"En ocasiones, intentaba saltar el muro en tierra de nadie entre Marruecos y España. Otras veces intentaba colarme al despiste por el puesto fronterizo de Farhana...". Este es el relato de Hassam Qasim, un menor de 17 años natural de Yemen. Asegura que cuando la policía marroquí descubría los intentos de él y sus compañeros les "agredían e insultaban". La vulneración de derechos en zonas fronterizas es una realidad que viven niños y niñas en los países de tránsito.
Algunos realizan el trayecto solos, otros con sus familias. Desde Entreculturas y Alboan han querido sacar a la luz estos testimonios a través de su informe La desprotección de la infancia no acompañada en frontera: España y México, una misma realidad.
Lucía Rodríguez, responsable de Estudios e Incidendia en Entreculturas recuerda que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indicó que el pasado año "el número de migrantes internacionales en el mundo ascendió a 281 millones. Se estima que el 15% de la población migrante es menor de 18 años".
Qasim recorrió y cruzó las fronteras de 5 países: Egipto, Mauritania, Mali, Argelia y Marruecos. Sus pies pasaron por el desierto, la montaña, durmió en casas de personas desconocidas, transportistas clandestinos se quedaron su dinero, le agredieron y pasó doce días en una cárcel argelina. Finalmente, ya en Marruecos, su padre pudo enviarle dinero y pagó para poder esconderse en los bajos de un camión dirección España. Una vez aquí, pudo solicitar protección internacional.
La situación de este menor la viven muchos que, como él, salen con la esperanza de buscar un futuro mejor. "Las niñas, niños y adolescentes migrantes están expuestos a la trata de personas, la explotación infantil y los malos tratos, especialmente si viajan no acompañados y por vías de migración irregular", señala Rodríguez.
Tras cruzar la frontera en Melilla
Desde la organización destacan la necesidad de dar prioridad a los principios de protección de la infancia y la no discriminación para conseguir un sistema migratorio justo y así evitar situaciones como las de Qasim. Tras cruzar la frontera, este joven cuenta al Servicio Jesuita de Migrantes (SJM) que el centro de protección de menores de Fuerte Purísima (Melilla) es peligroso, allí se burlan de él y prefiere no salir a la calle porque le robaron poniéndole una navaja en el cuello.
Según la OIM se estima que el 15% de la población migrante es menor de 18 años
El SJM de España y México han colaborado en la realización del informe y su labor es acompañar a personas migrantes en tránsito para defender sus derechos. En el estudio indican que los centros de acogida que dependen de la Administración de la comunidad de Melilla presentan grandes deficiencias "tanto en la gestión como en las infraestructuras de las instalaciones". Se viven situaciones de sobreocupación, hacinamiento e insalubridad, entre otras.
"Las fronteras que cruzan estos menores no acompañados no sólo se sitúan en la valla, los centros de acogida, en vez de ser lugares en los que se restauren unas vidas rotas, se convierten en fronteras interiores", destaca Javier Moreno, abogado del Área de Frontera Sur de SJM.
Durante el camino, también ven interrumpida su educación durante años. Fue en 2017, según cuentan en el informe, cuando la fundación PRODEIN descubrió que en Melilla existía un número elevado de niños sin escolarizar.
Señalan que "las Administraciones alegaron que no residían en Melilla, sino que se trataba de población transfronteriza de la provincia marroquí de Nador", pues entraban y salían a diario por la frontera. Pero no era así, eran Ninos y Niñas y Adolescentes (NNA) e hijos e hijas de familias que ya vivían en Melilla desde hace años, pero "no habían logrado empadronarse ni obtener autorización de residencia.
México, otro laberinto
El lugar al que se dirigen los NNA en las diversas rutas migratorias que cruzan México principalmente Estados Unidos, procedentes, sobre todo, de Centroamérica. Aunque según indican en el estudio, muchos evitan revelar su destino para no delatarse ante personas que pueden asaltarlas o secuestrarlas.
"Hemos tenido casos, por ejemplo, de mujeres adolescentes a quienes en la estación migratoria les detectan antecedentes de haber sufrido una violación sexual de manera reciente" explica un médico psiquiatra de un alberque para migrantes en la Ciudad de México.
Carmen de 16 años cuenta que salió sola de Honduras con el objetivo de llegar hasta Estados Unidos. Cuando llegó a México descubrió que estaba embarazada. "Durante el camino ya venía mal. Llevaba tres o cuatro días sin comer nada", explica. Finalmente, acabó en el hospital porque seguía con un mal estado de salud y sin alimentarse.
Para cruzar este país existen diferentes vías migratorias, muchos contratan en el viaje a los que se conocen como polleros o coyotes para facilitar la travesía. En el estudio destacan que "las niñas y mujeres adolescentes utilizan la estrategia de decir que no viajan solas para disminuir, en la medida de lo posible, el riesgo de ser agredidas".
Muchas veces es posible encontrar menores que van en grupo, y como explica la directora de un albergue para personas migrantes en Veracruz, "a los hombres adolescentes los buscan muchos las pandillas cuando paran el tren". Recuerda un caso en el que cogieron a todos los niños y adolescentes y se los llevaron para convertirlos en sicarios.
Los menores llegan a los centros con signos de cortaduras, quemaduras, golpes o desnutrición como resultado de su tránsito migratorio. Pero, desafortunadamente, muchos no saben que el camino continúa cuando llegan a estas instalaciones.
Ortega reivindica que hay que ofrecerles protección frente a esa violencia en las fronteras, así como "garantizar sus derechos en tránsito y en el destino, abordando especialmente la continuidad y compensación educativa, la salud, incluida la salud mental, y el acompañamiento en la transición a la vida adulta".