En el nevado corazón del archipiélago de Svalbard, en Noruega, se esconde una gigantesca cámara acorazada que hace las funciones de banco mundial de semillas: la Bóveda Global de Semillas, también conocida como la 'Bóveda del fin del mundo' o el 'Arca de Noé' de nuestro siglo. Se trata de una construcción dependiente del ministerio de Agricultura noruego que fue diseñada e inaugurada en 2008 por el arquitecto Peter W. Söderman.
Su función es de lo más práctica: sirve para acoger todo tipo de semillas en caso de que la especie humana sufriese un cataclismo. La Bóveda del fin del mundo está preparada para soportar temperaturas extremas, un terremoto de categoría 10 en la escala Richter, ciclones, tormentas, deshielos y hasta las consecuencias climáticas devastadoras que traería consigo una hipotética guerra nuclear, una opción para nada descartable dadas las últimas declaraciones del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.
Por eso parece una sombría coincidencia que en estos aciagos tiempos en los que el fantasma de la guerra está cada vez más presente, varios científicos españoles del Centro de Recursos Fitogenéticos del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria del CSIC hayan seleccionado más de 1.080 semillas vegetales de origen español para guardarlas en la Bóveda. Por si acaso.
"De esas 1080 variedades, 300 son cereales de invierno, 114 de las cuales corresponden a trigos; 510 son leguminosas, de las que 189 son judías; 200 son hortícolas, 81 de ellas tomates, y 108 variedades de maíces”, señala el investigador del INIA-CSIC Luis Guasch. La primera semana de julio las puertas de la enorme bóveda noruega se abrirán para recibir esta entrega de productos españoles, los únicos, de momento, de nuestro país que están dentro del recinto.
"Este material, también conocido como 'recursos fitogenéticos', constituye la base de casi todos nuestra alimentación", señala el científico. España, por tanto, tiene un pasaje asegurado para guardar el recuerdo vegetal nacional en este peculiar Arca de Noé del fin del mundo. O, como alguno prefieren definirlo, en esta 'cámara de seguridad bancaria' situada en el gélido seno del círculo polar ártico.
El significado de la Bóveda
En 2018 Noruega invirtió más de 12 millones de dólares para reforzar la Bóveda de Svalbard añadiendo un nuevo túnel de acceso de hormigón e instalando nuevos edificios anexos con unidades de refrigeración y alimentación de emergencia en caso de fallo eléctrico. La bóveda está equipada y preparada incluso para la radicación solar extrema o para una erupción volcánica, y al estar situada a 130 metros de profundidad en plena capa de permafrost, en caso de fallo del sistema el hielo aseguraría la refrigeración de las cámaras internas.
"Sólo una vez ha hecho falta recurrir al banco de Svalbard para solicitar semillas", señala el investigador del INIA-CSIC Luis Guasch
El objetivo último de la Bóveda es que si realmente ocurriese una tragedia global, al menos podríamos estar tranquilos al saber que los recuerdos evolutivos de nuestra especie quedarían salvaguardados en las dos espaciosas cámaras de este edificio. La construcción tiene dos cámaras en las que se recogen más de un millón de semillas de productos vegetales provenientes de decenas de países de todo el mundo.
Sin embargo, sus utilidades van más allá de preservar lo humano en un hipotético fin del mundo: si una región sufre un cataclismo, ya sea provocado por una guerra o por una catástrofe natural, las compuertas de la Bóveda se pueden abrir para extraer las semillas perdidas por ese país o localidad. Este mecanismo de emergencia se puso en marcha en 2015 con la guerra de Siria.
"Tan sólo una vez ha hecho falta recurrir al banco de Svalbard para solicitar semillas, y fue con ocasión de regenerar las muestras del banco que existía en Siria, el ICARDA, que fue destruido por la guerra", señala Guasch, quien considera que este tipo de iniciativas también sirven como mecanismo de seguridad para impedir la destrucción total de valiosos elementos locales.