Hace poco más de un año, los días 8 y 9 de septiembre de 2020, el campo de refugiados más famoso de Grecia, el de Moria, sucumbió ante las llamas. Mariam, una mujer afgana que llegó a Lesbos junto a su familia hace dos años, recuerda aquel trágico día.
“Huimos de las llamas hacia las montañas y pasamos diez días viviendo en la calle, sin comida ni agua”, relata. Ahora, tras un año viviendo en el campo de Kara Tepe, donde “las condiciones no han mejorado”, espera un posible traslado al nuevo campo de Samos, inaugurado el pasado sábado por autoridades europeas y griegas.
Mariam, embarazada de casi nueve meses, su marido y su hija de dos años no saben qué será de ellos. En todo este tiempo, no les han concedido ninguna autorización para salir del campo -más allá de los días al raso tras el incendio de Moria- . “Mi hija nunca ha visto un parque, nunca la hemos podido llevar a jugar a uno”, explica esta afgana con preocupación.
Su salud mental, asegura, pende de un hilo. Su hija no conoce nada más que la violencia que la ha perseguido en su corta vida, desde que salieron de Afganistán hasta ahora, con la incertidumbre de si les realojarán en ese nuevo campo griego que Médicos Sin Fronteras (MSF) califica de prisión.
La pequeña de dos años, lamenta Mariam, es cada vez más agresiva: "No quiere jugar, ni reír, ni hablar". Las peleas en el campo de refugiados, el gas lacrimógeno, los incendios, la incertidumbre…, todo ello supone un duro golpe para la salud psicológica de esta familia. No saber si van a aceptar o denegar su solicitud de asilo tampoco ayuda.
La de Mariam y su familia es solo un ejemplo de cómo la situación de los solicitantes de asilo en las puertas de Europa está lejos de mejorar. Si cabe, solo ha ido a peor desde que el campo de Moria ardió el pasado septiembre.
“Mi hija nunca ha visto un parque, nunca ha jugado en uno”, explica Mariam
“La noche del incendio me di cuenta de una cosa: Europa carece de humanidad”. Así de duro se muestra Ali, un superviviente de tortura sirio que huyó de una cárcel en un país en guerra para acabar, como asegura, en otra en un país “supuestamente libre”.
Tras un año y medio en Lesbos, Ali se ha dado cuenta de lo “vergonzoso que es para Europa” que los refugiados vivan situaciones que a él le recuerdan a la Siria asediada. “Si no fuese por la guerra, porque me torturaron y estuve expuesto a bombardeos con armas químicas, nunca hubiese abandonado mi país, y menos para vivir así”, zanja este sirio que, como resultado de las torturas, tiene un coágulo en el cerebro que empeora cada día.
Sueños de futuro
Mariam abandonó su país huyendo de la violencia talibán, en busca de un futuro mejor para su familia y, sobre todo, para su hija. Aunque su infierno parece estar lejos de acabar, su sueño es sencillo: “Mi marido y yo queremos trabajar, pagar un alquiler, enviar a nuestros hijos al colegio y vivir una vida normal”.
Sin embargo, la bienvenida que todas esas personas que, como ella o Ali, están recibiendo de Europa hace complicado imaginar ese futuro “normal”. Según MSF, casi diez mil personas se encuentran retenidas en los cinco Centros de Recepción e Identificación de las islas griegas de Lesbos, Quíos, Samos, Kos y Leros.
En su último informe, publicado a principios de verano, Crear la crisis en las fronteras de Europa, alertan de que las políticas migratorias de la Unión “ponen en peligro la salud, el bienestar y la seguridad de las personas atrapadas en las islas”.
Las oenegés que trabajan sobre el terreno coinciden: los refugiados "se van de una prisión a otra”
Ahora, además, recuerdan que un año después de que Moria ardiese rodeado de promesas para que no volviese a pasar algo así, estas han quedado “en papel mojado”. La oenegé insiste en que “los líderes europeos y griegos continúan negando la más básica dignidad a los solicitantes de asilo y a los migrantes que buscan seguridad en Europa”.
Por el contrario, se avanza en la construcción de campos, como el de Samos, “más parecidos a prisiones”. Una de las autoras del informe, Reem Mussa, afirma que "durante más de cinco años, la política de la UE de contener a las personas y tramitar sus solicitudes de asilo en los hotspots de las islas griegas ha creado una crisis sin precedentes y un enorme sufrimiento humano”.
Esta asesora humanitaria de MSF en materia de migración recuerda que no son consecuencias imprevistas. Más bien derivan de un modelo europeo, el de los Centros de Recepción e Identificación, diseñado tanto para procesar las solicitudes de asilo como para, más bien, “disuadir a otros que se atrevan a buscar seguridad en Europa".
Y eso es precisamente lo que, según la oenegé, pretende la inauguración del nuevo centro de Samos. Para MSF, este no es más que un ejemplo de la “escalada de las políticas migratorias europeas destinadas a disuadir y castigar” que vienen denunciando desde que empezara esta crisis humanitaria en 2015.
Stephen Cornish, director general de la organización asegura que “parece más una prisión para los refugiados que ahora mismo están en Samos” que un lugar seguro. “Esta es la nueva estrategia migratoria europea: criminalizar, humillar y castigar a los refugiados y solicitantes de asilo”, zanja.
El ministro griego de Migración, Notis Mitarakis, asegura que "el nuevo centro controlado y cerrado ofrece condiciones de vida mucho mejores"
Cornish, además, denuncia que, a pesar de que las condiciones actuales de los refugiados no son buenas, “trasladarlos detrás de capas y capas de alambre de espino y forzar a los niños a jugar en un patio que parece el de una cárcel no es ninguna mejora”.
El nuevo campo de Samos se sitúa más alejado de los núcleos urbanos que el anterior y es el primero de los cinco que se pretenden construir en Grecia, con vigilancia reforzada y aislados de la población local.
Según aseguraba el pasado sábado el ministro de Migración griego, Notis Mitarakis, a la televisión pública ERT, "el nuevo centro controlado y cerrado ofrece condiciones de vida mucho mejores. Está fuera del tejido urbano y se han incrementado las medidas de seguridad para proteger a los beneficiarios y los trabajadores pero, también, a las comunidades locales".
Sin embargo, tanto MSF como otras oenegés que trabajan sobre el terreno coinciden: “Se van de una prisión a otra”. Y Cornish añade: “Nadie se esperaría una bienvenida como esta de un país europeo”.
El director general de Médicos Sin Fronteras lamenta que se use el dinero de los contribuyentes para “criminalizar a los refugiados”
Hasta ahora, la UE ha invertido 276 millones de euros en la sustitución de los centros de recepción del Egeo. El próximo año, las islas de Kos y Leros también alojarán campos cerrados con muros y alambre de espino. La intención de la Unión es, además, levantar otros dos en Quíos y Lesbos, aunque las construcciones aún no han comenzado.
Mientras las autoridades griegas se congratulan por “la vuelta a la normalidad” en esta primera isla, el director general de Médicos Sin Fronteras lamenta que se use el dinero de los contribuyentes para “criminalizar a los refugiados”.
“Es hora de que la ciudadanía vea lo que sus líderes están haciendo con sus impuestos”, asegura Cornish. Y recuerda que, para hacer justicia al espíritu europeo, deberíamos “empezar a ofrecer una Europa más humana y dignificadora” para los que huyen del horror.