorar para desahogarse debe casi medirse con un reloj, para evitar que después vengan otras emociones ya menos adaptadas. Por cuantos más y mayores problemas hayamos pasados, más conocemos nuestras capacidades y más fuertes nos hacemos. Esta pandemia nos ha descubierto a todos muchas cosas malas reales y otras buenas consecuencia de las anteriores, SÍ. Quiero pensar que la mayoría hemos aprendido a relativizar, a disfrutar más de lo real y a anticipar menos cosas malas. Es cierto que en personas con psicopatologías previas esta situación no ha sido de gran ayuda, viéndose agravados sus cuadros emocionales. En general pienso, y así debería ser, que somos más empáticos, más auténticos, MÁS FUERTES.
Volviendo a la educación de los niños, hay que darles la oportunidad de expresarse y reforzarle comportamientos, los comportamientos en la vida, no solo las notas del cole. Hay que enseñar en inteligencia emocional y, ante el lado malo de las cosas, hay que aplicar el filtro de esta inteligencia en el que es importante también una buena dosis de sentido del humor, que eso sí que suele ser algo que “viene de serie” con la persona.
Ana M. Ángel Esteban espsicóloga clínica y sexóloga.
Consulta en Toledo yonline. Teléfono615224680.
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