Un modo de vida en armonía con la naturaleza. Esto podría resumir la filosofía de los comunales pastoriles que aseguran la sostenibilidad de los ecosistemas y proporcionan alimentos de alta calidad en todo el mundo. De pastores de Andalucía a tribus kurdas en Turquía, estas comunidades practican una ganadería extensiva y responsable con los pastos en la alta montaña.
Pablo Domínguez, ecoantropólogo del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, ha investigado –durante décadas– la vida de los comunales pastoriles del Mediterráneo y explica que se trata de comunidades que "se gestionan mediante sistemas de gobernanza propia y se adaptan a los cambios sociales y ambientales".
Actualmente, estos comunales ocupan aproximadamente un quinto del planeta: "Un espacio tan grande como el continente africano", destaca Domínguez. Conservar su estilo de vida y su trabajo es esencial para la protección de la biodiversidad, ya que, como declara la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), "no sólo mantienen comunidades vibrantes y culturalmente únicas, sino que también están vinculados con muchas otras personas que dependen de sus actividades".
Una labor invisibilizada
En su exposición Territorios de vida en el filo, Domínguez, junto con una veintena de coautores, demuestra, a través de diferentes imágenes y relatos, que las personas dedicadas al pastoralismo, la trashumancia y la ganadería extensiva en el Mediterráneo son actores clave en la gestión sostenible de los ecosistemas. Su estilo de vida es diferente al que acostumbramos a ver en las grandes urbes.
Por eso, este experto cuenta que sus tradiciones "muestran ejemplos que no deberíamos pasar por alto u olvidar". Y, pese a ello, sus valores no son generalmente reconocidos por los Gobiernos y la Administración pública. "La noción de comunal tiene que entrar dentro de la legislación y no hacer lo contrario", enfatiza Domínguez.
La invisibilización de un trabajo tan necesario hizo que en 2019 el Gobierno de Mongolia, un país con gran tradición pastoril, propusiera a la FAO la creación del Año Internacional de los Pastizales y Pastores (IYRP). Tras su aceptación, finalmente se ha proclamado 2026 como el año para concienciar sobre las comunidades pastoriles y los beneficios que aportan a la biodiversidad. Unos efectos verdaderamente positivos, pues según esta organización, "el pastoreo garantiza los medios de vida de millones de personas en el 75% de los países del mundo".
La función del pastoralismo es esencial para defender la productividad y el bienestar de los animales. Asimismo, mediante la selección genética y los conocimientos ecológicos locales, "los pastores mejoran continuamente la raza de sus animales, lo que les permite adaptarse a los cambios del medio ambiente, a las enfermedades y a los cambios en las preferencias de los mercados", explica la FAO.
No sólo reducen la inseguridad alimentaria de sus comunidades, disminuyendo incluso las dependencias de los países de las importaciones. "Están entregando un gran servicio a la sociedad de productos de calidad", señala Domínguez. Y explica que contribuyen a la producción de alimentos de una forma sostenible, como la leche o la carne, y también ayudan a mantener y renovar las tierras o prevenir los incendios forestales, ya que sus animales eliminan el excedente de la biomasa incendiable en los bosques.
Comunales pastoriles en España
Lara Barros, investigadora histórica, ha estudiado a estas comunidades en las zonas de Castril (Granada) y Santiago-Potones (Jaén) y explica que "los bienes comunales tienen su fundamento en el uso inmemorial". Es decir, en la costumbre. Por ello, recoger documentación histórica es esencial para conocer el funcionamiento de estas comunidades a lo largo de los años.
En el proyecto guiado por Domínguez, los investigadores explican que este modo de gobernanza colectivo, presente en la montañosa Andalucía nororiental, existe desde hace al menos ocho siglos. Y es que, según afirma el ecoantropólogo, aunque no seamos conscientes,"en nuestro país podemos contar los comunales por miles". Además, "España es el país de Europa donde más presente está la trashumancia", otra de las características de este tipo de comunales.
Destaca la ruta que atraviesa todos los años el madrileño paseo de la Castellana, donde se realza el pastoralismo, su historia y sus valores. "Los comunales están presente desde el norte de Cataluña hasta el estrecho de Gibraltar", añade Domínguez. Pero también pueden encontrarse en los campos agrícolas de Vejer de la Frontera (Andalucía) o en las formas de riego del Tribunal de las Aguas (Valencia), donde se gestiona este recurso de forma colectiva. "El problema es que todo esto se sabe muy poco, salvo casos puntuales, los Gobiernos no lo conocen ni lo legislan", concluye.
Pastores trashumantes en Oriente Medio
En el proyecto Territorios de vida en el filo, Domínguez también nos habla de los pastores trashumantes de Turquía, cuya característica principal es el movimiento. Sólo se convierten en sedentarios temporalmente. Y añade: "En entornos áridos y secos sobreviven; en lugares voluptuosos y verdes prosperan".
En este sentido, las tribus kurdas, como los Koçer, recorren los montes Karacadag al sureste de Turquía y se mudan a pie con su rebaño y familias cientos de kilómetros hasta alcanzar los pastos del verano. Dejan en su trayecto el resurgir de un ecosistema enriquecido gracias a sus movimientos donde distribuyen semillas.
Para estas tribus, "la tierra es cualquier lugar en el que puedan plantar su yurt (tienda)", cuenta el investigador. Y cuenta que allá donde pastorean los trashumantes kurdos se han dividido en 4 países: Siria, Turquía, Iraq e Irán, por lo que al haber fronteras en medio han visto sus movimientos reducidos considerablemente.
Desafíos actuales
Una de las principales amenazas que están sufriendo estos comunales es el éxodo rural. Se está produciendo una despoblación que hace que las pequeñas zonas rurales se vacíen, y aunque los comunales resisten, "las instituciones públicas deberían tomar medida a su favor para no perder un auténtico patrimonio vivo", destaca Domínguez.
Pero también se han visto afectados por la marginación. Su forma nómada de vivir contradice a la sociedad actual sedentaria que no comprende las diferentes dimensiones de su sistema de vida. Debido a la poca implicación que tiene el Gobierno con estas comunidades, según explica la FAO, "a menudo desconfían de ellos, una situación que fácilmente desemboca en conflicto e inestabilidad".
Conservar la cultura y el trabajo de estos ganaderos pasa por despertar el conocimiento sobre los grandes beneficios que aportan. Por ello, Domínguez concluye: "Son parte de nuestra historia, pasado y presente que no podemos perder. Una vez se pierda la comunidad, no podrá inventarse de la nada".