Una paella hecha con los pasos de Julián García.

Una paella hecha con los pasos de Julián García. Samuel Domínguez

Gastronomía

El pueblo de Castilla-La Mancha donde se come una de las mejores paellas del mundo: "Se hace con mucho amor"

Hasta el municipio, con poco más de 500 habitantes, se acercan cada año centenares de personas para probar este plato. 

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La paella no solo es un plato icónico de la gastronomía española, sino un símbolo de tradición, cultura y orgullo. Desde sus humildes orígenes, en el siglo XIX, ha logrado convertise en un emblema mundial. Y Castilla-La Mancha puede presumir de contar con una de las mejores del mundo. 

Con el objetivo de mantener la esencia de este plato, nació hace unos años el Concurso Internacional de la Paella, que en cada edición corona a la mejor de planeta. Los participantes cuentan para su elaboración con una lista de ingredientes compuesta por arroz, pollo, conejo, caracoles, garrofón y tavella, judías verdes, ajo, tomate, pimentón, aceite, azafrán y sal.

En el arte de conjugar estos elementos sencillos, Julián García es todo un experto. Este maestro paellero, natural de Cuenca, es la única persona que ha sido capaz de ganar el certamen en dos ocasiones (2013 y 2015) con una paella que ha convertido la Posada Real de Santa María, en Santa María del Campo Rus, en todo un referente del panorama gastronómico.

"Es un error echarle de todo"

En una reciente entrevista concedida a EL ESPAÑOL, García reconocía que su principal secreto es hacerla "con mucho amor". Después de una vida dedicada a la gastronomía y en especial a los arroces, admitía la importancia de "escuchar" lo que pide el plato porque "un aroma, un color o un sonido" van a determinar su calidad. 

En el caso de la paella valenciana, lo primero a tener en cuenta es que "la auténtica se hace con sus ingredientes originales", por lo que es un error "echarle de todo". Mantenerse tranquilo y tener cuidado con el fuego son los otros consejos que este gurú sigue al pie de la letra para mantenerse en el olimpo.

Hasta este pequeño pueblo de poco más de 500 habitantes se acercan cada año cientos personas con el deseo de probar la mejor paella en plena Mancha.