El juego es una herramienta indispensable y una actividad que acompaña a los niños y niñas en su desarrollo. El psicopedagogo italiano Francesco Tonucci no se equivoca al afirmar que "todos los aprendizajes más importantes de la vida, se hacen jugando".
Desde las fundaciones Amoverse y Entreculturas han creado la campaña Soy cometa, que defiende el derecho a la educación, a jugar y a promover espacios de juego. Ofrece apoyo a 150 niños y niñas, adolescentes y familias en situación de vulnerabilidad social en los barrios madrileños de El Pozo del Tío Raimundo y Ventilla.
Esta iniciativa promueve acciones de ciudadanía global, a través de las cuales los más pequeños comparten actividades, dinámicas y recursos. Para Raquel Martín, directora de comunicación de Entreculturas, el objetivo de esta campaña es "lograr una infancia feliz, con oportunidades, conscientes de sus derechos, que sean capaces de tomar decisiones y ser críticos con las informaciones que les rodean".
¿Dónde están los espacios de juego?
El derecho a jugar fue reconocido en 1959 con la aprobación de la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Declaración de los Derechos del Niño. Garantizarlo, actualmente, es una labor conjunta.
Para promover este derecho en las ciudades, son necesarias políticas públicas que promuevan la conciliación. Y "que permitan tiempo familiar dedicado al juego y espacios públicos seguros", explica María Rodríguez, directora de Fundación Amoverse.
El Instituto Tecnológico de producto infantil y de ocio (Aiju), en su estudio Tiempo de juego en la Infancia (2019-2020), indica que el tiempo mínimo de juego al aire libre para los niños debería ser de una hora. Sin embargo, aseguran que el 82% de los menores de 0 a 12 años en España juegan al aire libre "menos del tiempo recomendado".
Por este motivo, Soy cometa propone la creación de los conocidos como espacios cometa. Es decir, lugares dedicados a la infancia y la juventud; entornos que preserven "el juego en su dimensión más amplia", explica Martín. Pero, sobre todo, que promuevan los valores que desarrollan estas actividades a nivel emocional, físico y relacional.
Además, tanto Rodríguez como Martín coinciden en que, actualmente, el juego no se tiene lo suficientemente en cuenta en la distribución urbanística de los barrios. La importancia de que en nuestras ciudades se generen espacios para el juego "es una cuestión de salud y justicia social", concluyen Martín.
Lo mismo ocurre con los espacios transitados por menores de edad como las salidas de los colegios o los parques. Se genera una inseguridad que puede provocar poca autonomía de los niños y niñas en las calles.
Según Aiju, el 82% de los niños de 0 a 12 años en España juegan al aire libre menos del tiempo recomendado
Pantallas y juego al aire libre
El estudio de Aiju indica que más del 90% de los niños juegan en interior y están expuestos a pantallas. Asimismo, demuestra que televisión es el dispositivo tecnológico que más utilizan, seguido por la tablet y el móvil. Aunque lo más preocupante es que el uso de smartphones y tabletas entre niños de 0 a 12 años se ha incrementado con respecto a años anteriores.
Y aunque las posibilidades y oportunidades de aprendizaje, crecimiento y desarrollo de habilidades que puede ofrecer la tecnología son evidentes, "si se utilizan mal, puede ser un amplificador de exclusión", explica Martín.
Rodríguez es tajante al afirmar que "esto no puede sustituir al juego sin pantallas, al juego con otras y con otros, al juego en espacios comunitarios". Buscar un equilibrio entre ambas formas de jugar y aprender es clave hoy en día.
El juego, ¿un lujo?
La reducción de espacios se suma a la dificultad de disfrute de los niños. Porque, según cuenta Martín, el tiempo libre, el descanso o la diversión se están convirtiendo en conceptos de lujo. "Las clases populares y medias se enfrentan a espacios de juego mal dotados, hostiles, y con programas educativos que sólo se centran en conocimientos", aclara.
La búsqueda de estos entornos requiere la escucha de la infancia, para así, posibilitar su participación sin ningún tipo de discriminación. Pero también "sin diferencias por barrios o zonas" para que todos los niños de una ciudad puedan beneficiarse, explica Rodríguez. Y concluye con que "hacer lo contrario es fomentar la desigualdad".