A tan solo 11 kilómetros de Ciudad Real capital se encuentra Ciruela, una aldea con alto valor histórico que quedó despoblada cuando los terratenientes abandonaron sus casas a mitad del siglo XX.
Este pequeño municipio es un tesoro histórico poco conocido que ya se mencionaba en la Carta Puebla como uno de los emplazamientos que el rey otorgó a Villa Real. Situado al noroeste, se trata de un lugar olvidado cuyas ruinas se asientan sobre una modesta altura dominando el valle del Jabalón.
Destacan de este lugar, que tan solo cuenta con un vecino y una docena de casas habitadas, los restos de un antiguo castillo. El origen de la fortificación no se conoce con exactitud, pero se cree que fue construida durante el dominio árabe. Su existencia queda atestiguada documentalmente desde 1156, cuando Alfonso VII donó el enclave al caballero toledano Armildo Meléndez.
Asentado sobre un domo volcánico
El núcleo del castillo -la torre- se asentó sobre un domo volcánico muy excepcional en España. Sobre él todavía pueden verse algunos restos de mampostería y escalones tallados en la roca, y a su lado se encuentran los restos de la antigua ermita de Santa Marina, que también quedaba dentro del recinto amurallado.
En el entorno de la aldea se pueden hacer rutas interesantes, ya sean de carácter histórico o geológico. Además de visitar las ruinas del castillo, también se pueden contemplar el volcán de la Zurriaga, típico de la zona de Calatrava, otras chimeneas volcánicas y, a tres kilómetros, el Maar de la Hoya del Mortero.
En el horizonte de la aldea se pueden contemplar edificaciones abandonadas que tuvieron un gran pasado histórico, pertenecientes al General Aguilera o a la casa de Treviño, antepasados del expresidente de Castilla-La Mancha José María Barreda.
Es un sitio perdido, tranquilo, donde no hay contaminación lumínica ni acústica y en el que se puede aprender geología.