El objetivo de desarrollo sostenible número 15 proclama "proteger, restaurar y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, administrar los bosques de manera sostenible, luchar contra la desertificación, obstaculizar y revertir la degradación de la tierra y detener la pérdida de biodiversidad"
No obstante, este objetivo tiene varias subsecciones, y la cuarta se centra en el compromiso para 2030 de "garantizar la conservación de los ecosistemas de montaña, incluida su biodiversidad, al fin de incrementar su capacidad de proporcionar los beneficios esenciales para el desarrollo sostenible".
En España, según refleja el Instituto Nacional de Estadística (INE), el nivel de cumplimiento de este objetivo roza el 97%, a pesar de que en los últimos cuatro años se ha descuidado un poco la supervisión y el seguimiento. Aun así, desde 2016 nuestro país ha cumplido con creces, y desde que se firmaron los ODS, el 15 nunca ha bajado del 96% de cumplimiento.
Una información muy valiosa
La principal herramienta para medir los avances de este objetivo es el índice de cobertura verde de las montañas, que mide cómo se va modificando la vegetación en las zonas de montaña, en concreto en bosques, arbustos, árboles, tierras de pasto, tierras de cultivo, etc.
Toda esa información, una vez se recoge y analiza, permite obtener indicaciones precisas sobre el estado de conservación de estos ecosistemas y ayuda a implementar medidas concretas de prevención o reparación, por ejemplo ante la amenaza de los incendios.
Los científicos aseguran que existe una correlación directa entre la cobertura verde de las zonas de montaña y el estado de salud de sus ecosistemas, que también se relaciona con la capacidad de las montañas para cumplir sus roles en la biodiversidad y el clima.
Aun así, enumeran excepciones como los cambios en el medio ambiente producidos por el cambio climático a grandes altitudes y latitudes, y en zonas cubiertas por el hielo en las zonas de la Tierra más cercanas a los polos.
El índice de cobertura verde de las montañas está bajo la custodia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) por medio de la Secretaría de la Alianza para las Montañas. Nacida en 2002, esta alianza se centra en trabajar por un objetivo común: mejorar las vidas de los pueblos de montaña y proteger los entornos montañosos en todo el mundo.
Para interpretar los datos recogidos por satélite sobre las clases de cubierta vegetal y la utilización del suelo existe una clasificación cuyas directrices están fijadas por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
Según el panel, existen seis clases principales de uso del suelo:
- Tierras forestales: Esta categoría incluye todas las tierras con vegetación leñosa.
- Tierras de cultivo: Incluye tierras cultivadas, incluidos campos de arroz, y sistemas agroforestales donde la estructura de la vegetación es inferior de los límites utilizados para la categoría de tierras forestales.
- Tierras de pasto o matorrales: Engloba pastizales y tierras de pastoreo que no se consideran tierras de cultivo. También incluye sistemas con vegetación leñosa y otra vegetación que no es de pasto, como hierbas y cepillos que son inferiores de los valores limites utilizados en la categoría Tierras forestales.
- Humedales: Áreas de extracción de carbón y las tierras cubiertas o saturadas por agua durante de todo o de parte del año (por ejemplo, turberas) y que no entran en las categorías de tierras forestales, tierras de cultivo, tierras de pasto o asentamientos. Incluye embalses como una subdivisión administrada y ríos naturales y lagos.
- Asentamientos: Abarca toda la tierra desarrollada, incluida la
infraestructura de transporte y los asentamientos humanos de cualquiera dimensión, a menos que ya estén incluidos en otras categorías. - Otras tierras: Suelo desnudo, roca, hielo y todas las áreas terrestres
que no entran en ninguna de las otras cinco categorías.