Ante los retos a los que nos lleva nuestra supervivencia como civilización y como especie, nuestro actual modelo de producción y consumo pasa por aprovechar al máximo y del modo más eficiente los recursos naturales empleados alargando el ciclo de vida de los residuos generados.
En los procesos y ciclos naturales, el concepto “residuo” no existe. La naturaleza y su acción natural dispone de los mecanismos necesarios para reaprovechar los “residuos” de la biomasa, quienes, a su vez, se descomponen en los elementos químicos que los forman, gracias a la acción de agentes biológicos, para producir energía, aminoácidos, tejidos u otros microorganismos, es decir, se valoriza.
Si pensamos en términos económicos, ¿podríamos hablar de una “Natur-economía”, es decir, de cómo la naturaleza actúa de manera eficiente con los recursos disponibles?, no hay despilfarro, no se generan sobrecostes y no se contribuye a la pérdida de “rentabilidad natural”.
Aunque, esta solución natural, no es aplicable a nuestros productos manufacturados complejos, la naturaleza ya nos muestra la vía de acción, el principio inspirador, la tendencia hacia donde ha de posicionarse nuestro modelo económico, productivo y de consumo.
En ello, se ha basado la biomesis, la rama científica que estudia a la naturaleza como fuente de inspiración, para afrontar aquellos problemas humanos que la evolución del medio natural ha resuelto, a través de sistemas o procesos o elementos que imitan o se inspiran en ella. Sin embargo, esto no es tarea fácil, pero se van consiguiendo hitos en determinados procesos y ciclos productivos.
Según el informe del Banco Mundial What a Waste 2.0: A Global Snapshot of Solid Waste Management to 2050, si no se adoptan medidas urgentes, para 2050 los residuos a nivel mundial crecerán un 70 % con respecto a los niveles actuales.
Hablamos de que en de los próximos 30 años, la generación de residuos a nivel mundial, impulsada por la rápida urbanización y el crecimiento de las poblaciones, aumentará de 2010 millones de toneladas registradas en 2016 a 3400 millones.
Para hacernos una idea de esta dimensión, en el mundo se construye a un ritmo equivalente a una ciudad como Rio de Janeiro al año. Eso nos da una aproximación de la gran cantidad de recursos que estamos demandando y la gran presión a la que estamos sometiendo al planeta y sus ecosistemas.
Por tanto ¿hacia dónde debemos enfocar los nuevos retos? Aquí, entra en escena la economía circular desde los diferentes flujos que deben considerarse: Energía, Contaminación ambiental (residuos, vertidos, emisiones atmosféricas), Agua, Cambio climático, Biodiversidad, Infraestructuras y Transporte.
Un modelo de producción circular debería gestionar estos flujos de manera uniforme y bajo una visión de sistema (ecológico, social, físico, económico…), es decir deben ser analizados en su conjunto y no a través de las partes que lo componen, buscando que los productos, componentes y recursos mantengan su utilidad y valor en todo momento Esa es la clave de su solidez, no otra. Ese es el gran reto.
Si, por ejemplo, en nuestra organización el agua sobrante de nuestro proceso la reutilizamos para otro uso (regadío), pero el tratamiento posterior de ese agua se realiza con energías fósiles y contribuimos al cambio climático, no estamos en el enfoque correcto. El modelo circular ha de tender a la generación de cero emisiones de gases de efecto invernadero, cero impactos en definitiva…
Como si fuéramos un orfebre hemos de analizar y tratar toda nuestra cadena de valor, desde el diseño, la producción, la distribución, el consumo y uso de productos y servicios y en ella, el diseño es la piedra angular de la economía circular.
Teniendo en cuenta el conocimiento adquirido, la investigación de las posibles soluciones que existen en la naturaleza, la creatividad e imaginación que han sido nuestras claves de éxito como especie, la llave está en el diseño de productos, servicios y soluciones que cuenten con una vida útil lo más amplia posible y aprovechar una segunda, una tercera, una cuarta vida de los residuos generados evitando que esos usos no causen otros impactos en el entorno.
En este sentido, el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) como herramienta de gestión que evalúa el comportamiento ambiental de un producto o servicio a lo largo de todo su ciclo de vida identificando y evaluando los recursos utilizados, los aspectos e impactos ambientales en todas las etapas, parece una herramienta útil para proporcionar información a los sectores públicos y privados implicados en las decisiones relativas a la mejora ambiental.
La información resultante combinada con datos económicos, sociales y laborales puede ser utilizada en la toma de decisiones estratégicas y sumar en la configuración de modelos de economía circular.
Considerando el horizonte hacia donde nos dirigimos no parece que haya otro escenario de vida y de crecimiento que la economía circular, esto, ya no debería plantearnos dudas.
*** Alejandro Cruz Naimi es gerente de Proyectos de Sostenibilidad de EURO-FUNDING.