Cuando Liset Menéndez de la Prida levanta el teléfono y comienza a hablar de Elon Musk, su tono de voz se aceda. En sus palabras se percibe cierto resquemor hacia uno de los grandes magnates y filántropos del sector tecnológico estadounidense, el también fundador de Tesla y SpaceX. Quizás porque la otra empresa que co-creó en 2016, Neuralink, anunció hace unos días a bombo y platillo y con tono mesiánico que había obtenido prometedores resultados en sus ensayos con implantes cerebrales en animales. En uno de ellos registró cómo un mono podía jugar a un videojuego con su mente; en otro reveló que era posible introducir un chip en el cerebro de un cerdo y registrar su actividad neuronal.
Según Musk, los "interfaces cerebro-computadoras" podrían llegar a restaurar en humanos con discapacidades el habla, la escucha o incluso ayudar a personas tetrapléjicas a caminar de nuevo. Es más: ha asegurado que es posible establecer una simbiosis entre los seres humanos y la Inteligencia Artificial, y entre sus promesas se encuentra no sólo resolver la ceguera, la parálisis o la audición, sino conservar, reproducir y hasta compartir recuerdos. Una visión para algunos utópica que parece sacada directamente de una película de ciencia-ficción; para otros, de un episodio de Black Mirror.
Menéndez de Prida es directora del Laboratorio de Circuitos Neuronales del Instituto Cajal, perteneciente al CSIC. Su labor científica la obliga a mostrarse escéptica con este tipo de asuntos. Cuando ENCLAVE ODS le consulta si los avances de Neuralink podrían lograr que una persona sorda volviese a escuchar o que alguien en silla de ruedas pudiese llegar a sentir de nuevo el suelo bajo sus pies, responde tajante: "Se trata de una visión de futuro que también tiene la neurociencia, pero lo que está diciendo Elon Musk es que lo va a conseguir 'mañana' y que va a ser accesible para todos. Es una barbaridad", critica, y tacha de "irresponsables" sus declaraciones.
"Aquí lo que hay es un aparato de imagen y de publicidad brutal", continúa, y señala que lo único que ha conseguido Neuralink es un avance tecnológico en la elaboración de los chips que se introducen en el cuerpo humano: "La miniaturización de los dispositivos de transferencia, gestión y procesamiento de datos es novedosa. Pero el registro y la utilización de la actividad cerebral tanto a nivel de neurona como a nivel de campo, que es un término técnico, es algo que la neurociencia ya viene haciendo desde hace años. No hay novedad en ese aspecto", continúa la científica.
En su misma sintonía se encuentra Ignacio Morgado, catedrático emérito de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), quien considera que las declaraciones de Elon Musk están recubiertas de un halo de grandeza que no se corresponde con la realidad de sus descubrimientos. Sus aspiraciones a largo plazo y las proclamas de que en unos años podríamos llegar a encapsular recuerdos y paliar discapacidades crónicas son, aunque plausibles, aún muy precipitadas. Para colmo, muchas de ellas plantean serios debates éticos.
"En mi laboratorio llevo metiendo electrodos en el cerebro de las ratas desde hace 30 años", explica Ignacio Morgado de la UAB
"Si este tipo de implantes se realizan por razones terapéuticas o experimentales se necesitaría un consentimiento de la propia persona a la que se le implanta y, por otro lado, la aprobación de los sistemas de regulación científicos de cada país", explica Morgado. "Otra cosa es que se hagan experimentos que no tengan intenciones terapéuticas, sino objetivos espurios, como conseguir controlar algún tipo de comportamiento modificando ciertas áreas del cerebro. Pero eso sería ilegal", aclara, haciendo un guiño a los conspiranoicos que ven en Musk a un personaje maquiavélico, una imagen que tampoco se corresponde con la realidad.
