La guerra económica por la invasión rusa de Ucrania y la crisis energética mundial están haciendo tambalear los precios del mercado internacional. Una barra de pan ahora se consigue en torno a un 10% más cara. Una diferencia mucho más acusada para las personas celíacas, que ya en el último año se han visto abocadas a desembolsar unos 900 euros más de media al año por productos de alimentación esenciales como harina o macarrones.
Comer sin gluten en tiempos de crisis se ha convertido así en un derecho básico a precio de lujo. Familias a las que ya les costaba llegar a fin de mes, se ven obligadas a realizar malabares para cuadrar sus cuentas. Otras, sencillamente, no son capaces y optan por aceptar que no pueden acceder a alimentos de primera necesidad, lo que puede derivar en una dieta incompleta, poco equilibrada e, incluso, motivar la aparición de enfermedades.
La cesta de la compra sin gluten lleva varios años acumulando una bajada continuada. De acuerdo a los informes anuales de precios de la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE), de los 1.613 euros más (en comparación con los artículos con gluten) en el año 2013, se pasó a unos 910 euros en el 2020. Un coste, aun así, muy elevado. Sin embargo, estos siete años de mejoría han pisado el freno para volver a coger carrerilla.
En el último año, la brecha entre los productos sin gluten y aquellos con la proteína se ha vuelto a agrandar. En 2021, una persona celíaca pagó de media hasta 934 euros más en su cesta de la compra. Una tendencia que parece continuar en lo que llevamos de 2022, porque, según FACE, sólo en estos tres meses ya se acumula una diferencia de 86,97 euros más al año.
Unos datos nada desdeñables si se tiene en cuenta que estos costes afectan a productos que no son precisamente elaborados. Hablamos de diferencias en artículos básicos, como puede ser una barra de pan, harina o pasta, que ahora pueden costar hasta un 60% más que hace dos años.
Estas diferencias están calculadas para una familia en las que existe una persona celíaca o con intolerancia al gluten. La cuestión es que la celiaquía es una enfermedad autoinmune y genética, por lo que lo habitual es que haya más de una persona en un mismo núcleo familiar que se vea obligado a consumir productos sin la proteína. En ese caso, el coste de unos 900 euros más al año en la cesta de la compra podría verse duplicado o triplicado.
Este coste distinto para las personas celíacas, además, no sólo se percibe en los supermercados. Algunas cafeterías y restaurantes de alimentación llegan a cobrar ahora suplementos mayores por los productos sin gluten.
En este sentido, desde la Asociación de Celíacos y Sensibles al Gluten de Madrid cuentan a EL ESPAÑOL que han puesto en marcha la campaña Sin gluten y sin fraudes. Roberto Espinas, su director, asegura que en los últimos años han sabido que cafeterías o restaurantes de lugares como aeropuertos, hospitales o estaciones de tren en España ofrecían productos sin gluten a precios desorbitados.
El 40% del maíz proviene de Ucrania
Ya de por sí, los artículos sin gluten acumulan un precio más elevado debido a varios factores. El más evidente es que son un producto de nicho que responde a la ley básica de la oferta y la demanda. Es decir, son alimentos que se compran en menor proporción por la población en general y, por tanto, sus precios tienden a encarecerse.
A esto hay que sumarle que, aunque ha habido una mayor presencia de productores de alimentos sin gluten, la competencia existente en el mercado no es ni mucho menos comparable con la de los artículos básicos demandados por la población general. Esto añade una gota más a la diferencia histórica entre los costes de estos alimentos.
Roberto Espinas, director de la Asociación de Celíacos y Sensibles al Gluten de Madrid, apunta que los productos sin gluten utilizan unas mezclas de harinas (de maíz, arroz, garbanzos u otros cereales) para conseguir ciertas cualidades como esponjosidad o elasticidad y esto encarece el propio artículo. Algo que la harina de trigo alcanza por sí sola, lo que hace que el producto final también sea más barato.
Son alimentos que se compran en menor proporción por la población en general y, por tanto, sus precios tienden a encarecerse
Además de esto, cuenta que “los productos sin gluten suelen tener mayor caducidad”, lo que supone que muchos establecimientos o comercios se vean obligados a deshacerse de estos artículos en un tiempo mucho menor que con el resto de alimentos.
Lo que ocurre ahora es que, para un producto ya de por sí encarecido por sus propias cualidades y circunstancias, la inflación y la consecuente subida de los precios en los alimentos impacta, si cabe, con una mayor fuerza. La crisis energética y la guerra de Ucrania han tenido un efecto indudable en el alza del Índice de Precios de Consumo (IPC) que ha vuelto a elevar la cesta de la compra cada día más.
