En el año 2011, el politólogo John Ruggie se encargó de ordenar los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos para Naciones Unidas. Se establecía así una guía ordenada y fácil de entender sobre cómo deben instrumentar las grandes corporaciones una estrategia para garantizar que el desarrollo de toda su actividad empresarial vele por los derechos humanos.
En la década que ha pasado desde entonces –y que ha estado marcada por la pandemia– las grandes empresas han tomado conciencia de la necesidad de trabajar por estos principios en toda su cadena de valor. Y lo han hecho no solo animadas por sus departamentos de Responsabilidad Social Corporativa (RSC), sino también por las exigencias de unos consumidores que están cada vez más concienciados con este tema.
A esto se ha unido que, en este tiempo, los inversores han dado un impulso a la implementación de los criterios ESG (ASG en español, siglas que aluden al ambiente, la sociedad y la gobernanza) en todas sus decisiones de compra de activos. Y las autoridades públicas también han presionado en este sentido para acelerar los avances.
Tanto es así que la Comisión Europea ultima una directiva sobre la diligencia debida de las empresas y responsabilidad corporativa que saldrá a consulta pública en las próximas semanas y establecerá las claves que debe seguir toda empresa para preservar los derechos humanos en toda su cadena de valor.
Pero ¿qué implica para una empresa prestar atención a los derechos humanos?, ¿cómo puede hacerlo a través de su gestión?
Uno de los primeros retos que traspasan los directivos que deciden explorar este terreno es el de la superación de los estigmas del lenguaje.
"Todo el mundo tiene más o menos claro por dónde van los tiros cuando se habla de los derechos humanos. Pero lo cierto es que en el mundo empresarial genera miedo e incertidumbre", explica a este periódico el director de Sostenibilidad de Meliá Hotels International, Tomás Franquet.
Y añade: "Hay que pensar que las vulneraciones de los derechos humanos suelen asociarse a sucesos como genocidios, o el tráfico de armas. Son realidades complejas para el entorno empresarial. Sin embargo, cuando se analizan y se entienden los principios rectores se pierde el miedo y se empieza a funcionar".
"Cuando oímos hablar de la esclavitud nos genera rechazo. Sin embargo, hay que superar las barreras del lenguaje y entender también lo que significa la esclavitud moderna que muchas veces puede afectar a los trabajadores", añade la directora del área de Empresas de la Fundación Seres, Beatriz Gómez Escalonilla.
Una vez superada esta barrera, se abre una reflexión interna y las empresas se dan cuenta de que su acercamiento a los derechos humanos no se hace desde un "papel en blanco", sino que "en su día a día ya hacen muchas cosas para garantizar que su negocio vele por los Principios Rectores de la ONU", explica Franquet.
El caso de Meliá Hotels es icónico, ya que se trata de una cadena de hoteles fundada en 1956, que aprobó en el año 2018 incorporar a su gestión la atención a los derechos humanos con una resolución aprobada por el consejo de administración de la compañía.
"Hay que pensar que las vulneraciones de los derechos humanos suelen asociarse a sucesos como genocidios, o el tráfico de armas", dice Franquet
Este paso es fundamental dado que es vital que la alta dirección se implique con su gestión en estos temas. "Los derechos humanos deben formar parte de la agenda del CEO", afirma la subdirectora general de Fundación Seres, Lucila García, que esta semana ha entregado sus premios Radar 2021.
Los tres portavoces entrevistados por ENCLAVE ODS trabajan juntos en el Laboratorio por los Derechos Humanos de Seres, una organización que representa los intereses de 150 empresas. Entre esas compañías, figura lo equivalente a un 75% del Ibex 35 y a un 35% del PIB español.
Según explican a este periódico, el Laboratorio -en colaboración con CONESE-permite a la Fundación ayudar a desarrollar estas políticas en el mundo empresarial compartiendo experiencias con las que pretenden sensibilizar, establecer hojas de rutas para acercarse a los Principios Rectores o preparar a las corporaciones para las tendencias que imperan en este nicho.
"La gran empresa ha tomado conciencia de que este tema va más allá de sus proveedores y afecta a toda su cadena de valor", explica Gómez-Escalonilla.
Esto ha servido para arrastrar al resto del tejido empresarial a la protección de los derechos humanos. Algo que se explica por la obligación que tienen las grandes empresas de involucrar a todos los proveedores en esta estrategia.
"Los derechos humanos deben formar parte de la agenda del CEO", explica García
Así, la preocupación por los derechos humanos deja de ser una cosa que afecta solo a determinadas geografías o sectores (es muy conocido el caso del sector textil) para afectar a todos los ámbitos en los que una empresa está presente.
Qué derechos
El punto más evidente, explica Franquet, es el de los derechos laborales. Todos los trabajadores tienen derecho a una retribución justa y equilibrada, a recibir una formación adecuada, a la no discriminación por orientación sexual, género raza, religión o preferencias culturales.
Además, todos los trabajadores tienen derecho a una promoción basada en la meritocracia y en factores que garanticen la equidad entre los candidatos. A esto se sumaría, el área de la Seguridad, Salud y Prevención que ha tomado especial relevancia con la pandemia.
Otro de los ámbitos claros es el del respeto por el medio ambiente. La ONU ya ha definido que el entorno medioambiental forma parte de los derechos humanos porque afecta al mundo en el que vivimos. Aquí, empresas –como una cadena hotelera– tienen mucho por hacer con consumos de agua eficientes, con edificios sostenibles que respeten el entorno, etc.
"En muchos casos son acciones que ya están presentes en el día a día de las compañías, solo que no han tomado conciencia de ello porque no se han parado a reflexionar sobre esto", señala Franquet.
Meliá fue la primera cadena hotelera que firmó en España el ECPACT (pacto contra la explotación sexual)
Pero hay más. Por ejemplo, Meliá fue la primera cadena hotelera que firmó en España el ECPACT (pacto contra la explotación sexual) dentro de la Organización Mundial del Turismo (OMT).
Esto ha supuesto la incorporación del código internacional contra la explotación sexual y el tráfico de personas en el mundo del turismo. Se trata de un código ético que toma especial relevancia en "destinos comprometidos" en los que la empresa española tiene establecimientos.
"Muchas veces el reto no es cómo incorporar los derechos humanos a la cadena de valor propia, sino cómo extender los principios a toda la cadena de suministro", explica el director de Sostenibilidad de la compañía.
De este modo, la gestión puede ayudar a mitigar y reducir los impactos de un negocio en cualquier tipo de vulneración de los derechos humanos abriendo ventanas de reclamación para que los empleados puedan denunciar cualquier práctica irregular.
Se trata, así, de buscar un entorno de trabajo que proteja a los empleados y tenga en cuenta el impacto social. Unos principios que tienen cada vez más importancia en los planes estratégicos para garantizar la sostenibilidad del negocio en el futuro.