Llevas una buena vida, accedes a unos estudios para poder formarte y trabajas en aquello que querías, para lo que tuviste que dedicar mucho tiempo y ganas. Sin embargo, situaciones adversas que influyen en tu vida personal y laboral hacen que tu rutina cambie y te ves obligado a escapar de tu ciudad o país, reinventarte y sobrevivir.
Muchos migrantes, o solicitantes de protección internacional que llegan a España se ven obligados a cambiar el rumbo de su vida personal y profesional. Porque cuando coges las maletas y te vas –o cuando huyes de un conflicto, o de la pobreza– no sólo pierdes aquello que tenías, también lo que todavía no alcanzaste: sueños, ilusiones y proyectos de vida.
Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) trabajan para fortalecer la inserción sociolaboral de las personas solicitantes y beneficiarias de protección internacional con programas como Fomento de la Integración Sociolaboral y Trabajo en Red (FISR).
Para Mariángeles Plaza Crespo, técnica referente del equipo psicológico de inclusión de CEAR, "la búsqueda de empleo sería una parte casi final del proceso de inclusión, cuando la persona ya está preparada para poder buscar".
Plaza remarca que el proceso de búsqueda de empleo debe ir acompañado de un trabajo emocional y afectivo
Dotar a las personas de herramientas y capacidades antes de lanzarse a buscar un empleo es vital. Con los solicitantes de asilo hay que trabajar desde una perspectiva multidisciplinar y desde el momento de acogida: hay que enfocarse y coordinar diferentes ámbitos, como el idioma, la atención psicológica o el "reciclaje profesional", explica esta psicóloga.
Para facilitar su acceso al mundo laboral, necesitan cumplir unos requisitos mínimos en la mayoría de los casos, que suelen ser contar con una situación administrativa regular, defenderse con el idioma y unos mínimos de habilidades sociales. Plaza remarca que esto es algo que no se podrá conseguir si no tienen una estabilidad emocional previa.
Reciclarse: yo era, y ahora ¿cómo soy?
Yorman Márquez vino a España desde Venezuela en 2005 y solicitó protección internacional. Tenía claro que quería salir de su país, porque, aunque no ha tenido peligro de muerte, como cuenta, siempre ha tenido miedo por su trabajo como archivista y documentalista en el Gobierno de su país.
Aquí no se dedica a eso, ahora es jefe de turno en Carrefour. Le denegaron el estatuto de refugiado, pero consiguió residencia temporal por circunstancias excepcionales por razones humanitarias, como muchos de los venezolanos en nuestro país. Debido a los años que lleva en España, ya puede solicitar la nacionalidad.
Aunque no es el caso de Márquez, las situaciones que arrastran muchos de los solicitantes de asilo pueden ser muy traumáticas, lo que les genera barreras a la hora de aprender la lengua del país de acogida o desarrollar habilidades sociales.
Como explica Plaza, "les cuesta visualizar un futuro, entran en proceso de duelo y de pérdida de todo lo que han tenido: familia, tierra, trabajo…".
Al ver truncado su proyecto laboral o formativo en su lugar de origen, deben construir aquí uno nuevo. Para Márquez, esto ha sido lo más complicado, pero "son cambios que hay que aceptar", admite. No obstante, añade con ilusión que espera, en algún momento, conseguir un trabajo que se asemeje a lo que hacía en su país.
"Desde el punto de vista psicológico, dentro de todas esas pérdidas, una de las más importantes es la del estatus laboral", explica Plaza. Y ese estatus para muchos conforma su identidad.
Algunos cambian su percepción sobre sí mismos, se sienten perdidos porque viven pensando en lo que eran y ahora se ven lejos de volver a serlo, y no desempeñar las mismas funciones ni tener el mismo rol social influye.
Plaza recuerda, en este caso, la historia de una mujer siria que tenía una farmacia en su país. Al venir a España, no sólo perdió su farmacia, también su estatus social y económico, pues "allí la figura de la farmacéutica es a quien acuden todas las mujeres y chicas jóvenes para pedir consejo".
En 2020, según CEAR, la tasa de empleo de hombres solicitantes o beneficiarias de protección era 8,9 puntos superior a las mujeres
La frustración es una constante en estas personas, movida por la necesidad de volver a ser quienes eran. Al fin y al cabo, el empleo aporta identidad y económicamente te permite vivir y sobrevivir.
Por esto, Plaza recalca que es determinante hacer no sólo una búsqueda de empleo, sino que debe ir acompañada de un trabajo emocional y afectivo para que puedan entender que esta incertidumbre forma parte del proceso.
Vulnerabilidad social y económica
Algunas veces, las personas huyen solas. En otras muchas, lo hacen con su familia. Esto supone la obligación de llevar dinero y comida a casa para poder mantener a los suyos, lo que lleva que muchas personas decidan acceder a trabajo precarios.
Otras personas que quieren continuar sus estudios cuando llegan al país de acogida se ven obligadas a abandonarlos.
También entra en juego el difícil camino para conseguir la homologación de estudios, y muchos desisten. Según el Estudio de mercado laboral para personas solicitantes y beneficiarias de protección internacional de CEAR, elaborado en 2020, de las personas consultadas, "el 30% no ha podido homologar sus estudios, en el 8,7% de los casos se está actualmente tramitando, mientras que tan sólo el 11% sí lo ha logrado".
"Es un proceso larguísimo y casi te diría que imposible para personas de una determinada edad, porque no sólo conlleva un pago económico, sino una convalidación de la mayoría de las asignaturas que tendrían que volver a estudiar", añade Plaza.
Además, en el informe se indica que la tasa de empleo era más elevada en el caso de los hombres: 8,9 puntos superior a las mujeres. Esta diferencia puede deberse en parte a cuestiones estructurales, como la responsabilidad de los cuidados, en el caso de que haya familiares a cargo.
Sin embargo, Plaza cuenta que puede pasar lo contrario. Ha trabajado con casos de mujeres que en su país no tenían las mismas oportunidades que aquí y que ahora tienen acceso a un empleo, a estudios y a sueños.
"Muchas empiezan un proceso formativo que les motiva, empodera e ilusiona, y luego se convierten en cabeza de familia", explica la psicóloga. Esto ocurre porque las mujeres pueden acceder a más nichos laborales que los hombres, sobre todo en el sector de los cuidados.
A pesar de los sueños rotos y el cambio de vida, muchos, como Márquez, tienen claro que quieren seguir en España. Aunque cuenta que le hubiera gustado que sus hijos crecieran en Venezuela, pero en la que él creció, no en la de ahora. Y concluye: "Aquí quiero hacer el posgrado que no pude hacer antes y conseguir un empleo más acorde con lo que yo hago".