Coge aire. Suspira. Se intuye una sonrisa cómplice. Fernando Valladares aguarda expectante al otro lado del teléfono. Una vez más, debe sacar su talento como docente y demostrar hasta dónde llega su paciencia. Frente a él tiene la tarea de desmontar, de nuevo, las principales teorías negacionistas sobre el cambio climático que inundan la red. "Algunas son muy burdas", advierte antes de lanzarse al ruedo. "Yo quiero creer que la gente se ríe o las ignora al leerlas, pero debemos estar atentos ante la popularidad que puedan cobrar".
Valladares es Doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde dirige el grupo de Ecología y Cambio Global en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC). También trabaja como docente asociado en la Universidad Rey Juan Carlos. Por eso, en vez de burlarse de unos negacionismos que muchas veces causan alipori, prefiere hacer pedagogía y desmontar, paso por paso, todos sus argumentos.
Estos análisis negacionistas, explica, no tienen ninguna base estadística y emborronan la tendencia general de los últimos cuarenta o cincuenta años recogida, entre otros, por los estudios del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC).
Él sostiene que el problema es que muchos de los argumentos parten de la pseudociencia: "Los argumentos parecen científicos porque cogen números, datos y cosas que existen pero son cambiadas de contexto, amplificadas y desviadas para explicar lo que a priori ya se ha decidido que no hay: un cambio climático de origen humano".
1. Estamos ante una nueva glaciación
Uno de los principales argumentos que niega la acción humana sobre el cambio climático sostiene que todo lo que estamos experimentando es un proceso natural. Algo cíclico. Y que, por supuesto, las elevadas temperaturas de las últimas décadas responden a un proceso natural que tiene origen en el periodo interglaciar en el que se encuentra la Tierra y que, en breve, el planeta se dirigirá hacia una nueva glaciación. Estas teorías son parte de la colección pseudocientífica. Es decir, tienen parte de verdad y parte de mentira.
"Indudablemente estamos en un periodo interglaciar", explica el científico. "Por los ciclos orbitales, unos cambios que describió muy bien un matemático serbio llamado Milankovitch, podemos explicar los 4.500 millones de años de clima en la Tierra y seguirán explicando los próximos millones. Fíjate que hablo de millones de años. Lo que la gente no puede pretender es que esas tendencias, que pertenecen a una escala geológica, sean cambiadas de escala y aplicadas a tendencias de décadas o siglos".
Estamos en un periodo interglaciar. Es decir, entre una glaciación y otra. Eso es incuestionable. La última glaciación acabó hace 11.000 años y la siguiente empezará dentro de miles o cientos de miles de años. "Entre medias lo normal es que haga más calor", explica Valladares.
"El periodo interglaciar no explica por qué las temperaturas se han elevado tanto", sostiene Fernando Valladares
"Eso forma parte de la variabilidad climática de origen natural. Pero sólo con eso no explicamos lo que ha ocurrido en el último siglo. Es imposible. No hay ningún modelo físico del clima que te explique lo que ha pasado si no metes los gases de efecto invernadero de origen humano, por mucho que introduzcas las variaciones orbitales de Milankovitch o los cambios en la actividad solar, que son, por supuesto, fuentes de variabilidad climática que pueden explicar años fríos o secos a lo largo de la historia".
Y prosigue: "No es que sea o lo uno o lo otro, es que es lo uno y lo otro: la variabilidad natural más la variabilidad humana". Sí, vamos hacia una nueva glaciación, pero ésta podría ocurrir dentro de decenas de miles de años.
"El periodo interglaciar no explica por qué las temperaturas se han elevado tanto. La velocidad a la que han crecido las temperaturas promedio, las máximas, la media de las mínimas: todo. Y eso lo dicen una y otra vez los 6 informes de los últimos 30 años del IPCC y lo dicen todos los estudios científicos de circulación global. Esto no es 'un yo creo', o un 'a mí me parece bien' o un 'nos quieren engañar': el que no lo sepa es que no lo ha leído. Es ciencia básica".
El ecólogo del CSIC, además, propone una fórmula infalible que siempre enseña a sus alumnos para que puedan luchar contra este argumento, y eso pasa por poner a la pseudociencia frente al espejo: "Vale, nos dirigimos hacia una glaciación... ¡Entonces con razón de más! Si vamos, en escala geológica, pequeño detalle, hacia una glaciación, las temperaturas tendrían que ir enfriándose, pero las temperaturas se están calentando. Ya sólo por eso, conceptualmente, el signo de la tendencia es el opuesto".
2. ¿Calentamiento global? ¡Si hace frío!
La retórica de Donald Trump dejó algunas perlas como la de aquel discurso en el que cuestionó el cambio climático arguyendo que hacía mucho frío. "¿Dónde está el calentamiento global cuando se lo necesita?", dijo entre risas. También estuvo el caso del senador republicano por Oklahoma, Jim Inhofe, quien compareció ante el senado con una bola de nieve en la mano como prueba de que hacía "mucho frío". Este es, precisamente, uno de los argumentos más recurrentes entre quienes niegan el origen antropogénico del calentamiento global: ¿Cómo va a haber cambio climático si en invierno hay heladas como Filomena?
"Sólo hace falta comprender cómo funciona la circulación atmosférica y el peso que tiene la corriente en chorro o jetstream para separar las zonas frías de las zonas cálidas y templadas", argumenta Valladares. "Si las corrientes en chorro se atenúan por el calentamiento global, pueden provocar que situaciones de frío extremo lleguen a latitudes muy lejanas a los polos. Ignorar eso es ignorar que el cambio climático trae, como consecuencia, olas de frío".