Morgado, quien ya ha recibido la cátedra emérita de la UAB tras una vida dedicada a la psicobiología, coincide en que las propuestas de Musk tienen un afán de espectáculo mediático y de promoción de su negocio, y que si otro científico que no tuviese los medios para promocionarse así hubiese llegado a los mismos logros de Neuralink, nadie le habría hecho caso.
"En mi laboratorio llevo metiendo electrodos en el cerebro de las ratas desde hace 30 años para hacer que sientan placer o mejoren la memoria. Ese tipo de manipulaciones con animales con intencionalidad experimental y científica no es nada nuevo. A mí también me asombró [la noticia] porque avance, lo que se dice avance relevante y novedoso, no había mucho".
¿Control mental o exageración mediática?
Uno de los grandes debates éticos que suscita la colocación de electrodos en el cerebro humano pasa, lógicamente, por el miedo al control mental. Muchos se preguntan si este tipo de tecnologías podrían llegar a manipularnos desde dentro, hasta el punto de convertirnos en una suerte de marionetas de las empresas distribuidoras de los mal llamados microchips, a la que Menéndez de la Prida prefiere llamar "electrodos" para no dar alas a la conspiración. Pero, de momento, con la tecnología existente, eso parece altamente improbable.
"La interfaz cerebro-máquina sólo se utiliza para personas que tienen algún tipo de problema o limitación", valora Liset Menéndez de la Prida del CSIC
"Si yo ahora estimulo tu corteza cerebral, tú puedes mover una mano. Un movimiento espasmódico. Lo mismo que cuando vas al médico y te golpea suavemente la rodilla para comprobar el reflejo motor", compara la experta. "¿Es responsable estimular el cerebro sin más objetivo que mover la mano como un loco de manera absolutamente anormal? Pues no. Éticamente no tiene sentido", señala, y añade que para introducir algún tipo de electrodo en el cerebro, que en la jerga neurocientífica se denomina "caja negra", se necesita de neurocirujanos experimentados, algo que contrasta con la imagen de sencillez que vende Musk.
"Lo que podemos hacer es que se registre la actividad cerebral y la procese un ordenador, que ese ordenador proponga unos comandos a, por ejemplo, unos brazos robóticos que se muevan y que, poco a poco, entrenes tu propia actividad cerebral para moverlo. Eso es lo que se llama interfaz cerebro-máquina, y sólo se utiliza para personas que tienen algún tipo de problema o limitación, no para individuos sanos", continúa la investigadora del CSIC, y señala que lo contrario escaparía de cualquier código ético médico, por lo que rechaza rotundamente la idea de una sociedad en la que las personas se inserten electrodos o chips por puro ocio y luego puedan llegar a ser controladas y manipuladas telemáticamente.
El misterio de la optogenética
Por su parte Morgado sí que señala que existen técnicas de control cerebral más potentes, pero que de momento ni siquiera son aplicables a los denominados "primates superiores", como los monos o los chimpancés. Esta técnica se llama optogenética y su funcionamiento es tan extraño como su nombre.
"Cuando tú tienes una idea ponte que la están generando y sosteniendo 17 millones de neuronas en tu cerebro. Si tú en ese momento tienes esos millones de neuronas trabajando de una determinada forma y tuvieras una técnica para fijarlas y después pudieras volver a activarlas mediante la luz de una frecuencia determinada, obtendrías el control mental de esa idea en ese cerebro", señala el científico de la UAB. Y recuerda: "Eso en animales ya se ha conseguido".
Preguntado por su potencial, Morgado señala que también podría llegar a aplicarse en seres humanos, pero que se trata de una técnica complicada que necesita de la introducción de virus y genes en el cerebro para que se despierten una serie de proteínas que después reaccionen a la luz.
Si esa técnica llegase a implantarse en humanos, señala el experto, "aunque hubiese un terreno libre de legislación en el que se pudieran cometer abusos, llegaría un momento en el que las autoridades de cada país estarían obligadas a legislar automáticamente para evitar que ese tipo de manipulaciones pudieran hacerse en alguna persona sin su consentimiento o sin el conocimiento de lo que se puede hacer en su cerebro", una imagen exagerada que, coincide, no parece probable.
