El moderador del debate, el veterano periodista Manuel Campo Vidal, estaba preparado para recibir a los invitados y a los candidatos dos horas antes de que comenzara el 'cara a cara' más esperado de la campaña. En conversación con EL ESPAÑOL, creía que el debate sería “enriquecedor” y confiaba en que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez protagonizaran un 'cara a cara' positivo, repleto de propuestas y sin demasiados reproches. Pura fantasía. Un Pedro Sánchez ninguneado por las encuestas arrinconó a Mariano Rajoy, que aprovechó los únicos cinco minutos de descanso para escuchar los nuevos consejos de su jefe de gabinete, Jorge Moragas, que intentó reconducir un debate que a esas horas ya había perdido el presidente del Gobierno.
Pedro Sánchez fue el primer candidato en llegar a los estudios de la Academia de la Televisión, repleta de equipos de seguridad que no permitían a los periodistas dar un paso más allá del perímetro permitido. Eran exactamente las 21.12 horas cuando el secretario general del PSOE descendía del vehículo que le condujo hasta el plató del 'cara a cara'. Llegó junto con su mujer, Begoña Gómez, enfundada en una chaqueta de cuero roja, que no le soltó de la mano durante los dos minutos que duró el photocall. Solo cuando empezaron a saltar los flashes, Sánchez se quitó la mochila que traía al hombro.
Diez minutos después del líder de la oposición, hacía el paseíllo el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. El líder del PP llegó acompañado de su jefe de gabinete, Jorge Moragas. Su mujer seguía su debate más decisivo desde la Moncloa, junto a sus hijos. El líder del partido conservador también estuvo flanqueado por la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez de Castro. Dos únicos asesores frente a los cuatro que animaron durante las dos horas que duró el debate al líder socialista, que habló más tiempo de Bárcenas que de las medidas económicas del PP en la última legislatura.
Rajoy y Sánchez no se vieron ni se saludaron hasta dos minutos antes de que empezara el debate, una vez ya cruzado el umbral del plató. Los organizadores reservaron para los candidatos dos camerinos colindantes, donde se refugiaron junto con sus asesores la media hora previa al debate. Los dos presidenciables repasaron las últimas notas mientras dos azafatas aprovecharon para secar con secadores sus chaquetas, mojadas por la intensa lluvia que caía mientras entraban en la Academia de Televisión. Tanto los candidatos como los asesores tuvieron a su disposición un catering para cenar a gusto del consumidor: empanada, sándwiches, croquetas y pinchos de tortilla de patata.
Un plató sin público
En el plató, cerrado a cal y canto hasta que llegaron los candidatos, no había público. Los 170 invitados se dividieron en dos salas pegadas una con la otra. En la primera, muy parecidad a una sala de cine, se sentaron los empresarios y directivos de los medios de comunicación invitados al evento. La sala VIP quedaba reservada para empresarios de relumbrón y otros invitados de lujo, como los embajadores de Marruecos, Panamá, República Dominicana y Colombia. También estaba el presidente de Air Europa, Juan José Hidalgo, y el subsecretario de Fomento, Mario Garcés. A su disposición, una silla y una mesa con camarero para cenar mientras disfrutaban del no tan amable debate a dos.
Los organizadores tuvieron que cambiar una vez empezado el debate las cortinillas que abrían y cerraban los bloques. La primera cortinilla salió en color naranja que muchos asociaron a Ciudadanos, tanto del PP como del PSOE. Solo pasó una vez. Cuando regresó la segunda cortinilla, el color había cambiado por un gris que no se podía asociar a ningún otro partido con opciones a arañar escaños a ningún candidato.
Ejercicio previo
Según uno de los estrechos colaboradores del presidente del Gobierno, Rajoy llegó tranquilo al debate. Por la mañana aprovechó para repasar los bloques temáticos; comió con su familia y, por la tarde, hizo un poco de ejercicio. Estuvo de buen humor hasta que Pedro Sánchez le afeó una y otra vez los casos de corrupción que asolan al Partido Popular.
Era medianoche cuando los invitados y los colaboradores salían de una Academia de Televisión anticuada para un debate organizado en 2015. En los pasillos se oía que parecía un escenario más propio de un 'cara a cara' entre José María Aznar y Felipe González que de los líderes del siglo XXI. Tampoco emocionó el moderador, Manuel Campo Vidal, a quienes muchos echaron de menos en más de una ocasión. Entre los invitados, la mayor nota se la llevó Pedro Sánchez, que consiguió sacar de sus casillas a un Mariano Rajoy que llegaba dispuesto a debatir “en positivo”. Nada de lo que se preparó se cumplió.
Saludos en Génova y Ferraz
El presidente del Gobierno fue el primero en irse. Se iba contento, decía, aunque reconoció que no estaba dispuesto a recibir “insultos ni faltas de respeto”. Un exultante Pedro Sánchez tardó cinco minutos más en salir de la sede de la Academia de la Televisión. Salió como entró, agarrado de la mano de su inseparable Begoña. Según su equipo, el socialista había conseguido dar la vuelta a todos los datos y demostró empatía con el sufrimiento de los españoles más perjudicados de la crisis, que es lo que “es incapaz de hacer Rajoy”. Su equipo asegura que no puso demasiada agresividad en el tema de la corrupción. “Alguien tenía que poner contra las cuerdas” a un Mariano Rajoy desencajado, que había perdido los papeles.
Si el juicio final se decidía por la cara con la que salían del recinto sus respectivos jefes de campaña, PSOE ganó por goleada al PP. El jefe de campaña del popular, Jorge Moragas, se entretenía con el móvil mientras el presidente del Gobierno se despedía con las correspondientes fotografías que inmortalizarán su cuarto debate días antes a una cita con las urnas. No cruzó ni una sola palabra con nadie. Por el contrario, el socialista César Luena se saludaba con todo aquel que se encontraba y dejaba el mismo mensaje: la superioridad de Sánchez frente a Rajoy. Antes de irse a descansar a la Moncloa, el líder del PP se pasó por la sede del partido para saludar al grupo de Nuevas Generaciones que le esperaban para saludarle. El socialista hizo lo mismo con los suyos y se dio un baño de masas en la sede de Ferraz.