Esta vez no hubo recogida en coche ni charla amigable en el asiento trasero con referencias a la niña de Albert. Tampoco café con leche en vaso ni canción de Julio Iglesias. El espíritu del 'Tío Cuco', el “buen rollito” que dice Pablo, ha pasado a mejor vida este domingo en el cielo de Madrid. Del “qué pasa, tío” en octubre de 2015 al “me indignas, Pablo” en junio de 2016: el debate que hemos visto este domingo por la noche en Salvados ha sido duro y desagradable, con los dos líderes hablando uno por encima del otro como en los mejores tiempos de la vieja política.
“Como esto siga así, nos presentamos juntos a las elecciones”, llegó a decir Pablo en el primer Salvados de hace ocho meses. Entonces él y Albert coincidían en mucho, sobre todo en regeneración democrática. Esos dos nuevos políticos que acudieron el pasado octubre al bar del cinturón obrero de Barcelona parecían hechos el uno para el otro. 'Naranjito' y 'Coleta Morada', una nueva forma de entender la política en España.
Nada que ver con lo ocurrido este domingo en el Círculo de Bellas Artes, un edificio emblemático en el centro de Madrid con las mejores vistas sobre el cielo de la capital. Pablo venía más amable, pero Albert ha cortado cualquier intento de compadreo desde el minuto uno. “Han pasado cosas” y “no vamos a ser hipócritas”, ha alertado. De pie, separados por Jordi Évole, se han mirado lo justo a la cara durante el tiempo de saludo.
Albert ha disparado primero. En Twitter antes del debate y sobre la mesa del Bellas Artes con su displicencia hacia los “tarjetones” de los que Pablo se ha rodeado porque es “riguroso” con los datos. Albert, que ha usado solo su moleskine naranaja, perseguía más emociones que números. Tras el “chollo” que supone Mariano Rajoy para Podemos, según Albert, se han enzarzado con los refugiados, la economía, los colegios concertados, Amancio Ortega, China y, cómo no, Venezuela. “Tu demagogia es insultante”, ha dicho Albert antes de concluir: “Te sale la cal viva”.
Ese era el objetivo de Rivera: provocar la erupción de cal viva en Iglesias. Así así lo hizo. En palabras de Fernando de Páramo, secretario de comunicación de Ciudadanos: “Desenmascarar al populismo”. Por eso ha ido Rivera directo al mentón de Iglesias, porque tenía prisa por demostrar varias cosas. Que Podemos se ha echado en brazos de Izquierda Unida y ya solo Cs es nueva política. Que él, tanto o más que el PP, puede enfrentarse solito a la formación morada. Que puede sobrevivir a la pinza.
A cambio ha tenido que pagar un precio. Por ejemplo, pasar por el mal trago del Ipad de Évole y verse junto a Eduardo Inda, periodista-némesis de Pablo Iglesias, destacando “el cierto orden” de las dictaduras. Sí, Iglesias entró en el terreno que quería Rivera y acabó criticando las buenas relaciones entre las casas reales de España y de Arabia Saudí, a la que volvió a acusar de apoyar el ISIS (el Estado islámico). Pero tuvo la suerte de no verse sometido a la prueba del Ipad. De haberlo hecho, Évole habría encontrado ese tuit de 2012 en el que Iglesias no llama “criminal” a Amancio Ortega, pero sí sugiere que es un “terrorista”.