Según los últimos datos del INE, el IPC se disparó hasta un 9,8% en marzo, el mayor dato desde 1985. Como apunta Álvaro Manzanos, vicepresidente de la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE), “igual que esta subida afecta a cualquier alimento, todavía más a los productos sin gluten. Siendo estos de mayor valor, se ven todavía más incrementados”.
Además, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el 40% del maíz que compra España viene de Ucrania. En los últimos años el país se había convertido en el granero de nuestro país. Gran parte, de hecho, se destinaba a alimentación animal. Por este motivo, en el mes de marzo y por el contexto actual, el Ministerio de Agricultura publicó una resolución por la que iba a facilitar la importación de maíz de Argentina y Brasil con este fin.
Espinas comenta que “lo que sabemos por las casas comerciales [de productos sin gluten] es que han estado con problemas de suministro”, pero puntualiza que parece que los problemas “se han ido solventando” y, aunque han estado al límite, no ha llegado a haber escasez.
“Durante el primer semestre, las fábricas se abastecen de cereales sobre todo procedentes de Ucrania. En el segundo semestre, de España”, señala Espinas, “así que habrá que aguantar hasta junio”. Así las cosas, añade que los productos de celíacos siempre tardan más en regularizarse, por lo que “parece que vamos a estar una temporada larga con precios muy altos”.
En esto coincide Manzanos: “Pronosticar los precios del mercado es bastante complicado y más con la inestabilidad que tenemos hoy en día, pero me temo que lo que dirá el informe del año que viene es que los precios se han incrementado todavía más, porque todo está subiendo”.
Sin estadísticas y sin ayudas
Lo que no se mide, no existe. Algo así parece que está ocurriendo con la celiaquía. No hay una estadística oficial de personas con esta enfermedad, por lo que la incidencia en la población general tan sólo puede incidirse a partir de los diagnosticados registrados en las asociaciones y federaciones de celíacos.
A pesar de ser una de las enfermedades más infradiagnosticadas (para la que apenas se hacen cribados), se calcula que en España hay en torno a medio millón de personas celíacas. Una cifra que cada año puede aumentar hasta un 15% más. Pero, ¿por qué cada vez hay más celíacos?
Una posible explicación (aunque no la única) puede encontrarse en un estudio publicado en la revista Foods, y liderado por el investigador del CSIC Josep Peñuelas. En él, se reflejaba que, desde la década de los 60 hasta hoy, el uso del nitrógeno para fertilizar los cultivos de trigo se había multiplicado por 10. Sin embargo, lo que se concibió como una forma de mejorar el rendimiento, puede estar creando una intolerancia.
Según declaraciones de Peñuelas recogidas por SINC, este exceso de nitrógeno transfiere al grano y a sus harinas más cantidad de gliadina, un grupo de proteínas que intervienen en la formación del gluten, por lo que la ingesta de la proteína entre la población general es mayor. “Es un factor de riesgo importante que puede explicar, al menos en parte, el aumento de la prevalencia de la celiaquía”, aseguraba.
La incidencia en la población general tan sólo puede incidirse a partir de los diagnosticados registrados en las asociaciones y federaciones de celíacos
Pero más allá de por qué hay más celíacos, desde las asociaciones se quejan de que estamos a la cola de Europa en lo que se refiere a las ayudas. En nuestro país, tan sólo surgen iniciativas locales de ayuntamientos y comunidades autónomas como País Vasco, de unos 80 euros anuales para 1.250 solicitudes; o Castilla La Mancha, donde se puede solicitar una ayuda anual de unos 300 euros para sufragar parte de la alimentación exenta de gluten.
Como denuncian desde FACE, el Gobierno de España no ofrece ningún tipo de ayuda económica o alimentaria para personas celíacas y exigen medidas para asumir la diferencia del coste en la cesta anual de la compra sin gluten.
Para un celíaco, la dieta sin gluten es su medicina, no hay otro remedio. Tampoco es una elección. “Al igual que la seguridad social paga la insulina de un diabético o los medicamentos para un epiléptico, que es lo más normal del mundo, para el colectivo celíaco pedimos una pequeña ayuda”, apunta Manzano, porque “900 euros más desbaratan una economía familiar y hablamos de salud”.
Como apunta el vicepresidente de FACE, “si personas celíacas en situación de vulnerabilidad consumen alimentos con gluten, pueden terminar enfermando, lo que lleva a que pasen por varios especialistas”. Es decir, el coste ahorrado en esas posibles ayudas directas o indirectas, puede acabar viéndose en el coste que se puede acabar creando en la Seguridad Social.
“Estoy seguro de que si en algún momento se sabe el número de diagnosticados, las ayudas vendrán directas”, insiste Manzano. Hasta entonces, seguirá siendo una cuestión que deberán sufragar las familias con sus propios recursos.