No es muy amigo Bertín Osborne de hablar sobre su vida privada, pero la enfermedad de su hijo Kike, como él mismo reconoce, le ha cambiado. El hijo del presentador nació con una parálisis cerebral y ahora, "Kike está muy grande. Tiene doce años y está muy desarrollado. Estupendo como siempre".

Pero el pequeño, que tiene en común con su mujer Fabiola, necesita muchas atenciones cada hora de cada día. Y eso es algo que tiene angustiado, así lo ha reconocido, a sus padres. "Lo que más nos angustia es pensar que cuando su padre o su madre no estén qué va a pasar con él. Intentamos buscar la manera de que Kike sea lo suficientemente autónomo para que pueda manejarse en el día a día", una realidad que pone los pelos de punta.

Bertín Osborne Fabiola narran también que su hijo ha mejorado pero aporta dosis de realismo al reconocer que "nada de lo que ha sucedido habría sido posible. Hay mucho esfuerzo detrás; primero el suyo, su propio esfuerzo o capacidad de supervivencia, y luego el de todos los que estamos a su alrededor, familia y profesionales".

Y se sincera sobre sus sentimientos: "creo que la brutal sacudida que la vida me pegó cuando nació Kike me hizo madurar de golpe", y dice que no se rendirá: "Jamás te resignas. Luchas para que todo vaya bien, para intentar cambiar lo que está pasando en ese momento. Por otra parte, ver otras realidades también te da más perspectiva".

La pareja es consciente de que su nivel adquisitivo les ha ayudado: "tenemos una situación de privilegio. Disponemos de medios y posibilidades de hacer muchas cosas que otras familias no pueden".

Pero el dinero no sirve para evitar sustos o sobresaltos, "intentas crear rutinas y horarios porque lo necesitas para poder llegar a todo lo que Kike hace pero no hay día igual a otro. Un día parece que va todo bien y de repente sufre una crisis epiléptica y no sabes las consecuencias de ese nuevo episodio".