La llegada de la Navidad suele coincidir con un consumo excesivo de grasas saturadas, presentes en alimentos como carnes grasas, mantequillas y postres ricos en crema, que pueden elevar los niveles de colesterol LDL -el llamado colesterol 'malo'- en sangre. Esto contribuye a la formación de placas de ateroma en las arterias, que incrementan el riesgo de eventos cardiovasculares, como infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares.
Ante esta situación, el doctor Luis Rodríguez Padial, jefe de equipo en la Clínica Medicina y Prevención Cardiovascular en Toledo, recomienda "optar por alternativas más saludables, como pescado azul, frutos secos sin sal, vegetales y aceite de oliva".
Sobre cómo influye el alcohol, el doctor Rodríguez Padial subraya que "en exceso puede aumentar la presión arterial, favorecer arritmias cardíacas, elevar los niveles de triglicéridos y contribuir al desarrollo de enfermedades como la miocardiopatía alcohólica, una forma de miocardiopatía dilatada".
En este sentido, recuerda que "aunque se han reportado beneficios cardiovasculares del consumo moderado de vino tinto por su contenido en antioxidantes como el resveratrol, la recomendación médica siempre es moderar la ingesta: no más de una copa al día para mujeres y dos para hombres", por lo que "en Navidad, es fundamental evitar excesos y alternar con agua para mantenerse hidratado".
Descanso y control del estrés
En estas fechas, el doctor también subraya que es fundamental un descanso adecuado. "Dormir menos de 6 horas por noche o tener un sueño de mala calidad se ha asociado con un mayor riesgo de hipertensión, obesidad, diabetes tipo 2 y eventos cardiovasculares. Mantener una rutina de sueño estable, con al menos 7-8 horas diarias, ayuda a regular la presión arterial, mejorar la función del sistema inmune y reducir los niveles de estrés", ha indicado el jefe de equipo de Medicina y Prevención Cardiovascular.
Por último, el estrés es otro factor de riesgo a controlar en las fechas navideñas, según Rodríguez Padial. "El estrés agudo incrementa la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina, que pueden elevar la presión arterial y favorecer arritmias. A largo plazo, el estrés crónico se asocia con inflamación, un factor que contribuye al desarrollo de la aterosclerosis, y, con ello, a la presentación de infarto de miocardio, angina de pecho o ictus".
Para prevenirlo, "es clave planificar las actividades con antelación, establecer prioridades, practicar técnicas de relajación como la meditación o el yoga, y encontrar momentos para disfrutar en familia", concluye el doctor.