Un año más, que ha pasado en un suspiro pero en el que realmente han pasado muchas cosas, y nos volvemos a encontrar a las puertas de otra Cumbre del Clima, la COP 27, en esta ocasión celebrada en Sharm el Sheik, Egipto.

La “cumbre de la implementación”, como ha sido denominada, tiene el reto de constituirse en una plataforma de soluciones ante un escenario multicrisis que se ha terminado fraguando a lo largo de este año, donde la crisis climática, vinculada a una sociedad excesivamente dependiente de combustibles fósiles, se encuentra en el epicentro.

La guerra de Ucrania ha agitado el contexto internacional, provocando una crisis energética sin precedentes, además de sus gravísimas consecuencias sociales efecto negativo añadido sobre el abastecimiento de productos, empezando por los cereales, y de ciertas materias primas.

El conflicto ha terminado por extender sus consecuencias por todo el mundo y que la mayor parte de la población mundial las padezca, y eso cuando todavía no se había terminado de recuperar completamente de todo el daño generado por la pandemia del COVID.

Este contexto de solapamiento de crisis hace aún más difícil el principal reto de esta cumbre: lograr consensos encaminados a la concienciación y actuación en materia ambiental como prioridad para la humanidad, con urgencia y con el contador hacia la irreversibilidad puesto en marcha desde hace tiempo.

Como viene siendo habitual, las políticas cortoplacistas que han terminado imponiéndose en las principales potencias mundiales priman solucionar los problemas más inmediatos, con la vista puesta más en revalidar el mando en el siguiente ciclo electoral que en aportar soluciones realmente efectivas a largo plazo.

Y lo realmente importante en esta tesitura es que la cuestión climática exige mirar más allá de los años más inmediatos y del retorno instantáneo. Necesitamos un cambio de paradigma y de modelo económico y productivo que requiere un sacrificio previo para poder ver brotes verdes más adelante, más exigente aun cuando llevamos décadas desoyendo la llamada del planeta y obviando un elefante que ya no cabe en la habitación.

De este modo, el altavoz que supone esta vez la COP27 se antoja especialmente clave, pues urge no desbancar la lucha contra el cambio climático del lugar prioritario de actuación que le corresponde. Es el escenario idóneo donde gobiernos, empresas y organizaciones sociales confluyen con el objetivo de revisar los acuerdos pactados, a la vez que se escucha y se proponen nuevas soluciones, todo ello con el foco de la sociedad puesto en lo que aquí se aborde.

Como mínimo, ha de reforzarse el Pacto alcanzado en la pasada Cumbre de Glasgow, donde se alcanzó un compromiso histórico de renovar ambición en objetivos y planes un año después y de reducir y eliminar de forma gradual los combustibles fósiles. Uno de los pilares para avanzar hacia un cambio de modelo futuro de cero emisiones pasa por desterrar este tipo de carburantes de los procesos productivos y del transporte, y apostar por una transición energética basada en las energías renovables.

Recordemos también la importante declaración de Estados Unidos y China para colaborar en materia de acción climática, así como el acuerdo para la reducción de las emisiones de metano en un 30% para 2030. Más allá de los pactos alcanzados, hay que subrayar lo esperanzador que tiene esta participación prácticamente unánime de las principales potencias mundiales que además son las que más impacto generan.

Desde el Grupo Español para el Crecimiento Verde creemos que es esencial volcarnos como representantes de un importante segmento del sector privado de nuestro país, y participar en un evento referente como este dando muestra del compromiso y acción que las empresas de nuestro país tienen con la lucha contra el cambio climático.

Para ello, en esta ocasión llevaremos como bandera la campaña #Ambición2022, una iniciativa nacida dentro de la asociación y que tiene por objeto visibilizar algunas de las soluciones que nuestros socios han implementado en sus procesos productivos para contribuir a reducir su impacto ambiental y que al mismo tiempo suponen importantes retornos para la sociedad y para las propias empresas.

Ese es uno de los principales mensajes que queremos trasladar en la COP27: que más allá de las narrativas hay que tomar conciencia y actuar ya. Ponerse en marcha. Una vez se haya asumido ese paso a la acción y toda la sociedad, sector público y tejido empresarial estén involucrados en la lucha climática adaptada a sus respectivos ámbitos, el aprovechamiento de las posibilidades y la progresiva implementación y utilización de recursos destinados a tal fin se encontrarán con el camino allanado.

Es por eso por lo que acudiremos a la cita con toda la voluntad de la que disponemos y el convencimiento de que el momento es ahora, es posible tomar partido con soluciones tangibles y realizables, y que este horizonte no es solo un parche de última hora, sino que debe ser una prioridad como puerta a nuevas oportunidades de desarrollo y crecimiento basado en el cuidado del medio ambiente.

*** Gonzalo Sáenz de Miera es el presidente del Grupo Español para el Crecimiento Verde.