Los impactos del cambio climático, tanto los de desarrollo lento como los repentinos, están empujando a que cada vez más personas se desplacen.
Según el último Informe Global sobre Desplazamientos Internos del Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC), se calcula que 30,7 millones de personas se vieron obligadas a desplazarse internamente por desastres en 2020. Debido, en un 90%, a eventos relacionados con el clima como las inundaciones, los huracanes y los ciclones, que está intensificando el cambio climático.
Los desplazamientos por desastres superaron ampliamente a los originados por conflictos (9,8 millones de personas). La cifra aumenta cada año y el pronóstico apunta a que siga haciéndolo.
Frecuentemente, se menciona el número de migrantes internacionales –280,6 millones en 2020–, pero no siempre se destaca que la mayoría de los desplazamientos de población se realizan internamente en el propio país o entre países vecinos y que afectan principalmente a los países del Sur Global.
Ayuda en Acción, organización no gubernamental con experiencia de 40 años, afronta el reto de las migraciones climáticas en su trabajo de cooperación al desarrollo, fortaleciendo la resiliencia de personas y de comunidades, generando oportunidades a medio y largo plazo en entornos favorables.
También lo hace en su trabajo humanitario, asegurando protección a las personas que están en tránsito.
En Centroamérica, resulta muy visible el fenómeno creciente de las crisis de desarrollo lento. Un ejemplo lo tenemos en la región que incluye El Salvador, Guatemala y Honduras.
Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), casi el 17,2% de la población (5,2 millones de personas) de esta zona tiene necesidades humanitarias. La situación de pobreza, violencia y desigualdad crónica coexiste hoy con los efectos del cambio climático.
30,7 millones de personas se vieron obligadas a desplazarse internamente por desastres en 2020
Son países productores agrícolas a los que las sequías y las inundaciones impactan muy negativamente. La inseguridad alimentaria y la violencia descomponen el tejido social y expulsan a la población.
La región se ve afectada por el desplazamiento de su población, sobre todo a nivel interno, pero también por su migración hacia el norte (México y EE. UU.): el 22% de la población de un país como El Salvador es migrante.
En estos países, Ayuda en Acción involucra a las municipalidades en la corresponsabilidad tanto del fenómeno de la población que está dispuesta a migrar como de la recepción e integración de aquellos que retornan.
En este último caso, es importante capitalizar la cualificación que hayan podido adquirir los migrantes y se están forjando alianzas con pymes para fomentar el empleo y el emprendimiento, sobre todo de jóvenes.
Precisamente en el lugar de donde partieron las caravanas en 2018, en San Pedro Sula, Honduras, se analizan, además, cuáles son esos factores de arraigo en las familias y las comunidades con el fin de entender mejor a la población que se queda y poder incidir sobre esos elementos positivos.
En México, se refuerza a una red de albergues en la ruta que recorre la bestia, el tren que atraviesa México en su camino hacia Estados Unidos, ofreciendo cobijo, alimentos, apoyo psicosocial y asesoramiento legal sobre sus derechos y la normativa en materia de inserción sociolaboral en el caso de estancias más prolongadas.
En los Andes peruanos, el cambio climático se hace visible por el incremento de las temperaturas
En los Andes peruanos, el cambio climático se hace visible por el incremento de las temperaturas, la variabilidad de las precipitaciones que desconcierta a los ganaderos, y el retroceso de los glaciares que compromete la disponibilidad de agua.
Todo ello provoca una reducción del área de los pastizales que afecta seriamente a la ganadería, el principal medio de vida de la mayoría de las familias que viven en las comunidades andinas. De esta manera, pierden oportunidades y se ven obligadas a migrar a las zonas más bajas de las cuencas.
Resulta clave capacitar a la población local de las cuencas altas de los ríos para hacer almacenamientos temporales de agua que sirvan no solo de bebederos para los camélidos, sino también para abrir canales cuya función sea irrigar los pastizales durante el estío. Es un ejemplo de adaptación al cambio climático.
La vulnerabilidad que sufre la población migrante –sea del origen que fuere– se debe a la violación de sus derechos humanos y es el resultado de la desigualdad y la exclusión social.
Por ello, resulta prioritario invertir en una educación para la ciudadanía global y en la construcción de una cultura de paz inclusiva en todos los países, tanto en los de origen como en los de tránsito o destino. Ayuda en Acción contribuye a combatir el discurso xenófobo que criminaliza la migración.
***Marta Marañón Medina es directora de Relaciones Institucionales de Ayuda en Acción.