Entre tierras ha entrado en el catálogo de Netflix por la puerta grande. Tras su paso por Atresplayer y Antena 3, la serie protagonizada por Megan Montaner se ha colocado en el podio de las diez más vistas de la plataforma, y buena parte de ella fue grabada en uno de los pueblos más bonitos de Castilla-La Mancha. 

Lanzada el pasado 27 de marzo, se trata de un drama romántico de diez episodios ambientado en la España rural de los años 60 que narra la apasionante historia de una mujer capaz de dejar atrás sus propios sueños y abandonar sus aspiraciones sacrificándose por su familia.

María (Megan Montaner), una andaluza dedicada a cuidar de su familia desde que murió su padre, acepta casarse con un terrateniente manchego -que viene a su pueblo buscando esposa- a cambio de asegurarse el bienestar de su madre y hermanos. 

[Netflix: así es la serie con Megan Montaner que ha destronado a 'El problema de los 3 cuerpos']

La joven deja atrás su tierra, pero lo que no sabe es que la boda que se celebra entre ambos es por poderes y con quien de verdad se está casando es con Manuel (Unax Ugalde), el único sobrino de Ramón (Juanjo Puigcorbé), que en ese momento desconoce la trampa que su tío le ha tendido.

En La Mancha se enfrenta a una tierra distinta, al rechazo inicial de campesinos y jornaleras que miran con reservas a la nueva esposa del señorito y, sobre todo, a un marido atormentado.

Grabada en Atienzar (Guadalajara)

El nuevo hogar de María tras su boda con Manuel se rodó en Atienza, un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara que apenas alcanza los 450 habitantesSituada en la Serranía Norte, esta localidad es cruce de rutas importantes de sus lares: la del Cid, la del Románico Rural y la del Quijote.

El castillo, situado en la parte más alta del pueblo, es el monumento más representativo y, entre las obras religiosas, destacan el ábside del Monasterio de San Francisco, San Bartolomé, Santa María del Val, San Juan del Mercado, la Iglesia de la Santísima Trinidad o Santa María del Rey. 

Las obras civiles se despliegan en conjuntos arquitectónicos como la Plaza del Trigo, magnífico ejemplo de plaza castellana, o la Plaza de España, con su forma triangular y la fuente de los delfines del siglo XVIII.