Tal y como explica el científico, el promedio de temperatura sube regionalmente aunque, temporalmente, se puedan sufrir episodios de frío muy intenso e incluso pulverizar récords de bajas temperaturas. "Por ejemplo, se han registrado temperaturas polares en Cuba", recuerda. Esto ocurre, precisamente, por las alteraciones que provoca el cambio climático en las jetstreams que separan las regiones climáticas.
Al debilitarse por las altas temperaturas, "las zonas climáticas quedan menos separadas y eventualmente el calor puede ir a Siberia, algo que ha favorecido incendios, o el frío puede llegar a Cuba. Se desdibujan los límites. Al no estar tan separadas puedes encontrar todo tipo de combinaciones anómalas. Entre otras, una que puede parece contraintuitiva: la del frío intenso en escenarios de elevación general de las temperaturas e incluso glaciaciones regionales. Que el Atlántico norte entre en una glaciación es uno de los posibles escenarios de cambio climático. Si se corta la cinta de transporte de calor de las zonas tropicales hacia las zonas templadas, eso hace que algunas zonas templadas entren en una glaciación y se congele el mar y la tierra".
3. No existe consenso científico
Otra reivindicación del movimiento conspiranoico es que los científicos no están del todo de acuerdo sobre el origen antropogénico del cambio climático. Esa supuesta negación del consenso científico haría que se resquebrajase el mensaje de emergencia climática y se pusiera en duda su validez. Pero, como señala Valladares, ese argumento es "una especulación sobre una especulación sobre una posibilidad" y considera que los científicos negacionistas, que venían, especialmente, "del ámbito de la geología", se extinguieron hace 30 años. "Igual que los dinosaurios hace millones de años", bromea.
"Existe un porcentaje pequeñísimo que no es que discrepe, sino que lo que hace es matizar. Sobre esos que matizan se construye una generalización de que podrían tener razón. Pero vamos a ver lo que dice ese pequeñísimo porcentaje de científicos. En primer lugar son muy pocos, pero es verdad, y eso es la parte perversa de ese argumento, que la ciencia no funciona de forma democrática. Falta con que una sola persona demuestre que un teorema es falso para que los 10.000 matemáticos previos que lo apoyaron estén equivocados. Esa es la parte pérfida".
"Los experimentos de fertilización han demostrado que las plantas se saturan y, a determinado nivel de CO2, no pueden aprovecharlo", explica el científico
"Ese pequeñísimo porcentaje de científicos, que no son ni disidentes ni negacionistas, lo que hacen es entrar a analizar los mecanismos, los modelos y los detalles conceptuales. Consideran que son importantes las incertidumbres numéricas y matemáticas de otros modelos. No cuestionan el cambio climático ni el origen humano del calentamiento: lo que hacen es entrar en la tripas de los modelos y de las predicciones y dicen: 'Este factor tiene mucha incertidumbre' o 'este ajuste matemático hay que revisarlo' o 'no tenemos suficiente base empírica para decir que esto se da con esa tendencia o esta otra'.
Esos matices, señala Fernando Valladares, son los que ayudan a la ciencia a avanzar mediante la autocrítica. Pero ninguno de ellos cuestiona hoy en día el cambio climático. "Esa especie no existe. Es el tiranosaurio rex de la ciencia".
4. El CO2 reverdece el planeta
Una cuarta teoría sostiene que como las plantas necesita CO2 para realizar la fotosíntesis, a mayor cantidad de dióxido de carbono emitido, más reverdecimiento se verá en el planeta. Puede parecer lógico, pero Valladares señala, una vez más, la trampa que oculta este argumento. Aparentemente tiene toda la lógica, pero la realidad es otra. La reacción fotoquímica de la fotosíntesis utiliza el CO2, la energía del sol y los electrones de agua.
El científico y docente señala que por mucho que a una planta le des el doble de CO2 no va a hacer el doble de fotosíntesis. "El CO2 es una suerte de fertilizante atmosférico porque cumple la función de darle más sustrato a la fotosíntesis, pero ésta no crece indefinidamente. Los experimentos de fertilización realizados hace años han demostrado que las plantas se saturan y, a determinado nivel de CO2, no pueden aprovecharlo porque tienen limitaciones", explica.
Además, las plantas están limitada por otros factores como el agua. "Las plantas tuvieron muy difícil conquistar el medio terrestre precisamente por el control del agua. Perderla significa secarse y morir. Hoy ya hay un tercio de la superficie terrestre con carestía y cada vez crece más por el cambio climático. La fotosíntesis no va a poder crecer ya no sólo por las limitaciones internas del proceso fotoquímico, sino por la falta de agua".
Finalmente, Fernando Valladares remata con un argumento más que desmonta la teoría de que el planeta se está reverdeciendo: "Han circulado y circulan fotografías de satélites que muestran un reverdecimiento del planeta, pero muchas de estas zonas pertenecían a ecosistemas ricos en especies con buenos sumideros de carbono, sistemas complejos como bosques o sistemas maduros, que se han sustituido por plantaciones de soja o plantaciones forestales simplificadas que de lejos dan un aspecto verde pero que en la práctica no suponen más fotosíntesis ni más fijación de carbono ni dan de comer a la gente ni generan una mayor productividad. Más extensión verde, sí, pero no toda es productiva".