En España hay infinidad de rincones mágicos que todo el mundo debería visitar al menos una vez en la vida y uno de ellos es Valverde de los Arroyos, un pequeño y pintoresco pueblo de Guadalajara incluido entre los más bellos del país. Sin duda, un lugar de cuento ideal para desconectar de la rutina y disfrutar en familia o con amigos.
Este municipio -de tan solo 88 habitantes- destaca por el uso de la arquitectura negra en sus construcciones, que se distingue por las mamposterías de piedra y las cubiertas de pizarra. Los valverdeños, con notable esfuerzo, han sabido mantener la estética tradicional de sus edificios resistiendo la tentación del uso de materiales mas asequibles y de mas fácil menejo.
De hecho, Valverde los Arroyos pertenece a los famosos pueblos negros, un grupo de diminutas y austeras localidades que a lo largo de los tiempos han conservado su peculiar y rústica fisonomía. Como si el tiempo se hubiera detenido en ellas.
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Pero, además de por su patrimonio, este municipio destaca también por su entorno privilegiado. Tiene montaña, agua, rutas senderistas... En sus alrededores se encuentran la chorrera de Despeñalagua, una increíble cascada con una caída de más de 100 metros, y el Pico Ocejón, lugar para disfrutar de una bonita panorámica.
Qué ver en Valverde de los Arroyos
Pasear por Valverde de los Arroyos es como retroceder varios siglos. Todo está formado por pizarra, piedra y madera que se intercala con cuarcita, lo que aporta tintes dorados y ramalazos de luz.
Destaca la plaza, cuya característica principal es un espacio para juegos tradicionales que aporta la sal a una zona presidida por la Iglesia de San Ildefonso, emblema de la citada arquitectura de la zona. Este templo fue construido a mediados del siglo XIX gracias a los hermanos Pedro y Manuel Monasterio Mata, dos frailes valverdeños que fueron a Filipinas de misiones y desde allí enviaron 46.000 reales.
Siguiendo con la ruta por el pueblo, una casa típica de la calle Escuelas alberga el Museo Etnológico, donde además de dar a conocer la arquitectura de la zona, se rinde homenaje cultural a la actividad textil. Y también merece una visita la ermita de la Virgen de Gracia, que conserva los restos de un pequeño retablo destruido durante la guerra civil.
Por último, los más aventureros pueden hacer la Ruta de la Miel, una de las más fáciles y agradables de recorrer. Esta se puede realizar en poco más de una hora y pasa por los rincones más pintorescos de las proximidades del pueblo.