El Corpus Christi de Camuñas (Toledo) es uno de los más vistosos, curiosos y coloridos de cuantos se celebran en Castilla-La Mancha.

Declarado de interés turístico regional y Bien de Interés Cultural Inmaterial, esta pintoresca fiesta cuyos orígenes se remontan al siglo XVI o XVII es en realidad un auto sacramental en el que sus protagonistas no utilizan palabras.

En él se enfrentan dos grupos, el de los pecados, que con llamativas caretas y una larga vara encarnan el mal y los defectos del hombre, y los danzantes, provistos de una careta nariguda y vestimenta blanca mediante las que destilan alegría y persiguen la encarnación de las almas benéficas.

Además de por su vestimenta, a los dos bandos se les puede distinguir por su manera de comunicarse. Mientras que los pecados lo hacen mediante alaridos, salvas de pólvora y el arrastrar de sus varas, los danzantes se valen de la música durante toda la representación. 

El enfrentamiento arranca durante la celebración de la misa. En ese momento, los pecados se sitúan en la entrada al templo en semicírculo, en posición de asedio y mediante sus característicos alaridos, golpes y sonido de la pólvora, comunican su hostilidad hacia el oficio religioso.

Carreras de los pecados

Una vez terminada la celebración, la custodia abandona la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción para procesionar por las calles del pueblo y comienza el 'choque' entre el bien y el mal.

Los pecados arrancan en la Plaza del Reloj con sus carreras contra los símbolos del bien. Un disparo anuncia la llegada de la 'Pecadilla', a la que prosigue el 'Pecado Mayor' ataviado con una careta de cerdo y que representa al demonio. Tras ellos, se van sucediendo las diferentes carreras que terminan de la misma manera: humillados ante la custodia.

Del lado de los danzantes, cada máscara y vestido también representa un rol diferente, desde 'El Capitán' que representa la caridad a 'El Alcalde', símbolo de la esperanza.

Una vez que los pecados han caído, el bien escenifica su victoria con la interpretación de la danza de 'tejer el cordón', uno de los puntos álgidos de la fiesta.

A partir de aquí, la procesión discurre por las calles de Camuñas mientras los pecados continúan con sus carreras que son paradas una y otra vez con el estandarte del bien.