El miedo es el principal factor. El miedo al cambio funciona como una barrera infranqueable que nos confina en la zona de confort de lo que ya conocemos, incluso cuando las circunstancias dejan de ser placenteras, como en el caso de plantearnos terminar una relación. Esta aversión profunda hacia la incertidumbre de lo que será nuestro futuro desencadena un torbellino de ansiedad y aprensión muy intensa, paralizándonos en lo que tenemos bastante claro (eso sin contar con malos tratos psicológicos más difíciles de identificar, o físicos explícitos).
Muchas personas se descubren aferrándose a lo mínimo que encuentran que puede valer la pena aún, a tenues razones rebuscadas a pesar la la gran insatisfacción y malestar que sienten, simplemente porque lo que les es familiar sigue representando un falso refugio, aparentemente más seguro en comparación con lo que ellos creen que les puede esperar. La soledad, el vacío, la pérdida de un "hogar"... Este miedo paralizante puede impedir avanzar hacia nuevos horizontes bonitos donde se podrían descubrir oportunidades más satisfactorias, estables, prometedoras y una felicidad que aún no habíamos conocido... Pero da miedo, casi siempre.
Hay otros factores nada despreciables, como las dificultades económicas y la dependencia afectiva tan común y en la que muchos están sumidos sin darse cuenta. Querer estar con alguien a toda costa sin saber por qué y con miedo a separarse ya denota una dependencia afectiva. La perspectiva de estar solo puede parecer tan aterradora que, irónicamente, uno prefiere seguir en una relación que ya no aporta, banal, consumida, aburrida y hasta perjudicial con tal de no aventurarse en el proceso de autodescubrimiento y curación personal.
Dependencia hacia la pareja
Vuelvo a repetir que la soledad da miedo y no es la mejor opción para atreverse, hacer sin pedir permiso, sin miedo a la negativa y al control del otro. Se siente mucho miedo al rechazo y al fracaso si pasamos a estar solos, lo que fomenta aún más esa dependencia poco saludable hacia la pareja, dificultando la posibilidad de encontrar y establecer nuevos vínculos auténticos y recíprocamente reforzantes. Nos saboteamos continuamente por miedo y dependencia y ahí seguimos, ya removiendo la mierda. No nos atrevemos a soltar por miedo y por el constante "y si..." que siempre se nos presenta con posibilidades oscuras, de miedo nuevamente, y aquí nos quedamos. Pensamos que después qué habrá, quizás menos aire, y aquí seguimos, asfixiados pero seguimos.
La dependencia emocional suele ir unida a dificultades emocionales como estados depresivos, ansiedad e inseguridad personal, y en estas circunstancias de bucle, la autoestima se enturbia y nos sentimos aún menos, con lo que la percepción de uno mismo de ve deteriorada y la idea de terminar con la relación se convierte en una amenaza hacia la propia identidad y el propio valor. ¿Seré alguien después? ¿Cómo sigue esto? ¿Seré capaz? El miedo a este colapso emocional prevalece de forma inimaginable llevándonos a elegir seguir en ambientes conocidos, aunque mal, y con un confort engañoso que sabemos que es real.
Miedo a la incertidumbre
Se evita el enfrentamiento a la soledad y a la inseguridad emocional que trae la independencia tan ansiada por otros y tan recomendable desde mi punto de vista. Se crea un círculo vicioso donde el miedo a la incertidumbre y al abandono alimenta a la dependencia y, a su vez, debilita la resiliencia emocional que algunos ni saben que tienen. Las dificultades económicas hacen depender casi a todo los niveles y el otro sabe de este miedo y se aprovecha. Personas sin trabajo y ya en edades maduras se piensan muy mucho salir de donde están por los miedos anteriores y, además, por encontrarse posiblemente sin dinero. El miedo a no tener trabajo, el miedo a no saber desenvolverse por la inexperiencia, por haberse dedicado a la casa e hijos... el miedo otra vez en el fondo de la permanencia en la toxicidad. La independencia económica es de vital importancia para mandar a la mierda a quien haga falta sin o con menos miedo.
