Después de la mala racha que llevamos desde que comenzó la pandemia, en la cual la vida se ha convertido en una película de ciencia ficción, muchos de nosotros no nos damos cuenta, pero es bastante probable que hayamos caído o estemos en riesgo de caer en un estado de indefensión aprendida.
Cuando tenemos la sensación de que no podemos decidir sobre las situaciones que nos afectan y no vemos cómo evitar las circunstancias desagradables, "aprendemos" a comportarnos pasivamente, incluso cuando hay oportunidades reales de cambiar las cosas.
La indefensión aprendida es un concepto creado por el psicólogo Martin Seligman en la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, a finales de la década de los sesenta. Está basado en una teoría que elaboró gracias al trabajo que realizó con perros, los cuales, a base de recibir descargas eléctricas de las que no podían huir, terminaban por ser incapaces de moverse para evitarlas, pues habían sido condicionados para que aprendiesen que de nada iba a servirles.
Después de haber terminado esta investigación, se empezó a replicar en humanos, cambiando las descargas eléctricas por ruidos muy fuertes y obteniendo resultados similares acerca de este comportamiento caracterizado por una total pasividad y unas expectativas de fracaso ante situaciones negativas, a pesar de tener posibilidades de éxito y capacidades para cambiar las situaciones.
La indefensión aprendida explica el impacto que tiene la creencia de que, por mucho que hagamos, no servirá de nada, lo que nos hace perder la esperanza de poder conseguir aquello que nos proponemos, ya sean propósitos de índole personal o profesional.
"Es de vital importancia darnos cuenta de cuándo empieza a suceder este fenómeno, para disminuir el riesgo de caer en una depresión"
La sensación de no tener control sobre nuestras vidas y de sentirnos incapaces para cambiar las cosas a mejor está muy relacionada con la depresión, en el sentido de que las personas que sufren de indefensión crónica, fruto de estar a merced de las circunstancias durante una temporada larga en su vida, tienen más probabilidades de tener síntomas depresivos que las personas que se han sentido indefensas sólo durante un corto periodo de tiempo o tienen la vivencia de tener un papel activo en sus decisiones.
Por esta razón, es de vital importancia darnos cuenta de cuándo empieza a suceder este fenómeno, para así disminuir el riesgo de caer en una depresión.
Indudablemente la pandemia ha provocado una situación en la que hemos podido tener poco o ningún control sobre las cosas que sucedían en nuestras vidas. Las decisiones políticas respecto a medidas sanitarias y su impacto en la movilidad de las personas y, por tanto, en la economía y en los mercados, han sido las protagonistas en los escenarios atípicos que hemos vivido.
El virus en sí ha sido el actor y nosotros los que hemos padecido sus estragos. El riesgo de contagiarnos, o más bien el temor a contagiarnos, así como su impacto devastador que nos ha llevado a perder tantos seres queridos, de los cuales no siempre nos hemos podido despedir, han ocupado el papel protagonista. Incluso la propia Agenda 2030 ha recibido el impacto de la pandemia y ya nadie duda de que los Objetivos de Desarrollo Sostenible se tendrán que reajustar a las nuevas circunstancias.
Muchos de estos acontecimientos sólo hemos podido afrontarlos pasivamente, obedeciendo a las restricciones y a las recomendaciones sanitarias. Sin embargo, en medio de tanta indefensión, es momento de recuperar progresivamente la serenidad. En estos meses hemos aprendido a adaptarnos mejor a la incertidumbre y a hacer un esfuerzo continuo para mantenernos en pie ola tras ola. Hemos aprendido a gestionar el miedo y a convivir con la infoxicación. Hemos tenido también mucho tiempo para reflexionar y hemos aprendido a apreciar más todo aquello que forma parte de nuestro día a día.
"Es momento de desaprender el miedo como respuesta emocional y de ir recuperando progresivamente el papel activo en nuestras vidas"
Según nos dicen los científicos, el virus ha venido para quedarse y poco a poco se
irá integrando en la cotidianidad, pero tantos meses de miedo continuo y de imposición de decisiones colectivas llevan, como en el síndrome descrito por Seligman, a la irritabilidad, a la impotencia, a la frustración, a la inacción y a una confusión colectiva en la que lo mismo se ven manifestaciones de euforia y desinhibición como manifestaciones de franca depresión. Como en la indefensión aprendida, muchos tienen la sensación de sólo poder aceptar pasivamente las circunstancias y de haber perdido la capacidad de cambiar aquello que les genera disconfort.
Aunque las medidas de prevención de los contagios continuarán aplicándose muchos meses, es momento de desaprender el miedo como respuesta emocional y de ir recuperando progresivamente el papel activo en nuestras vidas que antes llamábamos normalidad. En la medida en que seamos conscientes de estos patrones mentales y de que aceptemos los cambios que aún persistirán, podremos identificar todos los espacios donde sí hay oportunidades reales de cambiar las cosas y, como dice Elon Musk, hacer esos cambios que son tan importantes para cada uno de nosotros y respecto a los cuales no nos acompañan las probabilidades de que salgan bien.
Artículo escrito por Blanca Navarro, Dra. en Psiquiatría, coordinadora CSMA Granollers y profesora Medicina UIC, y Alejandra Sánchez Yagüe CEO de Mindtraining y profesora invitada de la UDIMA y de la UB.