Menos emisiones. Menos contaminación. Menos coches. Estos tres objetivos se han convertido en la meta a perseguir por miles de ciudades de todo el mundo para intentar frenar el deterioro ambiental que está produciendo la crisis climática. Así, se proponen a hacer frente a desafíos globales como el crecimiento de la población en áreas metropolitanas o la desigualdad.
En esta batalla, la forma que tenemos de movernos es una de las áreas que requiere una transformación radical. Al rediseñar los sistemas de movilidad urbana podemos avanzar hacia un futuro en el que las ciudades sean más habitables, equitativas y sostenibles.
Bici y transporte público
Poco a poco, el espacio urbano se está reinventando para que, progresivamente, los vehículos impulsados por combustibles fósiles vayan desapareciendo en favor de los transportes no contaminantes. En el centro de esta reconversión de la movilidad se encuentra la bicicleta, piedra angular en el alivio de la congestión del tráfico y la mejora de la calidad del aire y la salud pública en las ciudades.
Junto al fomento de la bici como alternativa al coche, otro de los pilares para hacer que las ciudades del futuro sean espacios sostenibles y habitables es el uso del transporte público. Esto se vuelve todavía más crucial desde el punto de vista demográfico, con metrópolis que no dejan de crecer y cuyos sistemas de transporte público ya están siendo llevados al límite.
La gerente de ConBici, Laura Vergara, asegura que “hasta ahora se ha inducido un modelo de movilidad centrado en el coche”. Sin embargo, en España “tenemos ciudades con un sistema de transporte público muy bueno, y la bicicleta y la movilidad activa son las grandes apuestas”.
Aun así, Vergara destaca que para que la transformación de la movilidad sea efectiva “falta inversión, un cambio cultural y formación desde los centros educativos”.
Aún lejos de Europa
A finales del pasado mes de abril, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó un estudio sobre el uso de la bicicleta en España, con datos desglosados por sexo y comunidades autónomas. Según el documento, las Islas Baleares se encuentran a la cabeza en el uso cotidiano de este medio de transporte donde, además, tampoco hay brecha de género.
En otras regiones, como Navarra, el uso de la bicicleta también está bastante implantado y extendido. Sin embargo, esa diferencia entre hombres y mujeres es muy acusada. En el otro extremo de la clasificación están Asturias, Cantabria y la Comunidad de Madrid.
Precisamente la brecha de género es uno de los datos más llamativos del último Barómetro de la Bicicleta en España, elaborado justo antes de la pandemia por la Dirección General de Tráfico y la Red de Ciudades por la Bicicleta. Las españolas utilizan la bici casi un 20% menos que los españoles, un porcentaje que se ha reducido desde el anterior estudio realizado en 2015, cuando la diferencia rozaba el 25%.
Aun así, lo más destacado del barómetro es el crecimiento en el número de personas que usan la bici “con alguna frecuencia” en nuestro país. Desde hace varios años, esa cifra se había estabilizado en torno a los 18 millones; ahora supera los 20 millones. El hábito de ir en bicicleta se está afianzando en España, y en la última década el número de ciclistas ocasionales ha aumentado en casi 5 millones.
A pesar de que los números son buenos, España todavía se encuentra muy lejos de los registros de otros países europeos. En el continente, la bicicleta es un elemento cultural que no solo está asociado a la movilidad urbana. En cualquier caso, el barómetro refleja que casi el 4% de los españoles (millón y medio de personas) va en bici todos los días a trabajar o estudiar, y que más del 22% (9 millones) la utilizan al menos una vez a la semana.
“La esencia de por qué se usa más o menos la bicicleta en un lugar ha de buscarse en qué facilidades se tienen para su uso”, afirma Carles Benito, el responsable de la comisión técnica de la asociación Bicicleta Club de Catalunya. “Obviamente, las infraestructuras son un punto que lo potencia, pero también el aparcamiento seguro o las facilidades en materia de legislación, fiscales, de integración urbana, accesibilidad, intermodalidad con otros transportes, etc.", explica.
