"La Tierra es una sinfonía de experiencias". Tras un breve pórtico de reflexiones filosóficas como introducción, el filósofo Jordi Pigem toma la voz del planeta e interpela al lector. ¿Cómo se sentiría nuestro cósmico punto azul si pudiese expresar sus sentimientos? Ese ejercicio de reflexión es el que el autor barcelonés se ha propuesto lograr en su libro Así habla la Tierra, editado por Kairós, donde nos inunda en un 'baño de bosque' literario a través de un diálogo interior protagonizado por la propia Tierra.
Parte de sus ideas pivotan sobre la filosofía de su referente, el pensador y teólogo Raimon Panikkar, impulsor del concepto de 'ecosofía' que hoy impregna toda la obra de Pigem. De hecho, cuando Ana Pániker, sobrina del filósofo, y Kairós le contactaron para elaborar Así habla la Tierra, le pidieron que escribiera un libro sobre 'panpsiquismo', reflexión que sostiene que todo lo que existe tiene psique.
"Es una idea que defienden muchos filósofos del mundo anglosajón", valora Pigem a ENCLAVE ODS. "Vi cosas interesantes en ello, pero nunca me convenció del todo. Así que lo hice a mi manera: quería transmitir que la Tierra está viva".
La idea inicial de Jordi Pigem era escribir una novela con dos personajes, un hombre y una mujer jóvenes, una pareja que hace una ruta de senderismo por el Pirineo. "Mientras ellos van caminando por diferentes espacios, el ecosistema los ve. Había una escena en la selva de Irati, en Navarra, donde el hayedo sentía la presencia de sus caminantes: los árboles y hasta los microorganismos del suelo sentían las vibraciones de sus pasos. El problema es que como el bosque iba narrando, no tendría recuerdos pasados ni anticipaciones del futuro, estaría siempre en el aquí y en el ahora y eso limitaba la escritura".
Pregunta: ¿Podemos hablar, entonces, de un ensayo experimental?
Respuesta: Yo no he sido consciente de a qué género pertenece. Tiene algo de experimento literario y de filosofía, con esas citas que marcan el libro al principio y al final, como pórtico y colofón de diferentes tradiciones. Yo llevaba un tiempo explorando la idea del anima mundi que ya la formulaban filósofos griegos como Platón y Plotino. Antes de este libro preparé la edición de Ecosofía, una recopilación de textos de Raimon Pannikar. Yo llevaba un tiempo explorando esa idea. Todas las citas del libro provienen de mis pesquisas en diferentes tradiciones filosóficas y espirituales que reflexionan sobre hasta qué punto la Tierra está viva y 'tiene su propia psique', como diría Platón. Así habla la Tierra me ha llevado a un viaje literario por paisajes que conocía y por otros que he ido estudiando. Pero, sobre todo, mi idea era dejar que hablase la Tierra y se expresara en una lengua del siglo XXI.
"Pocas veces sentimos el latido de la vida", sostiene el filósofo
Dices que "la Tierra es una sinfonía de experiencias"
En un libro anterior de Kairós, Inteligencia vital, exploré cómo toda forma de vida tiene su propia forma de inteligencia y su sensibilidad. Lo hice a partir de artículos científicos publicados en las mejores revistas científicas, en las que múltiples autores dan fe de que hay inteligencia no sólo en todo tipo de mamíferos y aves, sino en los microorganismos unicelulares. Yo mismo llegué a esa conclusión, como una percepción intuitiva que parece estar refrendada por la ciencia contemporánea, de que todo lo vivo percibe y siente. A través de ello puede orientarse en su mundo. Eso hace que la bacteria se aleje de la toxina y se acerque al nutriente. Pero más que entrar en la percepción de cada ser individual, me interesaba la de la Tierra en su conjunto.
¿Cómo podemos reconectar con el planeta?
Vivimos en una sociedad con muchos prodigios, pero es una sociedad más materialista en la que pasamos demasiado tiempo entre cuatro paredes, ante pantallas y pocas veces sentimos el latido de la vida. A diferencia de nuestros antepasados, podemos tener muchas ventajas pero no sentimos directamente el ritmo de las estaciones, del día y de la noche, porque estamos rodeados de artilugios que, aunque puedan ser muy cómodos, nos aíslan del ritmo de la Tierra. Para mí lo esencial es salir de la ciudad, salir de casa y pasar tiempo en la naturaleza, principalmente en la sierra, en la costa o en algún prado. Y, una vez allí, estar atento, en silencio, apagar el móvil, escuchar, oír, ver y sentir qué te transmite el momento. Eso tiene algo de meditación: si tú vas a pasear por un bosque y estás pensando en lo que vas a hacer mañana o lo que hiciste la semana pasada, no estás plenamente presente. En la medida en que puedas estar en silencio, no sólo exterior, sin hablar, sino de forma interior, vas a poder sentir directamente ese lugar.
"Los baños de bosque son una tradición japonesa que implica pasear por el bosque en silencio, sin móvil, sin música, sin auriculares, un par de horas a la semana"
Habla de los 'baños de bosque'... ¿Qué son?
