La huella hídrica es el volumen de agua dulce que se utiliza para producir los bienes o servicios que consumimos. Su impacto también se refleja en los alimentos con los que llenamos la cesta de la compra. Por este motivo, la organización ONWAGA, Ingeniería para el Desarrollo Humano junto a Carro de Combate, han puesto sobre la mesa esta problemática para concienciar al consumidor sobre lo que hay detrás de la producción y comercialización de muchos alimentos.
En el informe El agua que no vemos describen la huella hídrica que conlleva la importación de alimentos desde el sur global. El propósito de esta campaña es "contribuir a crear consumidoras y consumidores informados y críticos, que a la hora de comprar tengan en cuenta los impactos sociales y ambientales de sus compras", explica Alberto Guijarro, responsable de la iniciativa.
El agua es un bien necesario para la supervivencia y que se ha convertido, en muchos casos, en un motivo de conflicto debido a su escasez en algunas partes del planeta. Según Naciones Unidas 3 de cada 10 personas no tienen acceso a servicios de agua potable seguros. La huella hídrica deja un impacto social que afecta a las comunidades más vulnerables.
El agua virtual, consumo y producción
El geógrafo británico John Anthony Allan en los 90 acuñó el concepto de agua virtual, cantidad total de agua necesaria para obtener un producto. Un bien que no podemos percibir a simple vista, pero que está presente en las fases de producción y comercialización de los alimentos que compramos.
No obstante, medir esta agua es complicado, pues depende de muchas variables, "como el lugar donde se encuentre el cultivo, la tecnología utilizada y de las propias variedades de cada alimento", indica el estudio.
El actual modelo de consumo y producción está provocando la escasez de agua en diferentes rincones de nuestro planeta. Las consecuencias sociales y medioambientales que produce la agroindustria intensiva y la mercantilización de la agricultura son evidentes. Pues según cuenta Guijarro, están causando "una intensa deforestación".
Y añade que, en ocasiones, este modelo pensado a gran escala conlleva "el uso abusivo de productos químicos que contaminan los recursos hídricos y afecta a las personas que viven cerca de las plantaciones". Daña la biodiversidad y provoca el empobrecimiento del suelo, pero, lo más alarmante es que las fuentes de agua de las comunidades que habitan cerca de las plantaciones, se contaminan.
Desde la organización explican que se trata de plantaciones pensadas principalmente para exportar. Hablan de la "hiperespecialización de algunos territorios en la producción de determinados alimentos" sólo porque se demanda desde los países más ricos que no tienen en cuenta los impactos ambientales y sociales que puede tener.
"Esta exportación de agua invisible y este comercio de agua virtual es en cierta manera una nueva forma de colonialismo que profundiza las desigualdades entre personas ricas y pobres", asegura Guijarro.
Los alimentos que más se exportan
En el informe analizan una lista de los alimentos que se consumen más en España y que se han producido en países en desarrollo y zonas específicas que exportan agua a través de productos agrícolas o cárnicos. Algunos de ellos son azúcar, cacao, aguacate, arroz, café, tomate, y carne de vacuno.
Por ejemplo, el cacao tiene una huella hídrica de 20.000 litros por kilo. Conlleva, sobre todo, un gasto elevado de agua verde, es decir, agua de la lluvia (98%).
ONWAGA explica que "el 70% de la producción mundial de cacao proviene de África", especialmente de Costa de Marfil y Ghana. Pero también hay producción en Nigeria o Camerún. Y, además, existe un porcentaje más pequeño de cultivos en América Latina y Central, destacando Perú, Ecuador y Colombia.
El cacao que se consume en nuestro país, según Naciones Unidas, proviene de Costa de Marfil (40%), Ghana (16%), Camerún (7%), República Dominicana y Nigeria (ambos un 5%).
El informe explica que la producción de este alimento impacta negativamente en muchos agricultores, pues "los países productores apenas aportan valor añadido al producto, por lo que sus márgenes de ganancia son muy escasos", entre un 4% y un 6% del total del precio final.
Desde ONWAGA aseguran que para poner fin a esta problemática no sólo es necesario reducir la huella hídrica, también la ecológica. Como ciudadanos, debemos reivindicar que en los países exportadores se cumplan unos estándares de comercialización y retribución justos y sostenibles. Y, como indica Guijarro, "volver a la dieta mediterránea, que parece que la estamos perdiendo en las últimas décadas, y disminuir el consumo de carne roja".