Y añade: "Si nos encontramos un país que prácticamente no tiene fiscalidad negativa al coche, o que resulta facilísimo aparcar en una ciudad, incluso aunque el transporte público o la bicicleta sea suficientemente atractivo, la partida está perdida".
Uno de los elementos fundamentales para consolidar la utilización de la bicicleta en las ciudades es que haya una buena red de carriles bici. Teniendo en cuenta premisas como los kilómetros de carril construidos, su continuidad, la conectividad o su seguridad, a finales de enero la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) publicó un ranking de las mejores ciudades españolas para ir en bici. Las mejor valoradas fueron Vitoria, Valencia, Sevilla, Barcelona y San Sebastián, que conectan múltiples zonas de la periferia con el centro.
Por el contrario, el organismo calificó de malas las redes ciclistas urbanas de Málaga y Bilbao, y de muy malas las de La Coruña, Córdoba y Madrid, que cierra la clasificación con los peores datos.
Entre las razones que esgrime la OCU para justificar la mala puntuación de estas ciudades se encuentran la insuficiencia de carriles bici en relación con su número de habitantes, la falta de conectividad y el abuso de ciclocarriles. Estos últimos son esa parte de la calzada con una bicicleta dibujada en el asfalto y una limitación de velocidad a 30 km/h, que no son carril bici.
Ciudades neutras en 2030
A finales de abril, la Comisión Europea presentó el plan Cien ciudades inteligentes y climáticamente neutras de aquí a 2030. Esta iniciativa está enmarcada dentro de las llamadas Misiones de la UE que el bloque comunitario aprobó en septiembre de 2021 y que van en la línea del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En el proyecto participan los 27 países miembros, y la Unión instará a las 100 ciudades a que desarrollen planes concretos para alcanzar la neutralidad climática en sectores clave como la energía, la gestión de residuos o el transporte.
El 75 % de la ciudadanía de la UE vive en zonas urbanas, y según el informe El valor de la urbanización sostenible, publicado por la ONU en 2021, a escala mundial hay cerca de 2.000 millones de personas viviendo en ciudades. El organismo espera que este número se incremente en 500 millones más durante las próximas cuatro décadas.
El documento, además, asegura que las zonas urbanas consumen más del 65% de la energía del planeta, lo que representa más del 70% de las emisiones totales de CO₂.
Vergara remarca que el futuro de la movilidad urbana “no sólo pasa por la bicicleta". Y explica que "la sostenibilidad es imprescindible para la vida, y más ahora que estamos en una crisis política, medioambiental, sanitaria, social…".
Por eso, augura, “lo que vamos a hacer es combinar esa herramienta con el resto de elementos de transporte, principalmente con el transporte público y con caminar; también con el uso del coche, pero reduciéndolo a la mínima expresión, porque genera calor, ocupa mucho espacio, contamina, etc.”.
Benito coincide en que “el trinomio transporte público, bicicleta y caminar es el ideal para construir un ecosistema de movilidad donde se puedan fortalecer las ventajas de los medios más sostenibles y activos, en contraposición a los menos eficientes y dañinos". Y zanja: "Sencillamente, potenciar una movilidad más segura, universal, activa, limpia, justa y sostenible".
El reto global para luchar contra la emergencia climática es claro. Las grandes ciudades juegan un papel clave como campo de prueba de nuevas políticas que cambien nuestra forma de movernos en ellas para hacerlas sostenibles con el entorno.
En ese nuevo horizonte, otro protagonista es la innovación tecnológica de la industria, que incluye análisis predictivos, diseño de productos y aplicaciones, conectividad inalámbrica o herramientas de planificación urbana digital, contribuyendo al desarrollo de productos que ayudan a que la movilidad sea mucho más eficiente y respetuosa con el medio ambiente. En esta revolución verde la bici es sólo el primer paso.