Otro factor que influye a la hora de dudar en terminar con la relación es la influencia social y las creencias religiosas, que también nos atan a relaciones dañinas. Mantener una relación y, sobre todo, un matrimonio es visto muchas veces como un pilar de responsabilidad social y familiar. La opinión de familiares, amigos y los "otros" puede traducirse en una voz interior que nos habla continuamente para desalentarnos de poner fin a una de esas relaciones tóxicas.
Está muy extendido y se expresa entre círculos familiares y de amigos que "es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer", creándose una nueva falsa seguridad, ilusoria, que nos atrapa para no romper "vínculos afectivos". Expresión que lleva inherente algo bonito, como amor, felicidad... Piensa. Hay muchas personas que, ante el temor a la estigmatización y juicio social por sus formas de ser y educación, prefieren la paralización y el sufrimiento en silencio para evitar el desprestigio y los comentarios y miradas en sus círculos más cercanos.
Ante esta maraña de automanipulación emocional es evidente la necesidad de ayuda externa, apoyo profesional, para comenzar un cambio radical de perspectivas y poder salir sin sentirnos juzgados y reforzados en nuestra valía emocional. Los psicólogos trabajamos y enseñamos estrategias para desarrollar mecanismos del manejo de la ansiedad y del miedo equipando a nuestra mente con herramientas que puedan construir planes de acción contra esa devastadora tormenta emocional aprendida que nos mantiene ahí, sufriendo.
Tenemos que aprender a ser autosuficientes, física y emocionalmente, y fortalecer la autoestima. Estos son pasos esenciales. Es como aprender a nadar para mantenernos a flote, controlando. Aprender a nadar en nuestras relaciones personales perjudiciales. Una vez que nos decidimos a hacerlo, a salir, es cierto que romper con las expectativas y presiones sociales no es nada fácil. Requiere de mucha voluntad y también de respaldo de personas importantes para nosotros que comprendan nuestra situación. El apoyo de seres queridos es vital. Siempre, mientras tanto, hay que evaluar con realidad, con toda la objetividad posible, los costos y beneficios de terminar una relación. Es crucial para tomar una decisión más equilibrada.
Escuchar a nuestra voz interior
Las pérdidas ya las sabemos, los malestares también... y las ganancias, aunque sean desconocidas y vistas con miedo a lo desconocido, tenemos la ventaja de que las podemos crear, podemos influir en cómo queremos que sean, seremos libres por fin, y esto ya es una gran ganancia. Libres de malestar y manipulación. En cualquier caso, libres para empezar a dibujar nuestro nuevo contexto emocional, siempre bonito, desde casi cero.
Es vital reconocer los propios sentimientos. Como yo digo siempre, el cuerpo habla y la cabeza también, sin parar. Es esencial para salir de donde no queremos estar el reconocimiento consciente de los propios sentimientos y necesidades. En muchas ocasiones, las personas tienden a suprimir o ignorar sus emociones verdaderas, que les gritan internamente, por miedo al conflicto o por el deseo de no decepcionar a los demás. Pero escuchar activamente a nuestra voz interior y deseos más profundos debe ser la brújula que nos guíe hacia las decisiones más auténticas y saludables.
Muchas cosas tienen un fin que nunca quizá antes habíamos contemplado, pero llegan momentos también no contemplados que nos tiran de las orejas para mirar hacia otro sitio con más luz. Es importante desarrollar un diálogo interno, un autolenguaje compasivo con nosotros mismos, ese alguien interior que nos entiende y apoya y que facilita los cambios necesarios para vivir en armonía y tranquilidad con uno mismo, primero, y después con los demás. Hay que cerrar capítulos oscuros que ya no contribuyen a nuestro crecimiento personal ni afectivo. Ahora hay que empezar a ser ese yo nuevo que quiere vivir y ser feliz. ¡Suerte porque te lo mereces!