El resultado de las elecciones generales ha contribuido a aumentar todavía más la distancia política que había entre España y Cataluña antes de los comicios. La deriva errática de la hoja de ruta soberanista y los desencuentros con la CUP en el Parlament no han obtenido ningún castigo y los partidos independentistas han mantenido sus 17 diputados. El mal resultado de Podemos en el resto de España, además, ha reforzado la vía unilateral que propugnan ERC y CDC y ha dejado sin argumentos en Cataluña a los defensores de una consulta pactada con el Gobierno central.
A pesar de que desde el Govern se insiste en que la hoja de ruta no se va a alterar, durante estos meses de interinidad en La Moncloa los independentistas se han mantenido expectantes ante un posible cambio de presidente que permitiera una salida pactada al secesionismo. Constatada la imposibilidad de una solución negociada, el independentismo se volcará a partir de ahora en intentar sumar al electorado de Ada Colau -conocido en Cataluña como los ‘comunes’- a un proceso de desconexión cuyos mimbres podrían modificarse durante los próximos meses.
El RUI: ¿nuevo mantra independentista?
Ya empezó a sonar antes de las elecciones, pero los resultados electorales ya están multiplicando sus defensores. Desde la CUP -y en menor medida ERC y CDC- se defiende la opción de convocar un referéndum unilateral de independencia (RUI) que contaría con el beneplácito de los 11 diputados de Catalunya Sí que es Pot (CSP) en el Parlament.
Así lo defendió la noche del domingo la diputada de la CUP Mireia Boya, mientras que desde ERC también se lanzaron mensajes para sumar esa izquierda al proceso soberanista. “El cambio y el país que imaginan ya existe, se llama república catalana”, les espetó el candidato de ERC Gabriel Rufián. “España es irreformable”, añadió Oriol Junqueras, presidente de la formación y vicepresidente del Govern. Demòcrates de Catalunya, la escisión independentista de Unió Democràtica, también defiende esta opción.
Los partidos independentistas han constatado que necesitan a la izquierda de Colau para tirar adelante su proceso rupturista. Los ‘comunes’, por su parte, son conscientes de que sin los diputados soberanistas tampoco pueden llevar a cabo su principal reclamo electoral: la celebración de un referéndum en Cataluña para desbloquear el proceso soberanista. De los 47 diputados que se elegían en Cataluña, 29 son partidarios de esa consulta.
La convocatoria de un referéndum unilateral de independencia supondría un punto de encuentro que implicaría cesiones por ambos lados. El independentismo debería poner el freno a su vía unilateral y volver a una fase que ya dio por superada. Los comunes, en cambio, se verían obligados a pisar el acelerador y asumir que las “alianzas fraternas” con el resto de España no van a permitir una consulta en Cataluña.
Desde la marca catalana de Podemos, no obstante, señalan que el llamado RUI tendría muchas similitudes con la consulta del 2014 y que no atraería a votar a los contrarios a la independencia. La formación morada, sin embargo, cada vez tiene menos peso en las confluencias catalanas en detrimento del partido de Colau, que se consolida tras cada votación como la nueva referencia en la izquierda catalana.
El difícil papel de CSP
Desde que se invistió a Carles Puigdemont y arrancó la “legislatura de la desconexión” a CSP se le ha visto entre dos aguas en el Parlament. Durante estos seis meses han intentado que no se les pusiera ni en el bloque constitucionalista ni en el independentista a partir de una reiterada defensa de la convocatoria de un referéndum pactado con el Estado.
El argumento de CSP, sin embargo, ha quedado en papel mojado y la formación queda ahora en una situación muy incómoda en la cámara catalana. Su principal reclamo electoral no podrá llevarse a cabo y se espera que el sector más soberanista de la coalición intente un acercamiento a la hoja de ruta de JxS. El programa de CSP defendía el inicio de un “proceso constituyente no supeditado el marco estatal” y tanto las bases como los dirigentes más próximos a Colau seguramente apostarán por abandonar la ambigüedad de los últimos meses.
No está claro, sin embargo, que este sector tenga la fuerza suficiente en cámara catalana, donde ICV y EUiA controlan con mano de hierro el grupo parlamentario. La coalición que representa esta izquierda en el Parlament no cuenta con el partido de Colau pero sí con un sector de Podemos partidario de confluir con el partido de la alcaldesa de Barcelona. El papel de esos diputados será determinante en el perfil que tome a partir de ahora CSP.
El soberanismo sigue virando a la izquierda
Mientras en España no había Gobierno, en Cataluña Artur Mas dio un paso al lado, la CUP no aprobó los presupuestos del Govern y se pusieron en marcha tres ponencias parlamentarias para articular las llamadas “leyes de desconexión”. El principal cambio, sin embargo, reside en que el partido de referencia del independentismo ya no es CDC sino ERC, reforzado sobremanera por los nuevos resultados en las generales.
El partido de Junqueras ha ampliado su distancia con CDC y, por primera vez, también le ha superado en las zonas rurales de Girona -tradicional feudo convergente- y Lleida. Si el 20-D ERC superó en casi 34.000 votos a CDC, en estos comicios la diferencia de votos ha sido de casi 143.000 papeletas. Los republicanos también se han impuesto en Sant Cugat del Vallès, la única población de la área metropolitana de Barcelona que hasta la fecha había apoyado a CDC y no había sucumbido al liderazgo de Colau.
El viraje a la izquierda del proceso soberanista se ve en ERC como una oportunidad para sumar a los comunes a al proceso rupturista. El único contratiempo es la mala relación que hay entre esa izquierda y CDC. El nuevo escenario obligaría a Junqueras a ejercer de bisagra entre ambos tal y como ha hecho entre CDC y la CUP. Un papel que hasta la fecha le ha granjeado muchos réditos y que le consolidaría como futuro líder del independentismo.