Han sido ríos de tinta los que han corrido y siguen corriendo sobre el mal llamado "Crimen de Cuenca". La historia narra las consecuencias de un asesinato que no se produjo. El de un vecino del pueblo conquense de Tresjuncos que marchó a otro pueblo sin dejar rastro. “El Cepa”. Insidias y murmuraciones llevaron a las autoridades a juzgar y condenar a dos inocentes. La imagen de un diputado conservador que no participó en el proceso también quedó manchada, como si hubiera participado.
Este terrible suceso era un argumento atractivo para ser llevado al cine. Y, así, Juan Antonio Porto escribió un guión y Lola Salvador una novela, que fueron la base de la exitosa y controvertida película de Pilar Miró. En ella se hace una implacable denuncia de los métodos utilizados por la Guardia Civil en los interrogatorios de aquellos años.
La película, basada en hechos reales, utiliza sin embargo personajes que, sin tener nada que ver con el caso, como el diputado Contreras, aparecen participando en los hechos como parte real de la historia.
El diputado Contreras, una personalidad relevante en aquellos años, fue concejal del Ayuntamiento de Madrid en dos legislaturas y diputado a Cortes por Madrid y por el distrito de San Clemente en Cuenca. Esto último es todo lo que le une a este caso, acaecido en los pueblos conquenses de Osa de la Vega, Tresjuncos y Belmonte.
Las invenciones son tan patentes como el hecho de que, en la película, el diputado Contreras, interpretado por el actor Fernando Rey, aparezca en un casino, leyendo la carta que le trae el párroco, cuando regresa el Cepa en 1926. Martínez Contreras había fallecido en 1917.
Utilizado como "chivo expiatorio"
Martínez Contreras fue utilizado como "chivo expiatorio" por los periódicos sensacionalistas de 1926, al regresar El Cepa, porque en el momento en que ocurrieron los hechos, año 1910, era diputado conservador por el distrito de San Clemente y no dudaron en arremeter contra lo que para ellos debería tener un trasfondo político.
Las últimas publicaciones, sobre el mal llamado crimen de Cuenca, quieren ser recopilaciones de todo lo escrito sobre este caso. El autor, Juan Fuentes, selecciona citas de periódicos, novelas o blogs., que le llaman la atención, sin investigar y, por supuesto, sin aclarar si lo que transcribe es cierto o inventado. Esto nos lleva a auténticos despropósitos, al no saber el lector qué es verdad y qué es invención.
Así, el prologuista de la última publicación sobre el caso, "El crimen de Cuenca-recuperando la historia", nº 9, de Juan Fuentes, mayo de 2023, acusa sin ningún pudor al diputado Martínez Contreras afirmando: “Ejerció la acusación particular contra los dos imputados, en el procedimiento judicial que se reabrió en 1913 y finalizó en 1918 con la condena de dos inocentes”.
Esta acusación es un infundio, ya que la acusación particular la ejerció la familia de Grimaldos, “El Cepa”, como puede comprobarse consultando el expediente judicial del caso.
Murmuraciones de vecinos
No quiero terminar sin señalar lo importante y determinante que fueron las murmuraciones de vecinos de Tresjuncos y Osa de la Vega para que el juez reabriera el caso. Murmuraciones, bulos, 'fake news' que después de un siglo siguen siendo actualidad.
Estas 'fake news' son un hecho real que aparece en el expediente del caso, en los periódicos y libros que cita el autor y en las entrevistas publicadas en 2010 con motivo del centenario del suceso por el periódico "La Provincia" de Cuenca: “Así lo pone de manifiesto Juan Antonio Porto en la entrevista: hay testimonios en el juicio de gentes que presenciaron, desde la plaza, el crimen, que vieron el cadáver y que además vieron cómo lo quemaban".
Esta última publicación de Juan Fuentes deja al diputado Martínez Contreras en la misma situación de indefensión en la que estuvieron los acusados, León y Gregorio, cuando fueron condenados.
La historia se repite y nos encontramos con un nuevo atropello a la justicia. Sin ninguna prueba real y atendiendo de nuevo a los " parece que” y " se dice que". Acusaciones muy graves contra el honor de una persona que difícilmente puede ya defenderse.