No tengo un ritmo marcado. Lo practico siempre que puedo. Los fines de semana o los días que tenga libres. Hay un tema muy relacionado con este asunto: los conocidos como 'baños de bosque'. Es una tradición japonesa que implica pasear en el bosque en silencio, sin móvil, sin música, sin auriculares, un par de horas una vez a la semana, por ejemplo. Esto se ha comprobado que tiene una serie de beneficios de salud física y psicológica, y que incluso parámetros que indican la existencia de toxinas relacionadas con una enfermedad bajan de manera significativa gracias a estos 'baños de bosque'. Es un uso terapéutico que además tiene un beneficio para la salud espiritual, lo que entronca con lo que hablamos aquí: la idea de sentir lo que realmente eres es como una ola de un océano mayor que incluye a todo el universo y que se manifiesta de manera preciosa y prodigiosa en la Tierra, en todos sus ecosistemas.
¿En qué punto se rompió todo?
La historia, en gran medida, ha sido un proceso de sustituir lo natural por lo artificial. Eso, hasta cierta medida, no tiene ningún inconveniente. Lamentablemente, hoy muchas personas no sólo se sienten desconectadas de la naturaleza sino de sí mismas. Hemos alcanzado unos niveles de falta de sentido en la vida humana y de alienación que muchos psiquiatras argumentan que no tienen precedentes. Yo señalo como un punto de inflexión fundamental el siglo XVII, cuando nace la ciencia moderna, que trae consigo cosas prodigiosas pero que está centrada en tomar exclusivamente como real lo que se puede medir. Eso lo dicen tanto Descartes como Galileo: 'longitud, peso y aceleración son reales, pero colores, olores y sabores, belleza y justicia, placer y dolor son entidades imaginarias, subjetivas'. En la vida de cualquier persona hay cosas que se pueden medir pero lo más importante es su vocación, sus valores, relaciones, amistades, amores, pasiones, cosas que de ningún modo se pueden reducir a números. Incluso quien quiere ganar mucho dinero, si no ha perdido el juicio, lo quiere para convertirlo en cosas cualitativas: viajes, experiencias, estudios para sus hijos. En otras obras, como en Pandemia y posverdad (Ed. Fragmenta) explico este proceso que nos ha llevado a alejarnos de la naturaleza y de nosotros mismos por este énfasis en datos, estadísticas y códigos de barras que ahora se aceleran con la digitalización y la tecnificación de las entidades humanas.
"Cada vez estamos más confundidos, vivimos en un estado de somnolencia consumista y una de las maneras para despertar es a través de una sacudida"
¿Es reversible?
Ha de serlo, porque de seguir por el camino que vamos entraremos en un callejón sin salida donde perderemos no sólo la relación con la naturaleza sino nuestra verdadera humanidad. Al mismo tiempo que se dan estas tendencias, también tenemos un creciente interés por redescubrir la naturaleza. Al igual que los baños de bosque, la 'ecosofía' tiene gran interés y la gente quiere saber más. Este proceso de 'rodearnos de artificios' nos demuestra que debemos recuperar la relación con la Tierra, y cada uno debe encontrar la manera de hacerlo según el lugar en el que viva.
¿Aprenderemos a través de la catástrofe climática?
No deberíamos... pero está en marcha. No sólo a nivel ecológico sino cognitivo. Cada vez estamos más confundidos, vivimos en un estado de somnolencia consumista y una de las maneras para despertar es a través de una sacudida. En el fondo estamos en una época que nos pide un salto de conciencia, un despertar hacia esas percepciones que tuvieron nuestros antepasados, a una conexión con el universo que en muchos sentidos hemos perdido. Debemos descubrir que somos más que un organismo biológico, tal y como nos quieren hacer los proyectos transhumanistas, y que hay una dignidad intrínseca en las personas que está vinculada con el mundo que nos rodea, lo que el cristianismo consideraba la 'creación' y otras culturas llaman el 'alma del mundo'. Lo que hago en Así habla la Tierra es traer a colación diferentes perspectivas: cristianas, budistas e hindúes, porque son diversos lenguajes que reflejan lo mismo.
"Quiero imaginar es un mundo más digno, lleno de naturaleza y espiritualidad"
¿Qué papel juega en todo ello Raimon Panikkar?
Panikkar, que era sacerdote católico, decía que eracristiano, hindú, budista y secular, en el sentido de persona del mundo contemporáneo que puede entenderlo. Y lo hacía, porque tenía un doctorado en química aparte de en teología y filosofía. Era capaz de comprender la visión científica del mundo. Se formó como cristiano, fue a la India, donde descubrió que el hinduismo era otro reflejo del sentido de la existencia, y luego aceptó que el budismo también era otra parte de la realidad última.
¿Cómo se imagina el mundo en 2050?
Ahora mismo no me lo imagino. Hace tiempo que no pienso en ello. Creo que hay dos posibilidades: una es que acabemos en un mundo de hipercontrol digital en el que la existencia humana no tenga sentido y las personas sean simples engranajes de un sistema tecnocrático. Si conseguimos evitar ese camino, lo que quiero imaginar es un mundo más digno, lleno de naturaleza y espiritualidad en el que las personas estén conectadas consigo mismas y con la Tierra. Estamos ante una gran disyuntiva en la que puede emerger lo mejor de la naturaleza humana o la parte más oscura y controladora. Una posible solución es reconectar con algo más amplio, como el darse cuenta de que cada ecosistema es una sinfonía de experiencias, que no estamos solos en el mundo y que existen otras voces y miradas que forman parte de la realidad tanto como la nuestra.