El miedo al control mental
Llegados a este punto, parece difícil imaginar un mundo en el que se pueda controlar la mente humana mediante la inserción de máquinas en el cerebro. La neurociencia ha allanado el camino hacia este tipo de desarrollos tecnológicos, pero aún queda mucho para alcanzar esa imagen distópica con la que algunos apasionados de las teorías de la conspiración dibujan los trazos del futuro tecnológico.
"No podemos hacer creer a la gente que estamos manipulados de una forma oculta", critica Morgado
De hecho, el propio Ignacio Morgado satiriza el miedo al control mental por parte de algunos conspiranoicos. "Hay muchos autores, y no me hagas citar, que dicen que nos tienen controlados por todos lados. Que si compramos un televisor y lo ponemos en el comedor ya tenemos una especie de chip que controla toda tu vida", critica.
"No podemos hacer creer a la gente que estamos manipulados de una forma oculta y que esa manipulación está condicionando radicalmente nuestra vida. Eso puede aumentar el negacionismo, por ejemplo, a la vacunación. Muchas personas han llegado a decir que por la vacuna nos pueden meters chips o no se qué para controlar nuestra mente. ¡Por favor! Que no me vengan con estas cuestiones que hay gente de poca sensibilidad intelectual que se lo cree, y sobre todo cuando lo publican en medios creíbles".
La privatización de los recuerdos
Más allá del debate sobre las posibles implicaciones en el presente de este tipo de iniciativas, la divulgadora científica y periodista Marta García Aller, autora del libro Lo Imprevisible (Grupo Planeta), juega a ponerse en ese hipotético mundo de ciencia-ficción en el que unas supuestas macrocorporaciones con intereses encubiertos llegan a controlar las mentes de las personas mediante la introducción de electrodos y chips en los cerebros.
"Si una empresa privada fuera capaz de hacer lo que promete Musk, y muchos expertos cuestionan que pueda llegar a realizarse, pero si fuera capaz de almacenar recuerdos, ¿a quién pertenecían?", se pregunta la comunicadora.
"¿Habría que pagar una tarifa plana para tener acceso a nuestros propios recuerdos", reflexiona la periodista Marta García Aller
"¿Habría que pagar una tarifa plana para tener acceso a nuestros propios recuerdos, como ya hacemos con las fotos que subimos a la nube? ¿Estaríamos privatizando nuestros recuerdos? Es una duda muy práctica que tiene implicaciones legales, éticas, filosóficas y muy íntimas. Cuando alguien como Elon Musk hace promesas como éstas, deberíamos ser más críticos con los titulares y las repreguntas".
Además, Aller aprovecha para hacer un breve retrato de Musk y considera que es un experto en marketing que ya ha inflado varios fenómenos de sus múltiples empresas. "Algunas han conseguido ser un fenómeno mediático antes que una realidad, como con SpaceX o Tesla. Maneja el espectáculo, en ocasiones mejor de lo que dicen las cuentas de resultados de sus negocios, y con Neuralink no sabremos qué va a pasar. Es un hombre que corre muchos riesgos, y eso puede llevar enormes beneficios o enormes fracasos", valora. "Es un experto en venderse y en vender. No se sabe cuánto hay de parafernalia y cuándo de tecnología real".
Musk, coinciden todos los expertos consultados, es un vendedor de sueños. Vende al mundo una imagen de súper humanos, pero esa recreación utópica despierta más problemas de los que uno pueda imaginar. "Incluso si fuera posible insertar chips en el cerebro para controlar la tecnología con la mente, a lo mejor la acabamos usando para conectarnos más rápido al Candy Crush o a cazar Pokémons. La experiencia nos dice que a veces la tecnología no nos va a hacer mejores humanos".